viernes, 29 de julio de 2016

UNIDOS SOMOS MAS FUERTES

En el 59° Aniversario de la Democracia Cristiana


En cuatro meses más se realizarán las elecciones de alcaldes y concejales, iniciando un ciclo electoral que se extenderá hasta el final del mandato de la Presidenta Michelle Bachelet. Los que advienen serán por ello meses decisivos. Meses para evaluar las gestiones municipal, regional y del gobierno central. Será el escrutinio a los partidos políticos y a su desempeño.

Lealtad con lo realizado

La mayor parte de la senda que emprendimos en marzo de 2014 está hecha. La mayor parte de los cambios que comprometimos con el país está realizada. Pronto empezarán a verse los frutos de la reforma tributaria destinada a financiar las transformaciones de la educación. Veremos que pese a las dificultades que ha debido sobrellevar, la reforma laboral traerá mejores relaciones de asociación y cooperación entre el capital y el trabajo.

Conseguiremos despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, y consolidaremos el régimen proporcional que vino a remplazar al sistema binominal. Y no abrigamos dudas de que daremos pasos progresivos desde el pilar solidario hacia el pilar contributivo de la reforma previsional. Como no nos asisten irresoluciones acerca de la necesidad y justicia de la gratuidad en la educación superior. Porque la educación, la salud, el trabajo decente, la protección integral de la infancia y adolescencia, son derechos universales que, en la era del conocimiento, de la tecnología y de la productividad del trabajo, deben ser garantizados, exigibles y justiciables, como parte del progreso humano hacia la sociedad de personas y comunidades que anhelamos.

Opción de centroizquierda y primarias

Para afianzar estos logros necesitamos de una coalición mayoritaria. Y para resolver nuestra opción presidencial dentro de esta coalición mayoritaria, no existe mejor medio que el mecanismo de primarias que contribuimos a institucionalizar y a fijar como un atributo más de nuestra democracia desde que, en 1993, postulamos a Eduardo Frei como candidato y acogimos a Ricardo Lagos como su leal competidor. Que nadie se confunda: ¡este debe ser el procedimiento para seleccionar la carta democratacristiana, y también el que permita elegir a quien encabezará el programa del conglomerado para el periodo 20182022!

La vocación política de la Democracia Cristiana es servir al país desde una opción preferente por lo más pobres, defendiendo el progreso y la seguridad de las clases medias que viven de su trabajo y esfuerzo. Creemos, y así lo confirman los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría, que la eficacia de este servicio está dada por una coalición de centro-izquierda amplia, unitaria y clara en sus objetivos programáticos. Por eso, luchamos para que sus aspiraciones sean coronadas con éxito y su quehacer se proyecte más allá de la actual administración. Así lo hemos reiterado en nuestras máximas instancias de decisión.

Es el camino correcto. Es la vía buena y verdadera que no deja espacio a las ofertas erráticas y aventureras, y que responde a la sensatez básica de los ciudadanos frente a las involuciones populistas, principalmente a las experiencias neo-autoritarias.

La Democracia Cristiana es un partido político institucionalizado. En consecuencia, es una organización que cuenta con estructuras y normas a través de las cuales canaliza la deliberación pública, de modo que nadie más que sus órganos legítimos tiene la autoridad para representar los intereses de la colectividad ante el Gobierno, el Parlamento, la Magistratura y las demás instituciones del Estado.  

En momentos de grandes turbulencias como el actual sólo quienes se mantienen unidos se hacen más fuertes y vencen la adversidad.

Por eso, debemos poner fin a la captura que un puñado de militantes ejerce sobre nuestro Partido. Por eso, exigimos que se respeten las decisiones emanadas del Consejo Nacional y de los votos políticos ratificados por la Junta Nacional.

No basta con pedir perdón

En el actual escenario, cuando enfrentamos una de las peores crisis de legitimidad y de credibilidad del sistema político, cuesta mantener la motivación en alto. Ser joven y militar en un partido político parece ser hoy en día una excentricidad. A ratos, un absurdo. Se torna difícil seguir bregando porque, al igual que el resto de la ciudadanía, también sentimos decepción, rabia y frustración al ver cómo otros han arruinado el espacio político, el amor por lo público y una actividad que, por definición, debiera ser noble, de entrega, de servicio y no de satisfacción de intereses personales.

Debemos aprovechar esta oportunidad y lograr separar el poder económico del poder político. Debemos poner fin a la servidumbre de la política al dinero. Estamos postulando una convivencia cívica a la altura del Estado democrático y constitucional de derecho que proclamamos. Estamos exhortando a un comportamiento mínimamente respetuoso de los principios éticos, dentro de los cuales, la consistencia entre lo que dicen y lo que hacen los partidos y sus dirigentes, debe ser un hecho palpable.

Porque la gente juzga el contraste entre un partido que valora su reforma agraria, su sindicalización campesina, su promoción popular —en suma, la libertad y autonomía con que defiende y promueve estas grandes conquistas de justicia—, y el modo desembozado con que poderosos intereses económicos y redes financieras intervienen en las campañas de sus candidatos y disciplinan su voto en las asambleas deliberantes. En ocasiones, incluso pisoteando a las personas y mancillando su dignidad. Como reza el dicho, quien pone la plata pone la música. Y ésta es la más importante lección que nos dejan PENTA, SQM, KDM, CAVAL y las compañías pesqueras, gracias a la resuelta acción del ministerio público, sin duda, el actor más relevante de esta etapa de regeneración moral y política que atraviesa el país.  

Quienes practican estas oscuras conexiones, generando con ello la subordinación de la actividad política partidaria, parlamentaria y gubernamental a los negocios, se alejan del pluralismo amplio y unitario que impregnó la vida de la Falange Nacional y de la Democracia Cristiana.

Son grupos herodianos, genuflexos a poderes externos, y cuyas motivaciones e ideales no deben hallar cabida en la Democracia Cristiana. Sus malas prácticas políticas deben ser erradicadas.


Santiago, 28 de julio de 2016.