Tomás de Aquino |
En la prensa de los últimos días han arreciado los comunicados de prensa
o entrevistas de dirigentes y parlamentarios de la Nueva Mayoría apuntando a las
divergencias entre los partidos que la integran.
Independientemente que estas divergencias parlamentarias o de opiniones
particulares se hayan exacerbado comunicacionalmente, entre nuestro Partido y
el Partido Comunista o con personeros del Partido Socialista, no podemos -en conciencia-
dejar de plantear nuestra preocupación republicana por lo que pueden significar
las potenciales divisiones en el futuro. Muchos de nosotros ya vivimos la época
en que se produjeron discusiones similares, las que ayudaron a generar la peor
tragedia política y constitucional de Chile del siglo XX, la dictadura. Sabemos
cómo comienzan las escaramuzas, pero también, donde pueden terminar.
Dolorosamente, todos los chilenos/as aprendimos esa lección. Sabemos que el
antídoto para hacer los cambios de fondo y evitar el marasmo de la reacción
conservantista, es la unidad política y social del pueblo, que tiene
actualmente su expresión en la Nueva Mayoría.
Nos parece curioso que ahora, entren al debate algunos personeros que
fueron actores importantes en la ingobernabilidad de esos años denunciando
anticipadamente el posible fracaso de la Nueva Mayoría, así como en ese entonces
pregonaron radicalizaciones ideológicas que obstaculizaron una unidad
progresista y entre quienes deseábamos continuar con el cambio estructural
iniciado con la Revolución en Libertad.
Nuestra condición de demócratas cristianos nos compromete a pedir con
urgencia, señales que en lo fundamental sean de unidad dentro de la diversidad
que tiene la actual mayoría política. Hay que responder oportuna y
pertinentemente con eficiencia, a las esperanzas que Chile decidió por inmensa
mayoría hace sólo diez meses.
Lo pedimos porque estamos profundamente convencidos de lo importante que
es la acción concertada del gobierno y la orientación de los partidos que lo respaldan,
de modo de cultivar cohesión y no diáspora paralizante. En esto creemos estar
avalados por la historia de hace 50 años de nuestro país. Costó mucho
sufrimiento, muerte y sacrificio, forjar la unidad para derrotar la dictadura.
La capacidad para distinguir lo principal de lo adjetivo o circunstancial, tuvo
un alto precio, sin embargo, hoy nos señala el camino que conduce al éxito o al
fracaso, en los emprendimientos
colectivos.
Nos atrevemos a pedir esta actitud abierta y generosa, porque tenemos
confianza en la Presidenta de la Republica y en nuestro partido, la Democracia
Cristiana. También en la vocación de cambio de la Nueva Mayoría, más allá de la
contingencia. No hacerlo significaría servir el interés egoísta de la oposición de
derecha que se opone a las reformas indispensables.
El gran valor de la Nueva Mayoría es su vocación de servicio al país
expresado en un programa de transformaciones estructurales para ser realizado
en libertad y democracia. Lo que sindica también a este agrupamiento, es que
exige un respeto mutuo y encuentro entre estilos y formas diferentes. Para
nosotros nos lleva a adscribir a la tesis tomista que señala que la diversidad
no disminuye el valor de la identidad partidaria, sino que la proclama y
profundiza, al converger en la unidad de propósitos con otros que son
diferentes.
Esta
unidad de objetivos y medios pacíficos, se logra paso a paso, a través de miles
de pequeños gestos y prácticas. Se orienta usando rutas diversas, pero
dirigidas hacia una genuina democracia, sustentada en el respeto a las personas
y su dignidad, la igualdad ante la ley, la justicia, la libertad y la
solidaridad. Recogemos en esto el aporte de siglos de experiencia vividos por
muchos chilenos que fueron ampliando nuestra democracia. Insistimos que ni la
sociedad plenamente democrática, ni la búsqueda de la justicia social, podrán
ser conquistadas con proyectos divisorios y excluyentes.
En
este sentido, propiciamos la exigencia de claridad y transparencia de lo que
cada uno piensa respecto al futuro de Chile. ¿Con quién construir la unidad? El
sentido de la verdad histórica de cada etapa debe observarse con todos sus
matices, debe ser puesto sobre la mesa, para buscar el entendimiento sincero y
claro, con todos los que están dispuestos a avanzar hacia un nuevo orden institucional,
social, jurídico, político y económico de justicia y equidad.
La principal
forma de construir una verdadera alianza con otros, es teniendo claridad en el
propio pensamiento y la disposición al encuentro fraterno. Con la identidad confirmada,
conociendo los límites de las diferencias, podemos saber bien, hasta dónde
estamos dispuestos a llegar. La unidad del pueblo chileno y la sociedad justa,
debe ser consecuencia de pensamientos, ideales y afectos construidos en común,
por sobre las reales diversidades que reconocemos.
En
1988-89 pusimos fin al gobierno dictatorial, sin embargo, no conseguimos
transformar lo suficiente la institucionalidad del sistema político y económico
diseñado por los ideólogos neoliberales y aplicado por los guardianes fríos y
pragmáticos del autoritarismo que consiguieron prolongarlo. Este segundo paso
debe darse, con la gradualidad y la urgencia requeridas, pues es la tarea de
esta hora. Hay que juntar fuerzas y curar heridas, para reiniciar desde ya el
esfuerzo que permita superar un régimen económico que ha sido injusto, inmoral
y deshumanizante, además ineficiente, para resolver los grandes problemas de la
sociedad chilena, en el actual ciclo histórico. En definitiva construir un
nuevo régimen político, inclusivo, participativo y democrático, desde la
vigencia plena de los derechos humanos.
Ignacio
Balbontín, Pedro Hernández, Patricio Huepe G., Rodolfo Fortunatti, Ricardo
Moreno, Alejandro González G., Ramón Mallea A., Diego Calderón G., Mariano
Ruiz-Esquide, Belisario Velasco, Jorge Consales, Alejandra Miranda, José Soto
S., Pili Mallea A., Hector Gárate W., Leonel Sánchez, Carlos Eduardo Mena, Juan
Manuel Sepúlveda M.
29 de octubre de 2014