El próximo
sábado 11, la junta nacional de la DC enfrentará una crucial disyuntiva:
competir en las primarias presidenciales de la Nueva Mayoría o presentarse
directamente a la primera vuelta.
El ex
timonel Gutenberg Martínez es uno de los impulsores de la segunda alternativa
e impulsará un voto político para que se plebiscite entre los militantes cuál
camino adoptar. Estas son sus razones.
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Los dichos
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Los hechos
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El ex presidente de la DC
Gutenberg Martínez retoma la ofensiva para que su partido lleve a su
candidato presidencial a la primera vuelta, como una vía para recuperar su
lugar en un pacto de centroizquierda. “No tenemos matices: nadie está
planteando ni camino propio ni menos alianza hacia la derecha. La discusión
sobre primaria o primera vuelta es estratégica”, asegura.
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La primera vez que alguien
planteó el camino propio en la DC fue en su junta nacional, la tarde del
sábado 26 de julio de 2014, cuando en un discurso de más de una hora Gutenberg
Martínez propuso de cara a la elección municipal que el partido postulara un
candidato a alcalde en cada una de las 350 comunas de Chile, lo cual entrañaba
salirse de la Nueva Mayoría.
Por otra parte, persistentemente
el grupo liderado por Mariana Aylwin ha propuesto que la DC constituya una
coalición de centroderecha con Amplitud, Evópoli y Ciudadanos, entre otros referentes.
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A principios de semana, la Presidenta Michelle Bachelet aludió al
episodio generado por la prohibición del gobierno cubano para que Mariana
Aylwin entrara a la isla señalando que había que dejar atrás “las peleas
pequeñas”. ¿Cómo toma esas palabras?
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Tengo una apreciación distinta, esto no es una pelea pequeña. En un
mundo globalizado, los temas de política internacional son parte de la
política nacional y, por tanto, los temas de derechos humanos y de concepto,
práctica y defensa de la democracia son fundamentales, no son algo pequeño,
sino que muy sustanciales.
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El contexto no es el de la importancia de los derechos humanos, algo
que está contenido en la declaración del Gobierno como en la de la DC sobre
el asunto. El contexto es el del conflicto generado cuando el sector de
Martínez —incluido Genaro Arriagada que por estos días ha reflotado «La polémica entre la DC y el PC»— pide
cuentas al PC por lo que hace el régimen cubano y, en virtud de esta
conexión, exige la salida del PC de la Nueva Mayoría.
La incoherencia de este planteamiento deriva de que han sido las mesas
directivas emplazadas y apoyadas por Gutenberg Martínez y Genaro Arriagada
quienes en los últimos años han venido forjando pactos con los comunistas
pese a tener estos escrúpulos con los comunistas. Para salvar esta
inconsistencia se ha inventado la expresión «acuerdo programático» para distinguirlo de lo que todos ven como
una «coalición de gobierno».
Y esto es lo que la opinión pública percibe como una polémica
insustancial, incluso, poco creíble.
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¿Quedó satisfecho con la respuesta que dio el gobierno a este impasse?
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No tengo los antecedentes completos, pero creo que habría sido
conveniente que el embajador de Chile hubiese asistido a una de las
comisiones de RR.EE. del Congreso. Y también creo que es muy conveniente que
se conozca cuál es la nota de protesta que la Cancillería manda para poder
saber el tenor de ésta. Creo que el hecho de haber llamado al embajador, sin
duda, tiene un significado político importante, pero siempre es posible hacer
algo más.
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Cada quien en su lugar. La mesa directiva de la Democracia Cristiana
ha dado por superado el caso y lo que corresponde a todo militante es actuar
con respeto y disciplina.
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La reacción del PC frente a este episodio tensiona aún más su relación
con la DC…
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Este no es un hecho que se pueda simplemente aislar, la DC cree que el
nuevo gobierno debe impulsar una política internacional muy activa en materia
de derechos humanos y promoción y defensa de la democracia. ¡Cómo lo hacemos
con un partido que hoy, en el siglo XXI, dice que en Cuba hay democracia y
libertad!
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Si la afirmación general es que en materia de derechos humanos y
democracia todos deben comprometerse, esto significa que «todos» deben hacerlo con «todos
los derechos humanos» y con una genuina «democracia».
Implica que todos los parlamentarios
democratacristianos deben votar sin matices a favor de los derechos de las
mujeres, de los derechos de los trabajadores, de los derechos de los niños, de
los derechos de la educación, de los derechos al agua y al saneamiento y de
una democracia fundada en una nueva Constitución.
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Más allá de temas programáticos, ¿este tipo de disensos hacen inviable
la continuación de una coalición como la Nueva Mayoría?
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La Nueva Mayoría es un acuerdo político programático. No es una
coalición, serlo implica un grado más alto de acuerdo político. La diferencia
con la Concertación es que no teníamos diferencias en los conceptos básicos
de democracia, de derechos humanos, de crecimiento con equidad. La
experiencia de la Nueva Mayoría ha sido negativa y eso ha quedado demostrado
en las autocríticas que los distintos partidos y el gobierno han hecho.
Llegar a construir una coalición supone un nivel de acuerdo político mayor
que el acuerdo político programático que termina con Bachelet. Estas
constataciones en que se ratifica este nivel de diferencia en materias
relevantes demuestra un nivel de diferencias que complica a una coalición.
Otra cosa es que pueda haber acuerdos puntuales, parciales…
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Una coalición no se define por los grados de acuerdo sobre el más allá,
sino sobre los contenidos de un programa de cuatro años, al principio de la transición,
seis años con Frei y Lagos, y, nuevamente, cuatro años en los gobiernos sucesivos.
El consenso al que se refiere Martínez es el de la lucha contra la
dictadura que movilizó a todo el pueblo chileno, y cuyo relato condicionó tanto
la transición democrática como los programas de Aylwin, Frei, Lagos y
Bachelet. Pero nunca la Concertación fue pensada para gobernar un periodo de
20 años y, por eso, no tiene ninguna lógica —derivada de un error teórico y
metodológico— comparar este prolongado periodo con las realizaciones del
gobierno de 4 años de la Nueva Mayoría.
No es lo mismo un cambio de régimen a un cambio de gobierno. Por eso,
no se puede pretender que el consenso de la Nueva Mayoría vuelva a ser el
consenso político-cultural para la transición, para restablecer los derechos humanos, las
instituciones democráticas y el fomento de las garantías de derechos.
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¿Cuáles son, entonces, las condiciones para conformar nuevamente una
alianza con el PC?
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Todos los partidos de la Nueva Mayoría debiéramos estar en una
reflexión sobre lo que se ha hecho, lo bueno y lo malo y la falta de apoyo al
gobierno. Y cómo esto ha impactado a nuestros partidos electoralmente y en
los sectores sociales. Y los que tenemos un carácter doctrinario, debemos
situar esa reflexión en una visión de largo plazo, respecto del país y de
nuestro futuro. Nuestra relación es complicada, para nosotros y para ellos.
Molesta a muchos militantes y periferias, nuestras y de ellos. Y las
diferencias están ya en el límite, si es que ya no lo han sobrepasado.
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Por largas décadas las diferencias ideológicas y doctrinarias entre
partidos no les han impedido ponerse de acuerdo en torno a políticas públicas
concretas. Si no fuera así, no habría sido posible la estabilidad ni el
progreso alcanzado en democracia.
Las diferencias doctrinarias e ideológicas con los comunistas han
existido desde mucho antes de la reciente prohibición de ingreso a Cuba que
ha venido a poner en primera plana la prensa de derechas para agudizar las
tensiones con la izquierda en el seno de la Nueva Mayoría.
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¿Pero en qué se piensa en concreto cuando se habla de una nueva
coalición?
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Nosotros estuvimos en los hechos en una discusión permanente durante
estos cuatro años, entre la posición refundacional y la que planteaba que los
cambios son parte de un proceso, que se sustentan en etapas sucesivas que se
fundamentan entre sí. Eso fue una permanente tensión y tironeo que explica
parte de las deficiencias del gobierno, las diferencias en la reforma
tributaria, en educación, etc. Un nuevo gobierno, si quiere ser eficiente, lograr
sus objetivos y lograr apoyo ciudadano y no estar en el 20 o 25%, tiene que
tener una sola línea en esta materia. Tiene que resolverse si va a ser
refundacional de izquierda o de una línea de centroizquierda, eso es una
definición crucial que ordena las definiciones programáticas. A partir de esa
definición, después tiene que fijarse la línea central en cada campo. Si en
lo económico la línea es crecimiento con equidad o solo equidad. Hay que
tomar una línea, no puedes estar jugando nuevamente en dos caballos y sobre
esa base, los que están de acuerdo en esas líneas centrales son los que están
en posibilidad de formar una coalición. Ahora puede pasar que haya algunos
que estén en disposición de cooperar con parte de esa agenda, pero no con el
todo, porque discrepen con parte de ella. Eso puede ser una posibilidad,
porque en política hay que intentar ser creativo y no quedarse con fórmulas
ortodoxas, inamovibles, porque necesita asegurar gobernabilidad. Algo así
expresé con la idea de los círculos concéntricos.
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Ni las políticas refundacionales de la retroexcavadora, ni las políticas de freno de los matices, han sido las que, finalmente,
se han impuesto en el gobierno. Más bien han sido las polémicas desatadas por
estas tendencias las que han contribuido, junto a los casos de corrupción que
comprometen a personeros y partidos oficialistas, a la pérdida de popularidad
del gobierno y de su coalición.
Constituye un exceso de creatividad esta geometría que, con el nombre de círculos concéntricos, busca dar
cuenta de distintos niveles de lealtad, adhesión y compromiso con la gestión
de gobierno. Un diseño semejante, simplemente, no funciona, en ninguna parte,
porque la gestión de gobierno entraña acuerdos concretos sobre objetivos,
plazos, iniciativas y recursos. Nadie se compromete hasta la mitad del
periodo de gobierno, como nadie se compromete a aprobar sólo en general los proyectos
legislativos, dejando a unos otros anónimos el resto del trabajo.
Una idea
como ésta no tiene asidero en nuestra cultura política.
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¿Y eso no es tener como socios de primera y segunda categoría?
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No, porque no implican categorías, sino que implican niveles posibles
de compromiso de cada uno.
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En teoría, sólo en teoría, la figura de los círculos concéntricos sí
distingue categorías de aliados, como lo hace la iglesia de Saddleback, que
jerarquiza a sus fieles según su compromiso de fe.
La Iglesia de Saddleback diferencia a las personas a través de
círculos concéntricos que van desde los menos a los más comprometidos: la
comunidad, es el mar de gente perdida; la multitud, es la que asiste a las
reuniones de los domingos; la congregación, es la que se ha bautizado; los
comprometidos, es la gente que ha alcanzado la santidad; y el núcleo, es la
gente que ha conquistado el compromiso más profundo.
Diferenciar los grados de adhesión parlamentaria a determinados
proyectos del Ejecutivo sería llevar la ingobernabilidad y el caos a su
máxima complejidad.
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El próximo fin de semana es la junta nacional DC. ¿Usted coincide en
que lo más probable es que se proclame a Carolina Goic como candidata del
partido?
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Me parece conveniente y necesario. Ella representa una excelente
candidata nuestra.
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Será conveniente y necesaria la proclamación de Goic, y ella será una
excelente candidata, mientras quienes apuestan por la primera vuelta tengan
chances de llevarla hasta la primera vuelta. Cuando el partido decida competir
en primarias, otra estrategia de ruptura se le opondrá a Goic para impedir su cometido.
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¿Cómo cambia el escenario presidencial que ella haya aceptado ser
candidata de la DC?
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Coloca en posición una alternativa indispensable, esto es la opción
socialcristiana. Un centro humanista, democrático y reformista.
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Goic no hace sino colocar en posición el humanismo cristiano que
encarnaron otros, como Frei, Zaldívar o el mismo Aylwin, antes que ella. Lo
nuevo de Carolina Goic, no son los valores y principios que simboliza, sino
cómo ella traduce estas orientaciones éticas en una práctica política
superadora de la vieja política del siglo xx.
Es esto lo que cambia radicalmente el escenario presidencial, porque abre
puertas y ventanas de par en par para que entre aire fresco y renovado. Esta
es la clave de su promesa.
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El centro del debate de la futura junta DC será la definición entre
primarias y presentarse a la primera vuelta presidencial. Usted es partidario
de la segunda opción. ¿Por qué?
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La primaria no permite desplegar un planteo con identidad. La sociedad
reclama representación de su diversidad y no forzar la homogeneidad y menos
antes de tiempo. La primaria no tiene sentido con la existencia de la primera
vuelta, esta sustituye con mucha mayor convocatoria y eficacia a la primaria.
Que tengamos un consenso en Carolina y que tengamos opiniones distintas
respecto de la conveniencia de participar en primarias o hacerlo en primera
vuelta son dos temas diferentes. No hay discusión respecto de la persona y
eso es un muy buen avance entre nosotros. Un acuerdo leal respecto de una
persona. Lo otro es determinar en qué cancha competimos y el partido tiene
que pensar en su estrategia mirando el largo plazo, no el corto. Por tanto,
es una definición que le pertenece al partido colectivamente, que dice
relación con su futuro.
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Las primarias y la primera vuelta no se diferencian esencialmente por
su capacidad de convocatoria, sino por la función articuladora e integradora que
cumplen en el sistema de partidos.
«Las
primarias» revisten una competencia entre partidos. Su función es seleccionar al
candidato/a e integrar y cohesionar a triunfadores y perdedores en torno a un
liderazgo, un programa y una mayoría parlamentaria con vocación de gobierno
mayoritario.
Si la
democracia chilena fuera un régimen parlamentario, las primarias no serían
necesarias pues su función la cumplirían los diputados, los jefes de
bancadas, a la vez, jefes de partidos, y, eventualmente, jefes de gobierno y
ministros. Todos ellos estarían obligados a formar coaliciones para darse un programa,
organizar los apoyos parlamentarios y constituir gobierno.
«La primera
vuelta» bajo un régimen presidencial, es una competencia entre coaliciones y
partidos que ya han definido su liderazgo, su programa y sus cartas
parlamentarias. Su función, como la del balotaje, es determinar quién, finalmente, gobernará.
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Por eso pide que se pronuncien los militantes…
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Sí, pues es una definición tan vital porque gravita no solo respecto
de esta coyuntura, sino que tiene impacto respecto del futuro de la DC y por
eso todos nuestros militantes tienen derecho a opinar y decidir. Nuestra
junta también es representativa y soberana, y por lo mismo debe reivindicar
la participación de quienes representa. Pero, además, creo que esto dice
relación con los problemas de nuestra democracia, ¿por qué los partidos
tienen problemas para refichar? Porque el militante siente que no es
consultado en las decisiones importantes y que solo es llamado para elegir
dirigentes, pero no es consultado para definir los temas que son gravitantes
y en la DC todos sabemos que esto es gravitante, ir a primarias o ir a
primera vuelta. Entonces digo: ¿Cuál puede ser el temor que se consulte a
nuestros militantes? ¿Alguien ya supone el resultado de esa consulta?
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La nuestra es una democracia representativa. Esto significa que se
ejercita desde la junta de vecinos hasta el Congreso Nacional y el Gobierno,
a través de representantes legítimos, elegidos en elecciones libres e
informadas. Lo mismo que en la Democracia Cristiana. Esta es una colectividad
institucionalizada donde los militantes eligen a representantes en quienes
delegan la facultad de tomar decisiones tanto en la Mesa, como en el Consejo
Nacional, la Junta Nacional o el Congreso del PDC.
En estos órganos, como rezan los estatutos partidarios, está radicada
la facultad de constituir alianzas políticas, aprobar programas, concordar
candidatos y determinar los futuros cargos. Por lo tanto la junta es soberana
para proclamar a Goic, resolver la participación en primarias, sancionar la
propuesta programática y decidir sus pactos parlamentarios.
La pregunta que surge es ¿por qué no se quiere que la Junta Nacional
ejerza sus atribuciones? ¿Por qué se quiere menoscabar el valor y la
legitimidad democrática de la Junta? ¿Cuál es el temor a que las
instituciones partidarias funcionen? ¿Acaso ellas y sus representantes no expresan la voluntad de 20 mil militantes que se movilizaron en diciembre y enero?
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Pero ¿no es la tarea de los dirigentes resolver estos dilemas
precisamente?
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No, creo que los dilemas fundamentales en las sociedades modernas y
democráticas se resuelven convocando la participación de los ciudadanos. No
es desconfiar del dirigente, es que este tenga un mandato más directo por
parte del ciudadano, eso activa la participación. Estoy seguro de que va a
significar que si en las elecciones internas votaron 21 mil -que era una muy
buena votación en términos comparados con los otros partidos- vamos a tener
votando 40 mil o más militantes en una definición de ese tipo.
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Hay que decir también que la disyuntiva primarias o primera vuelta ha
sido convertida en «dilema fundamental
de la sociedad moderna y democrática» por quienes bregan para que la
Democracia Cristiana rompa con la alianza de centroizquierda.
Hay que agregar a esto que el plebiscito que proponen es el escenario ideal
de ruptura pues lleva la polarización interna al límite, movilizando para
ello los desproporcionados recursos comunicacionales disponibles. No serían
las bases militantes las protagonistas, sino la derecha y sus «periodistas», «analistas» y «encuestólogos»
que, durante dos meses, estarían vaciando su artillería contra el partido
y sus estructuras.
Como se ha visto en estos días previos a la Junta, en esta campaña
eminentemente mediática arreciarían las más acervas críticas contra los
comunistas, el Gobierno, la Nueva Mayoría, la Concertación y hasta la
transición democrática. Las primarias del 2 de julio pasarían a segundo plano
y saltaría al tapete la lucha de todos contra todos.
Cualquiera fuere el resultado del susodicho plebiscito, se abriría una
brecha imposible de cerrar y, a río revuelto, y a la larga, la derecha recuperaría
el gobierno, porque no habrá sido posible conformar una mayoría de
centroizquierda con la Democracia Cristiana. Sería el más grande espectáculo
de réquiem por un partido: Mariana Aylwin renunciando a la DC, como lo ha
advertido; Carlos Huneeus convocando a la libertad de acción del partido en
segunda vuelta; Ignacio Walker llamando a votar en blanco; y otros, émulos de
Ravinet, invitando a integrarse al gabinete de Piñera.
Pero la pregunta crucial es ¿por qué quieren el plebiscito?
Quieren el
plebiscito porque los potenciales electores no serían los veinte mil militantes que votaron en
diciembre por las estructuras territoriales que quedaron representadas en la
Junta Nacional. Lo quieren porque los potenciales electores no serían los veinte mil democratacristianos que en enero le granjearon
la mayoría indiscutida a Carolina Goic como presidenta de la colectividad. Lo
quieren porque los electores convocados a votar serían los 117.208 inscritos en los registros
del Servel; gente que no conoce el partido, que no hace vida partidaria, que no tiene compromiso con la falange, con el gobierno ni con la coalición. Gente que cuando se va a sus casas para que se inscriban responden que no tienen nada que ver con este partido. Gente, en suma, movilizable para zanjar
el «dilema fundamental» de
continuar en la centroizquierda o de abandonarla.
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El gobierno y diversos personeros, entre ellos el ministro del
Interior, han opinado a favor de que la DC vaya a primarias. ¿Qué le parece a
usted?
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A mi juicio, es un principio en la relación partido-gobierno que éste
y sus personeros permitan que los temas internos de los partidos se mantengan
al interior de estos sin su participación, más cuando se refiere al futuro
posterior a este gobierno.
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Cuando se trata de Mario Fernández que, como ministro del Interior, ha
echado por tierra la tesis de que los ministros democratacristianos no se
entienden con la Presidenta o son ninguneados por la izquierda, entonces se alzan voces reivindicando la prescindencia del gobierno en los asuntos
internos de la DC.
Cuando era Jorge Burgos quien intervenía en el partido a favor de la
política de los matices, entonces no sólo no se le reprochaba su conducta,
sino que se le daba tribuna y se la aplaudía.
Cuando no se aplica el mismo
rasero al mismo hecho, el juicio pierde valor.
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¿Qué le hace pensar que la Nueva Mayoría sobrevivirá a la presentación
de un candidato DC en la primera vuelta?
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Porque aprendimos hace tiempo que Chile necesita gobernabilidad, eso
supone gobiernos de mayoría y nuestra definición es hacerlo en el espacio de
la centroizquierda. Cuando el PPD y el PR notificaron al resto que iban en
otra lista en las elecciones municipales, ¿pasó algo al final? ¿O cuando
fueron Lavín y Piñera en primera vuelta? Aquí toda decisión estratégica desde
la izquierda es válida y las nuestras son cuestionables. Algunos se
acostumbraron a imponer sus líneas, sus programas, sus formas de gobierno, y
eso también está en juego en esta decisión. Primera vuelta implica volver a
respetarnos. Somos a lo menos dos partes y debemos volver a respetarnos.
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La DC no sobrevivirá a un camino en solitario, sino como apéndice de
una nueva coalición de derecha.
La propuesta de ir a primera vuelta no es comparable con lo que
hicieron el PPD y el PR ni Lavín y Piñera en su momento.
Recordemos que el PPD y el PR separaron listas de concejales, pero no
de candidatos a alcaldes. De haber llevado candidato a alcalde en cada
comuna, habrían roto la Concertación. Lo que, por el contrario, hicieron fue
algo semejante a levantar dos listas parlamentarias, pero con un solo
candidato presidencial.
¿Pasó algo al final? Hagamos memoria: inmediatamente
después de las municipales de 2008, los partidos Socialista y Demócrata Cristiano,
a través de sus timoneles Camilo Escalona y Soledad Alvear, firmaron la
denominada Acta de Concepción, por la cual pactaron candidato presidencial y
lista parlamentaria común.
Asimismo, cuando Lavín y Piñera decidieron competir separadamente fue,
primero, porque dieron por triunfadora a Bachelet, segundo, porque para RN
era la única manera de no perecer a manos de la UDI y de su candidato Lavín
y, tercero, porque el binominal no les daba más alternativa que unir fuerzas.
Sólo abrigando la íntima convicción de que quien vencerá en noviembre
es Piñera, se puede llegar a la conclusión de que el camino propio a la primera
vuelta es la senda que debe transitar la DC.
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¿Hay riesgo de quiebre en la DC respecto de este dilema?
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No, no lo hay. El acuerdo nuestro, que fue un acuerdo unánime de la
junta nacional (fui uno de los corredactores del voto en la parte
específica), fue señalar que la DC aspiraba a mantener un acuerdo político,
para los efectos de gobierno, en el ámbito de la centroizquierda. Ese es
nuestro norte. En eso no tenemos matices, nadie está planteando ni camino
propio ni menos alianza hacia la derecha. La discusión sobre primaria o
primera vuelta es estratégica, cómo logramos presentar mejor nuestra
posición, nuestro aporte y nuestra identidad en una minicampaña de dos meses
con un electorado parcial o ante todo el país y durante siete meses de una
verdadera campaña presidencial.
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La
primera vez que alguien planteó el camino propio en la DC fue en su junta nacional,
la tarde del sábado 26 de julio de 2014, cuando en un discurso de más de una
hora Gutenberg Martínez propuso que de cara a la elección municipal el partido postulara
un candidato a alcalde en cada una de las 350 comunas de Chile, lo cual entrañaba
salirse de la Nueva Mayoría.
Por otra parte, permanentemente
el grupo liderado por Mariana Aylwin ha propuesto que la DC constituya una
coalición de centroderecha con Amplitud, Evópoli y Ciudadanos, entre otros.
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¿Pero se observa un fuerte debate sobre estas dos opciones?
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El primer debate es sobre el plebiscito para decidir. El segundo es
sobre las dos opciones. Son diferencias reales y muy importantes para el
futuro del partido. No solo por lo que estamos hablando en lo contingente.
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En este caso, el orden de los factores altera el producto. El primer
debate es lo que se quiere convertir en «la
cuestión previa», esto es, si la Junta Nacional tiene o no tiene facultades para
decidir por primarias o por primera vuelta. Desde la fundación de la
colectividad, en 1957, la Junta ha sido siempre soberana para resolver. Por
consiguiente, no existe cuestión previa.
El siguiente punto del debate es si la DC participa o no en las
primarias del 2 de julio. Se darán entonces distintas razones para oponerse a
esta decisión: que los partidos y los candidatos presidenciales podrían no
alcanzar a inscribirse y, en último término, que tal vez no haya primarias. Lo
cierto es que cualquiera de estas eventualidades puede darse, pero ninguna de
ellas es vinculante con el voto de la Junta en apoyo a las primarias. Dicho de otra manera no tiene sentido postergar esta decisión a causa de lo que podría ocurrir pero aún no ocurre. En su momento
se convocará a otra junta, como tantas veces se ha hecho, para adecuar
los acuerdos a las nuevas circunstancias.
Sólo despejado este punto, no antes, la Democracia Cristiana puede proclamar a
su candidata.
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Usted habla mucho de la identidad DC. ¿Cuál es esa identidad en lo
sustancial?
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La identidad DC parte en ser un partido doctrinario y de principios
que busca llevar a la realidad y que inspiran su accionar. Su centralidad
está en la persona humana, esta no es solo materia y tiene derechos
inalienables, como el derecho a la vida. Los DD.HH. En los valores está la
trilogía amor-solidaridad, justicia y libertad. Justicia social y libertad
con responsabilidad. Subsidiariedad con solidaridad. Lo comunitario es de
nuestra esencia, por eso priorizamos las comunidades, los distintos tipos de
familias, las comunidades religiosas, las cooperativas, las organizaciones,
etc. Por eso hablamos de superar la dicotomía Estado-mercado por la trilogía
Estado-mercado y comunidad. Aterrizando esto a lo político, el compromiso con
la democracia sin apellidos y el rechazo a toda dictadura. En lo económico
social, el crecimiento con equidad, la economía social, ecológica e inclusiva
de mercado y la justicia social. En lo mundial, una globalización, su
humanización, solidaria y con gobernabilidad.
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La identidad democratacristiana no es una arpillera de palabras y
conceptos más o menos hilvanados fuera del tiempo y del espacio donde
transcurre la vida.
La identidad democratacristiana, más que una definición abstracta, es
una construcción histórica colectiva de la que son tributarios las ideas, los
testimonios de sus militantes, el comportamiento virtuoso de sus líderes, los
mártires que dieron la vida por sus ideales, sus representantes populares,
sus luchas comunes y compartidas con otros.
Es lo que Ernesto Moreno ha escrito en «A propósito de la identidad democratacristiana»:
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¿Es de los que creen que no hay ninguna posibilidad de que Goic se
imponga en una primaria oficialista?
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Me gustaría que fuera posible, pero creo que nuestra llegada es mejor
en primera vuelta que en primarias, ya he visto una encuesta que así lo
indica.
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No hay ventajas en una primera vuelta. ¿Quién vio mañana? Faltan nueve
meses para la elección presidencial. Es el mismo tiempo que Guillier lleva en
carrera. ¿Qué ha ocurrido sin embargo con él? Ha ocurrido que ha iniciado su
descenso. Goic, corriendo sola contra la Nueva Mayoría y Chile Vamos, padecería
un vértigo semejante al de Límite Vertical: caída libre e instantánea.
De cualquier modo, una regla de verificabilidad mínima aconseja saber
cuál es la encuesta que augura mejores resultados y cuál es su metodología.
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El argumento de Osvaldo Andrade es totalmente contrario: que Goic
tiene posibilidades de imponerse porque la izquierda va a ir dividida entre
Lagos, Guillier e -probablemente- Insulza…
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Me parece que Osvaldo practica juego de billar, lanza una bola que
parece ir a nuestra banda, pero en verdad está destinada a caer en la banda
del PS.
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Si Osvaldo Andrade practica juego de billar, le habría acertado a dos
troneras: la primera, que Goic tiene posibilidades en primarias; y la segunda,
que si la izquierda va dividida entre Lagos, Guillier e Insulza, Goic gana.
Quienes rechazan las primarias piensan que Goic perderá lo mismo con
la izquierda unida que con la izquierda dividida. Simplemente, no creen que Goic
pueda ganar.
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Ir a primarias, entonces -a su juicio-, es perpetuar una posición de
minoría en la centroizquierda
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Exactamente, y la lógica del acuerdo nuestro, cuando fundamos la
Concertación, es que éramos o somos dos partes. En que había algún principio
subyacente de alternancia. Y que había un principio explícito de entender que
la riqueza del acuerdo era el que ambas partes se respetaban y tenían una
competencia regulada. Y, además, estimo que en la crisis de representación
democrática en Chile, una crisis, en el intento de forzar acuerdos de
homogenización, para mantener la tendencia de enfrentar dos bloques, lo que
obedece a un esquema que era indispensable al comienzo de la transición, pero
que hoy no responde a la exigencia ciudadana. Esa exigencia hoy día, desde un
punto de vista sociológico, es la realidad de la diversidad. Este fenómeno es
muy central. Así, un aporte al problema de la representación democrática es
la primera vuelta. La política necesita más competencia y diversidad. Es un
error en la derecha, y en la centroizquierda buscar esta homogeneidad desde
el principio. De eso la gente más bien está cansada. Es una visión
equivocada. Eso se hace en el tiempo que media entre la primera y la segunda
vuelta. El acuerdo CD-PSD en Alemania es un buen ejemplo.
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En lo sustantivo se sostiene que hoy hay más diversidad que hace 30
años y que, por eso, se precisan más ofertas políticas que las que ofrecen las
dos grandes coaliciones, lo que se conseguiría si la DC va directo a primera
vuelta. No obstante, sucesivas elecciones en todos los niveles y bajo el
sistema proporcional revelan que el electorado se ordena en función de
alianzas clásicas, y que la idea de reeditar los tres tercios no es más que
una remembranza nostálgica.
Así han construido gobiernos de mayoría la izquierda, la
centroizquierda y la derecha, sin por ello renunciar al pluralismo de las
convicciones.
Se afirma también que un pacto de investidura —acuerdo sobre el
candidato, el programa, los equipos de gobierno, los parlamentarios que
apoyarán— se consigue entre la primera y la segunda vuelta, o sea, en menos de 28 días. Y se pretende confirmar la hipótesis citando el ejemplo del régimen parlamentario de
Alemania para un régimen presidencial como el chileno. Pero todo el mundo
sabe que en Alemania el pacto de investidura lo suscriben los parlamentarios miembros
de coaliciones que deben reunir el quórum requerido para elegir al jefe de gobierno.
Por eso el acuerdo CD-PSD. En Chile el mecanismo más cercano a dicho procedimiento
de investidura es la primaria institucional.
Las palabras de Enrique Krauss han sido más elocuentes que todas estas
elucubraciones: «participar
aisladamente en primera vuelta no resulta sino una evasiva transitoria que, a
la larga, puede complicar la situación, pues una campaña en paralelo
naturalmente es fuente de discrepancias y diferencias...»
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