miércoles, 22 de marzo de 2017

SUEÑO FUNDACIONAL


Rodolfo Fortunatti

 

La junta de la Democracia Cristiana fijó un punto de inflexión en la política nacional. Ello, por el lugar dominante que ocupa la colectividad en el amplio arco de fuerzas. Está situada en la línea de frontera, o de fractura —como diría Huntington—, que separa a los dos grandes bloques. Los ajustes que ocurren en el seno de la DC irradian como ondas telúricas hacia la izquierda y la derecha.


No es casual que Francisco Chahuán haya declinado su candidatura en favor del expresidente Piñera, ni que Manuel José Ossandón se haya declarado dispuesto a competir en las primarias de Chile Vamos. No es tampoco fruto del azar que la Nueva Mayoría aspire a organizar su oferta parlamentaria en dos pactos electorales, especie de dispositivo de doble tracción preparado para fortificar los flancos que la amenazan por su derecha y por su izquierda. Ambos principios de cooperación sólo vienen a confirmar que la gran lucha de noviembre se librará una vez más entre las dos principales alianzas. Y éste es el efecto benevolente que se produjo el 11 de marzo: la certeza de que el domicilio político de la DC es la centroizquierda.

Atrás, perdiéndose entre el humo y la bruma, va quedando el sueño refundacional que prometía la competencia en primera vuelta, pues la idea de desmontar el actual sistema de partidos y coaliciones y de sustituirlo por otro, demostró que no tenía viabilidad. Y no porque su diseño estratégico buscara reeditar los tres tercios o abandonar los gobiernos de mayoría, sino porque el bipartidismo que pretendía instalar no forma parte de la cultura política falangista. Un régimen político de dos grandes coaliciones, con una fuerte socialdemocracia en la izquierda, y un poderoso centro reformista —al igual que la internacional—, con partidos de derecha liderados por la DC, es algo que no funciona en Chile.

La Junta Nacional avizoró los costos de esta transición. Vio que el proceso pasaba por agudizar la contradicción entre una candidatura presidencial que propugnaba la unidad de la centro-izquierda y un partido que, como sucedió en 1969 con Tomic, podía optar por el camino propio. Vio que en el mejor de los casos la DC sería relegada a un tercer lugar, pero que, a diferencia de 1970, cuando era el Parlamento quien zanjaba la segunda vuelta, no tendría injerencia en la definición final. Y vio que, después del caos, algunos se unirían a los triunfadores, como ocurrió en 2010, y otros se reagruparían en una nueva alianza de centro-izquierda, cuya constitución demoraría más, pero resultaría en una fuerza política más amplia y perfilada que la actual. Por todo esto la DC eligió el camino de los cambios graduales, vía que le permite sortear la crisis en gestación y evitar así su propio quiebre.

martes, 7 de marzo de 2017

GUTENBERG MARTÍNEZ: "QUE LA DC VAYA A PRIMERA VUELTA IMPLICA VOLVER A RESPETARNOS", DEL DICHO AL HECHO






Entrevista de La Tercera a Gutenberg Martínez


El próximo sábado 11, la junta nacional de la DC enfrentará una crucial disyuntiva: competir en las primarias presidenciales de la Nueva Mayoría o presentarse directamente a la primera vuelta. 

El ex timonel Gutenberg Martínez es uno de los impulsores de la segunda alternativa e impulsará un voto político para que se plebiscite entre los militantes cuál camino adoptar. Estas son sus razones.

Los dichos
Los hechos

El ex presidente de la DC Gutenberg Martínez retoma la ofensiva para que su partido lleve a su candidato presidencial a la primera vuelta, como una vía para recuperar su lugar en un pacto de centroizquierda. “No tenemos matices: nadie está planteando ni camino propio ni menos alianza hacia la derecha. La discusión sobre primaria o primera vuelta es estratégica”, asegura.
La primera vez que alguien planteó el camino propio en la DC fue en su junta nacional, la tarde del sábado 26 de julio de 2014, cuando en un discurso de más de una hora Gutenberg Martínez propuso de cara a la elección municipal que el partido postulara un candidato a alcalde en cada una de las 350 comunas de Chile, lo cual entrañaba salirse de la Nueva Mayoría.

Por otra parte, persistentemente el grupo liderado por Mariana Aylwin ha propuesto que la DC constituya una coalición de centroderecha con Amplitud, Evópoli y Ciudadanos, entre otros referentes.
              
A principios de semana, la Presidenta Michelle Bachelet aludió al episodio generado por la prohibición del gobierno cubano para que Mariana Aylwin entrara a la isla señalando que había que dejar atrás “las peleas pequeñas”. ¿Cómo toma esas palabras?

Tengo una apreciación distinta, esto no es una pelea pequeña. En un mundo globalizado, los temas de política internacional son parte de la política nacional y, por tanto, los temas de derechos humanos y de concepto, práctica y defensa de la democracia son fundamentales, no son algo pequeño, sino que muy sustanciales.
El contexto no es el de la importancia de los derechos humanos, algo que está contenido en la declaración del Gobierno como en la de la DC sobre el asunto. El contexto es el del conflicto generado cuando el sector de Martínez —incluido Genaro Arriagada que por estos días ha reflotado «La polémica entre la DC y el PC»— pide cuentas al PC por lo que hace el régimen cubano y, en virtud de esta conexión, exige la salida del PC de la Nueva Mayoría.

La incoherencia de este planteamiento deriva de que han sido las mesas directivas emplazadas y apoyadas por Gutenberg Martínez y Genaro Arriagada quienes en los últimos años han venido forjando pactos con los comunistas pese a tener estos escrúpulos con los comunistas. Para salvar esta inconsistencia se ha inventado la expresión «acuerdo programático» para distinguirlo de lo que todos ven como una «coalición de gobierno».

Y esto es lo que la opinión pública percibe como una polémica insustancial, incluso, poco creíble.


¿Quedó satisfecho con la respuesta que dio el gobierno a este impasse?

No tengo los antecedentes completos, pero creo que habría sido conveniente que el embajador de Chile hubiese asistido a una de las comisiones de RR.EE. del Congreso. Y también creo que es muy conveniente que se conozca cuál es la nota de protesta que la Cancillería manda para poder saber el tenor de ésta. Creo que el hecho de haber llamado al embajador, sin duda, tiene un significado político importante, pero siempre es posible hacer algo más.
Cada quien en su lugar. La mesa directiva de la Democracia Cristiana ha dado por superado el caso y lo que corresponde a todo militante es actuar con respeto y disciplina.

La reacción del PC frente a este episodio tensiona aún más su relación con la DC…

Este no es un hecho que se pueda simplemente aislar, la DC cree que el nuevo gobierno debe impulsar una política internacional muy activa en materia de derechos humanos y promoción y defensa de la democracia. ¡Cómo lo hacemos con un partido que hoy, en el siglo XXI, dice que en Cuba hay democracia y libertad!
Si la afirmación general es que en materia de derechos humanos y democracia todos deben comprometerse, esto significa que «todos» deben hacerlo con «todos los derechos humanos» y con una genuina «democracia»

Implica que todos los parlamentarios democratacristianos deben votar sin matices a favor de los derechos de las mujeres, de los derechos de los trabajadores, de los derechos de los niños, de los derechos de la educación, de los derechos al agua y al saneamiento y de una democracia fundada en una nueva Constitución.


Más allá de temas programáticos, ¿este tipo de disensos hacen inviable la continuación de una coalición como la Nueva Mayoría?


La Nueva Mayoría es un acuerdo político programático. No es una coalición, serlo implica un grado más alto de acuerdo político. La diferencia con la Concertación es que no teníamos diferencias en los conceptos básicos de democracia, de derechos humanos, de crecimiento con equidad. La experiencia de la Nueva Mayoría ha sido negativa y eso ha quedado demostrado en las autocríticas que los distintos partidos y el gobierno han hecho. Llegar a construir una coalición supone un nivel de acuerdo político mayor que el acuerdo político programático que termina con Bachelet. Estas constataciones en que se ratifica este nivel de diferencia en materias relevantes demuestra un nivel de diferencias que complica a una coalición. Otra cosa es que pueda haber acuerdos puntuales, parciales…
Una coalición no se define por los grados de acuerdo sobre el más allá, sino sobre los contenidos de un programa de cuatro años, al principio de la transición, seis años con Frei y Lagos, y, nuevamente, cuatro años en los gobiernos sucesivos.
           
El consenso al que se refiere Martínez es el de la lucha contra la dictadura que movilizó a todo el pueblo chileno, y cuyo relato condicionó tanto la transición democrática como los programas de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Pero nunca la Concertación fue pensada para gobernar un periodo de 20 años y, por eso, no tiene ninguna lógica —derivada de un error teórico y metodológico— comparar este prolongado periodo con las realizaciones del gobierno de 4 años de la Nueva Mayoría.

No es lo mismo un cambio de régimen a un cambio de gobierno. Por eso, no se puede pretender que el consenso de la Nueva Mayoría vuelva a ser el consenso político-cultural para la transición, para restablecer los derechos humanos, las instituciones democráticas y el fomento de las garantías de derechos.


¿Cuáles son, entonces, las condiciones para conformar nuevamente una alianza con el PC?


Todos los partidos de la Nueva Mayoría debiéramos estar en una reflexión sobre lo que se ha hecho, lo bueno y lo malo y la falta de apoyo al gobierno. Y cómo esto ha impactado a nuestros partidos electoralmente y en los sectores sociales. Y los que tenemos un carácter doctrinario, debemos situar esa reflexión en una visión de largo plazo, respecto del país y de nuestro futuro. Nuestra relación es complicada, para nosotros y para ellos. Molesta a muchos militantes y periferias, nuestras y de ellos. Y las diferencias están ya en el límite, si es que ya no lo han sobrepasado.
Por largas décadas las diferencias ideológicas y doctrinarias entre partidos no les han impedido ponerse de acuerdo en torno a políticas públicas concretas. Si no fuera así, no habría sido posible la estabilidad ni el progreso alcanzado en democracia.

Las diferencias doctrinarias e ideológicas con los comunistas han existido desde mucho antes de la reciente prohibición de ingreso a Cuba que ha venido a poner en primera plana la prensa de derechas para agudizar las tensiones con la izquierda en el seno de la Nueva Mayoría.


¿Pero en qué se piensa en concreto cuando se habla de una nueva coalición?


Nosotros estuvimos en los hechos en una discusión permanente durante estos cuatro años, entre la posición refundacional y la que planteaba que los cambios son parte de un proceso, que se sustentan en etapas sucesivas que se fundamentan entre sí. Eso fue una permanente tensión y tironeo que explica parte de las deficiencias del gobierno, las diferencias en la reforma tributaria, en educación, etc. Un nuevo gobierno, si quiere ser eficiente, lograr sus objetivos y lograr apoyo ciudadano y no estar en el 20 o 25%, tiene que tener una sola línea en esta materia. Tiene que resolverse si va a ser refundacional de izquierda o de una línea de centroizquierda, eso es una definición crucial que ordena las definiciones programáticas. A partir de esa definición, después tiene que fijarse la línea central en cada campo. Si en lo económico la línea es crecimiento con equidad o solo equidad. Hay que tomar una línea, no puedes estar jugando nuevamente en dos caballos y sobre esa base, los que están de acuerdo en esas líneas centrales son los que están en posibilidad de formar una coalición. Ahora puede pasar que haya algunos que estén en disposición de cooperar con parte de esa agenda, pero no con el todo, porque discrepen con parte de ella. Eso puede ser una posibilidad, porque en política hay que intentar ser creativo y no quedarse con fórmulas ortodoxas, inamovibles, porque necesita asegurar gobernabilidad. Algo así expresé con la idea de los círculos concéntricos.
Ni las políticas refundacionales de la retroexcavadora, ni las políticas de freno de los matices, han sido las que, finalmente, se han impuesto en el gobierno. Más bien han sido las polémicas desatadas por estas tendencias las que han contribuido, junto a los casos de corrupción que comprometen a personeros y partidos oficialistas, a la pérdida de popularidad del gobierno y de su coalición.

Constituye un exceso de creatividad esta geometría que, con el nombre de círculos concéntricos, busca dar cuenta de distintos niveles de lealtad, adhesión y compromiso con la gestión de gobierno. Un diseño semejante, simplemente, no funciona, en ninguna parte, porque la gestión de gobierno entraña acuerdos concretos sobre objetivos, plazos, iniciativas y recursos. Nadie se compromete hasta la mitad del periodo de gobierno, como nadie se compromete a aprobar sólo en general los proyectos legislativos, dejando a unos otros anónimos el resto del trabajo. 

Una idea como ésta no tiene asidero en nuestra cultura política.


¿Y eso no es tener como socios de primera y segunda categoría?

No, porque no implican categorías, sino que implican niveles posibles de compromiso de cada uno.
En teoría, sólo en teoría, la figura de los círculos concéntricos sí distingue categorías de aliados, como lo hace la iglesia de Saddleback, que jerarquiza a sus fieles según su compromiso de fe.

La Iglesia de Saddleback diferencia a las personas a través de círculos concéntricos que van desde los menos a los más comprometidos: la comunidad, es el mar de gente perdida; la multitud, es la que asiste a las reuniones de los domingos; la congregación, es la que se ha bautizado; los comprometidos, es la gente que ha alcanzado la santidad; y el núcleo, es la gente que ha conquistado el compromiso más profundo.

Diferenciar los grados de adhesión parlamentaria a determinados proyectos del Ejecutivo sería llevar la ingobernabilidad y el caos a su máxima complejidad.


El próximo fin de semana es la junta nacional DC. ¿Usted coincide en que lo más probable es que se proclame a Carolina Goic como candidata del partido?

Me parece conveniente y necesario. Ella representa una excelente candidata nuestra.
Será conveniente y necesaria la proclamación de Goic, y ella será una excelente candidata, mientras quienes apuestan por la primera vuelta tengan chances de llevarla hasta la primera vuelta. Cuando el partido decida competir en primarias, otra estrategia de ruptura se le opondrá a Goic para impedir su cometido.


¿Cómo cambia el escenario presidencial que ella haya aceptado ser candidata de la DC?


Coloca en posición una alternativa indispensable, esto es la opción socialcristiana. Un centro humanista, democrático y reformista.
Goic no hace sino colocar en posición el humanismo cristiano que encarnaron otros, como Frei, Zaldívar o el mismo Aylwin, antes que ella. Lo nuevo de Carolina Goic, no son los valores y principios que simboliza, sino cómo ella traduce estas orientaciones éticas en una práctica política superadora de la vieja política del siglo xx. Es esto lo que cambia radicalmente el escenario presidencial, porque abre puertas y ventanas de par en par para que entre aire fresco y renovado. Esta es la clave de su promesa.

El centro del debate de la futura junta DC será la definición entre primarias y presentarse a la primera vuelta presidencial. Usted es partidario de la segunda opción. ¿Por qué?

La primaria no permite desplegar un planteo con identidad. La sociedad reclama representación de su diversidad y no forzar la homogeneidad y menos antes de tiempo. La primaria no tiene sentido con la existencia de la primera vuelta, esta sustituye con mucha mayor convocatoria y eficacia a la primaria. Que tengamos un consenso en Carolina y que tengamos opiniones distintas respecto de la conveniencia de participar en primarias o hacerlo en primera vuelta son dos temas diferentes. No hay discusión respecto de la persona y eso es un muy buen avance entre nosotros. Un acuerdo leal respecto de una persona. Lo otro es determinar en qué cancha competimos y el partido tiene que pensar en su estrategia mirando el largo plazo, no el corto. Por tanto, es una definición que le pertenece al partido colectivamente, que dice relación con su futuro.
Las primarias y la primera vuelta no se diferencian esencialmente por su capacidad de convocatoria, sino por la función articuladora e integradora que cumplen en el sistema de partidos.

«Las primarias» revisten una competencia entre partidos. Su función es seleccionar al candidato/a e integrar y cohesionar a triunfadores y perdedores en torno a un liderazgo, un programa y una mayoría parlamentaria con vocación de gobierno mayoritario. 

Si la democracia chilena fuera un régimen parlamentario, las primarias no serían necesarias pues su función la cumplirían los diputados, los jefes de bancadas, a la vez, jefes de partidos, y, eventualmente, jefes de gobierno y ministros. Todos ellos estarían obligados a formar coaliciones para darse un programa, organizar los apoyos parlamentarios y constituir gobierno.  

«La primera vuelta» bajo un régimen presidencial, es una competencia entre coaliciones y partidos que ya han definido su liderazgo, su programa y sus cartas parlamentarias. Su función, como la del balotaje, es determinar quién, finalmente, gobernará.


Por eso pide que se pronuncien los militantes…


Sí, pues es una definición tan vital porque gravita no solo respecto de esta coyuntura, sino que tiene impacto respecto del futuro de la DC y por eso todos nuestros militantes tienen derecho a opinar y decidir. Nuestra junta también es representativa y soberana, y por lo mismo debe reivindicar la participación de quienes representa. Pero, además, creo que esto dice relación con los problemas de nuestra democracia, ¿por qué los partidos tienen problemas para refichar? Porque el militante siente que no es consultado en las decisiones importantes y que solo es llamado para elegir dirigentes, pero no es consultado para definir los temas que son gravitantes y en la DC todos sabemos que esto es gravitante, ir a primarias o ir a primera vuelta. Entonces digo: ¿Cuál puede ser el temor que se consulte a nuestros militantes? ¿Alguien ya supone el resultado de esa consulta?
La nuestra es una democracia representativa. Esto significa que se ejercita desde la junta de vecinos hasta el Congreso Nacional y el Gobierno, a través de representantes legítimos, elegidos en elecciones libres e informadas. Lo mismo que en la Democracia Cristiana. Esta es una colectividad institucionalizada donde los militantes eligen a representantes en quienes delegan la facultad de tomar decisiones tanto en la Mesa, como en el Consejo Nacional, la Junta Nacional o el Congreso del PDC.

En estos órganos, como rezan los estatutos partidarios, está radicada la facultad de constituir alianzas políticas, aprobar programas, concordar candidatos y determinar los futuros cargos. Por lo tanto la junta es soberana para proclamar a Goic, resolver la participación en primarias, sancionar la propuesta programática y decidir sus pactos parlamentarios.

La pregunta que surge es ¿por qué no se quiere que la Junta Nacional ejerza sus atribuciones? ¿Por qué se quiere menoscabar el valor y la legitimidad democrática de la Junta? ¿Cuál es el temor a que las instituciones partidarias funcionen? ¿Acaso ellas y sus representantes no expresan la voluntad de 20 mil militantes que se movilizaron en diciembre y enero?     


Pero ¿no es la tarea de los dirigentes resolver estos dilemas precisamente?

No, creo que los dilemas fundamentales en las sociedades modernas y democráticas se resuelven convocando la participación de los ciudadanos. No es desconfiar del dirigente, es que este tenga un mandato más directo por parte del ciudadano, eso activa la participación. Estoy seguro de que va a significar que si en las elecciones internas votaron 21 mil -que era una muy buena votación en términos comparados con los otros partidos- vamos a tener votando 40 mil o más militantes en una definición de ese tipo.
Hay que decir también que la disyuntiva primarias o primera vuelta ha sido convertida en «dilema fundamental de la sociedad moderna y democrática» por quienes bregan para que la Democracia Cristiana rompa con la alianza de centroizquierda.

Hay que agregar a esto que el plebiscito que proponen es el escenario ideal de ruptura pues lleva la polarización interna al límite, movilizando para ello los desproporcionados recursos comunicacionales disponibles. No serían las bases militantes las protagonistas, sino la derecha y sus «periodistas», «analistas» y «encuestólogos» que, durante dos meses, estarían vaciando su artillería contra el partido y sus estructuras.

Como se ha visto en estos días previos a la Junta, en esta campaña eminentemente mediática arreciarían las más acervas críticas contra los comunistas, el Gobierno, la Nueva Mayoría, la Concertación y hasta la transición democrática. Las primarias del 2 de julio pasarían a segundo plano y saltaría al tapete la lucha de todos contra todos.

Cualquiera fuere el resultado del susodicho plebiscito, se abriría una brecha imposible de cerrar y, a río revuelto, y a la larga, la derecha recuperaría el gobierno, porque no habrá sido posible conformar una mayoría de centroizquierda con la Democracia Cristiana. Sería el más grande espectáculo de réquiem por un partido: Mariana Aylwin renunciando a la DC, como lo ha advertido; Carlos Huneeus convocando a la libertad de acción del partido en segunda vuelta; Ignacio Walker llamando a votar en blanco; y otros, émulos de Ravinet, invitando a integrarse al gabinete de Piñera.

Pero la pregunta crucial es ¿por qué quieren el plebiscito? 

Quieren el plebiscito porque los potenciales electores no serían los veinte mil militantes que votaron en diciembre por las estructuras territoriales que quedaron representadas en la Junta Nacional. Lo quieren porque los potenciales electores no serían los veinte mil democratacristianos que en enero le granjearon la mayoría indiscutida a Carolina Goic como presidenta de la colectividad. Lo quieren porque los electores convocados a votar serían los 117.208 inscritos en los registros del Servel; gente que no conoce el partido, que no hace vida partidaria, que no tiene compromiso con la falange, con el gobierno ni con la coalición. Gente que cuando se va a sus casas para que se inscriban responden que no tienen nada que ver con este partido. Gente, en suma, movilizable para zanjar el «dilema fundamental» de continuar en la centroizquierda o de abandonarla.


El gobierno y diversos personeros, entre ellos el ministro del Interior, han opinado a favor de que la DC vaya a primarias. ¿Qué le parece a usted?

A mi juicio, es un principio en la relación partido-gobierno que éste y sus personeros permitan que los temas internos de los partidos se mantengan al interior de estos sin su participación, más cuando se refiere al futuro posterior a este gobierno.
Cuando se trata de Mario Fernández que, como ministro del Interior, ha echado por tierra la tesis de que los ministros democratacristianos no se entienden con la Presidenta o son ninguneados por la izquierda, entonces se alzan voces reivindicando la prescindencia del gobierno en los asuntos internos de la DC.

Cuando era Jorge Burgos quien intervenía en el partido a favor de la política de los matices, entonces no sólo no se le reprochaba su conducta, sino que se le daba tribuna y se la aplaudía. 

Cuando no se aplica el mismo rasero al mismo hecho, el juicio pierde valor.


¿Qué le hace pensar que la Nueva Mayoría sobrevivirá a la presentación de un candidato DC en la primera vuelta?

Porque aprendimos hace tiempo que Chile necesita gobernabilidad, eso supone gobiernos de mayoría y nuestra definición es hacerlo en el espacio de la centroizquierda. Cuando el PPD y el PR notificaron al resto que iban en otra lista en las elecciones municipales, ¿pasó algo al final? ¿O cuando fueron Lavín y Piñera en primera vuelta? Aquí toda decisión estratégica desde la izquierda es válida y las nuestras son cuestionables. Algunos se acostumbraron a imponer sus líneas, sus programas, sus formas de gobierno, y eso también está en juego en esta decisión. Primera vuelta implica volver a respetarnos. Somos a lo menos dos partes y debemos volver a respetarnos.
La DC no sobrevivirá a un camino en solitario, sino como apéndice de una nueva coalición de derecha.

La propuesta de ir a primera vuelta no es comparable con lo que hicieron el PPD y el PR ni Lavín y Piñera en su momento.

Recordemos que el PPD y el PR separaron listas de concejales, pero no de candidatos a alcaldes. De haber llevado candidato a alcalde en cada comuna, habrían roto la Concertación. Lo que, por el contrario, hicieron fue algo semejante a levantar dos listas parlamentarias, pero con un solo candidato presidencial. 

¿Pasó algo al final? Hagamos memoria: inmediatamente después de las municipales de 2008, los partidos Socialista y Demócrata Cristiano, a través de sus timoneles Camilo Escalona y Soledad Alvear, firmaron la denominada Acta de Concepción, por la cual pactaron candidato presidencial y lista parlamentaria común.

Asimismo, cuando Lavín y Piñera decidieron competir separadamente fue, primero, porque dieron por triunfadora a Bachelet, segundo, porque para RN era la única manera de no perecer a manos de la UDI y de su candidato Lavín y, tercero, porque el binominal no les daba más alternativa que unir fuerzas.

Sólo abrigando la íntima convicción de que quien vencerá en noviembre es Piñera, se puede llegar a la conclusión de que el camino propio a la primera vuelta es la senda que debe transitar la DC.


¿Hay riesgo de quiebre en la DC respecto de este dilema?

No, no lo hay. El acuerdo nuestro, que fue un acuerdo unánime de la junta nacional (fui uno de los corredactores del voto en la parte específica), fue señalar que la DC aspiraba a mantener un acuerdo político, para los efectos de gobierno, en el ámbito de la centroizquierda. Ese es nuestro norte. En eso no tenemos matices, nadie está planteando ni camino propio ni menos alianza hacia la derecha. La discusión sobre primaria o primera vuelta es estratégica, cómo logramos presentar mejor nuestra posición, nuestro aporte y nuestra identidad en una minicampaña de dos meses con un electorado parcial o ante todo el país y durante siete meses de una verdadera campaña presidencial.
La primera vez que alguien planteó el camino propio en la DC fue en su junta nacional, la tarde del sábado 26 de julio de 2014, cuando en un discurso de más de una hora Gutenberg Martínez propuso que de cara a la elección municipal el partido postulara un candidato a alcalde en cada una de las 350 comunas de Chile, lo cual entrañaba salirse de la Nueva Mayoría.

Por otra parte, permanentemente el grupo liderado por Mariana Aylwin ha propuesto que la DC constituya una coalición de centroderecha con Amplitud, Evópoli y Ciudadanos, entre otros.


¿Pero se observa un fuerte debate sobre estas dos opciones?


El primer debate es sobre el plebiscito para decidir. El segundo es sobre las dos opciones. Son diferencias reales y muy importantes para el futuro del partido. No solo por lo que estamos hablando en lo contingente.
En este caso, el orden de los factores altera el producto. El primer debate es lo que se quiere convertir en «la cuestión previa», esto es, si la Junta Nacional tiene o no tiene facultades para decidir por primarias o por primera vuelta. Desde la fundación de la colectividad, en 1957, la Junta ha sido siempre soberana para resolver. Por consiguiente, no existe cuestión previa.

El siguiente punto del debate es si la DC participa o no en las primarias del 2 de julio. Se darán entonces distintas razones para oponerse a esta decisión: que los partidos y los candidatos presidenciales podrían no alcanzar a inscribirse y, en último término, que tal vez no haya primarias. Lo cierto es que cualquiera de estas eventualidades puede darse, pero ninguna de ellas es vinculante con el voto de la Junta en apoyo a las primarias. Dicho de otra manera no tiene sentido postergar esta decisión a causa de lo que podría ocurrir pero aún no ocurre. En su momento se convocará a otra junta, como tantas veces se ha hecho, para adecuar los acuerdos a las nuevas circunstancias.

Sólo despejado este punto, no antes, la Democracia Cristiana puede proclamar a su candidata.


Usted habla mucho de la identidad DC. ¿Cuál es esa identidad en lo sustancial?


La identidad DC parte en ser un partido doctrinario y de principios que busca llevar a la realidad y que inspiran su accionar. Su centralidad está en la persona humana, esta no es solo materia y tiene derechos inalienables, como el derecho a la vida. Los DD.HH. En los valores está la trilogía amor-solidaridad, justicia y libertad. Justicia social y libertad con responsabilidad. Subsidiariedad con solidaridad. Lo comunitario es de nuestra esencia, por eso priorizamos las comunidades, los distintos tipos de familias, las comunidades religiosas, las cooperativas, las organizaciones, etc. Por eso hablamos de superar la dicotomía Estado-mercado por la trilogía Estado-mercado y comunidad. Aterrizando esto a lo político, el compromiso con la democracia sin apellidos y el rechazo a toda dictadura. En lo económico social, el crecimiento con equidad, la economía social, ecológica e inclusiva de mercado y la justicia social. En lo mundial, una globalización, su humanización, solidaria y con gobernabilidad.
La identidad democratacristiana no es una arpillera de palabras y conceptos más o menos hilvanados fuera del tiempo y del espacio donde transcurre la vida.

La identidad democratacristiana, más que una definición abstracta, es una construcción histórica colectiva de la que son tributarios las ideas, los testimonios de sus militantes, el comportamiento virtuoso de sus líderes, los mártires que dieron la vida por sus ideales, sus representantes populares, sus luchas comunes y compartidas con otros.

Es lo que Ernesto Moreno ha escrito en «A propósito de la identidad democratacristiana»:







¿Es de los que creen que no hay ninguna posibilidad de que Goic se imponga en una primaria oficialista?


Me gustaría que fuera posible, pero creo que nuestra llegada es mejor en primera vuelta que en primarias, ya he visto una encuesta que así lo indica.
No hay ventajas en una primera vuelta. ¿Quién vio mañana? Faltan nueve meses para la elección presidencial. Es el mismo tiempo que Guillier lleva en carrera. ¿Qué ha ocurrido sin embargo con él? Ha ocurrido que ha iniciado su descenso. Goic, corriendo sola contra la Nueva Mayoría y Chile Vamos, padecería un vértigo semejante al de Límite Vertical: caída libre e instantánea.

De cualquier modo, una regla de verificabilidad mínima aconseja saber cuál es la encuesta que augura mejores resultados y cuál es su metodología.


El argumento de Osvaldo Andrade es totalmente contrario: que Goic tiene posibilidades de imponerse porque la izquierda va a ir dividida entre Lagos, Guillier e -probablemente- Insulza…

Me parece que Osvaldo practica juego de billar, lanza una bola que parece ir a nuestra banda, pero en verdad está destinada a caer en la banda del PS.
Si Osvaldo Andrade practica juego de billar, le habría acertado a dos troneras: la primera, que Goic tiene posibilidades en primarias; y la segunda, que si la izquierda va dividida entre Lagos, Guillier e Insulza, Goic gana.

Quienes rechazan las primarias piensan que Goic perderá lo mismo con la izquierda unida que con la izquierda dividida. Simplemente, no creen que Goic pueda ganar.


Ir a primarias, entonces -a su juicio-, es perpetuar una posición de minoría en la centroizquierda


Exactamente, y la lógica del acuerdo nuestro, cuando fundamos la Concertación, es que éramos o somos dos partes. En que había algún principio subyacente de alternancia. Y que había un principio explícito de entender que la riqueza del acuerdo era el que ambas partes se respetaban y tenían una competencia regulada. Y, además, estimo que en la crisis de representación democrática en Chile, una crisis, en el intento de forzar acuerdos de homogenización, para mantener la tendencia de enfrentar dos bloques, lo que obedece a un esquema que era indispensable al comienzo de la transición, pero que hoy no responde a la exigencia ciudadana. Esa exigencia hoy día, desde un punto de vista sociológico, es la realidad de la diversidad. Este fenómeno es muy central. Así, un aporte al problema de la representación democrática es la primera vuelta. La política necesita más competencia y diversidad. Es un error en la derecha, y en la centroizquierda buscar esta homogeneidad desde el principio. De eso la gente más bien está cansada. Es una visión equivocada. Eso se hace en el tiempo que media entre la primera y la segunda vuelta. El acuerdo CD-PSD en Alemania es un buen ejemplo.
En lo sustantivo se sostiene que hoy hay más diversidad que hace 30 años y que, por eso, se precisan más ofertas políticas que las que ofrecen las dos grandes coaliciones, lo que se conseguiría si la DC va directo a primera vuelta. No obstante, sucesivas elecciones en todos los niveles y bajo el sistema proporcional revelan que el electorado se ordena en función de alianzas clásicas, y que la idea de reeditar los tres tercios no es más que una remembranza nostálgica.

Así han construido gobiernos de mayoría la izquierda, la centroizquierda y la derecha, sin por ello renunciar al pluralismo de las convicciones.

Se afirma también que un pacto de investidura —acuerdo sobre el candidato, el programa, los equipos de gobierno, los parlamentarios que apoyarán— se consigue entre la primera y la segunda vuelta, o sea, en menos de 28 días. Y se pretende confirmar la hipótesis citando el ejemplo del régimen parlamentario de Alemania para un régimen presidencial como el chileno. Pero todo el mundo sabe que en Alemania el pacto de investidura lo suscriben los parlamentarios miembros de coaliciones que deben reunir el quórum requerido para elegir al jefe de gobierno. Por eso el acuerdo CD-PSD. En Chile el mecanismo más cercano a dicho procedimiento de investidura es la primaria institucional.

Las palabras de Enrique Krauss han sido más elocuentes que todas estas elucubraciones: «participar aisladamente en primera vuelta no resulta sino una evasiva transitoria que, a la larga, puede complicar la situación, pues una campaña en paralelo naturalmente es fuente de discrepancias y diferencias...»