Cronos corta las alas a Cupido |
Rodolfo
Fortunatti
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Miedo a perder el poder es lo que se conoce como Síndrome de Cronos. En
la mitología griega Cronos destronó a su padre, Urano, y, después, presa del
temor a ser desplazado por sus hijos, como lo anunciaba la profecía, fue
devorando a cada uno de ellos.
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No bien hubieron concluido los rituales con que la Junta Nacional de la
Democracia Cristiana inició una nueva etapa en el partido, se pusieron en
actividad múltiples mecanismos de control destinados a rodear y a limitar la
capacidad de movimiento de la nueva mesa.
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Quizá una de las piezas más elocuentes de esta reacción esperada, sea el
discurso del ministro Jorge Burgos a la Junta. Ese que nunca fue pronunciado
y que, no obstante, fue publicitado una semana después. Nada impedía que el
ministro lo leyera ante la asamblea. Aún más, por la defensa que hacía el
jefe de gabinete de su agenda propia, de la política de los matices y de sus
contrapuntos con los comunistas, no sólo existía amplio espacio y oportunidad
para formularlo, sino que, a no dudarlo, el ministro habría contribuido al
debate… y, naturalmente, a acaparar las críticas de sus camaradas.
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¿Por qué no lo hizo? Porque tras un desenlace que cambió el balance y las
proyecciones estratégicas de la colectividad, ya la audiencia no era
receptiva a esas ideas.
¿Por qué decidió hacerlo fuera del contexto ofrecido por la máxima
instancia de resolución democratacristiana? ¿Qué sentido tiene difundir ahora
un planteamiento que no influirá en la decisión que adoptó el partido? ¿Por
qué arriesgar así la máxima posición jerárquica que detenta el partido en el
Gobierno?
Porque, al igual que la entrevista al senador Ignacio Walker en El
Mercurio, el texto busca redibujar la cancha que rayó la Junta Nacional DC,
un paso que es visto como la derrota terminal de las tesis que han alimentado
las fricciones de los últimos meses.
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En su entrevista, Walker procura reinterpretar el voto político aprobado
y, lo que no puede parecer menos que simpático, intenta hacer una traducción
de las palabras pronunciadas por la presidenta del partido. Algo así como
Goic en versión Walker. Pero la Junta desechó romper con la
centroizquierda y rechazó aventurarse en el camino propio, como Walker y
otros de su sector han insistido durante este período. Y si una palabra se le
ha oído clara a Carolina Goic es que más que hablar de matices desea hablar
de cambios. De este modo, el discurso ex post facto de Burgos y la
exégesis de Walker, se convierten en los modelos más representativos de cómo
dar un giro retórico y seguir diciendo lo que ya fue superado por las
circunstancias.
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Desde luego, no son puras palabras. Hay también conductas. Se ha
anunciado la instalación de una especie de guarnición, integrada por
expresidentes de la colectividad. Estos tendrían la tarea de reforzar a la
directiva, lo cual puede ser entendido como sumarle fuerzas y dejarla
gobernar o, en el extremo, como ir en auxilio de lo que, en apariencia, se ve
débil y vulnerable y acabar ocupando su lugar. Hay que decir que aquella
imagen de los expresidentes detrás de la nueva mesa, si acaso tuvo un valor
iconográfico por reflejar el consenso del 2 de abril, no es en modo alguno
determinante de la solución que, finalmente, concordó la máxima instancia de
deliberación DC.
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La figura de los expresidentes no existe en la institucionalidad
partidaria y, por su carácter honorífico, sus opiniones no pueden ser
vinculantes con lo que resuelve la directiva. Tampoco el comité programático
que se pretende sea dirigido por el exministro de Hacienda Alejandro Foxley,
existe en los estatutos, y sus propuestas estratégicas no podrían ir más allá
de las que resulten del VI Congreso Nacional de la Democracia Cristiana.
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Es el síndrome de Cronos. Fatal, sin embargo, pues el dios del tiempo
terminó derrotado por sus hijos.
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En un pasaje de su discurso ante la Junta DC, la Presidenta Bachelet
apuntó a los próximos desafíos. «Tenemos aún un largo trecho por recorrer
para hacer realidad el país que anhelamos —dijo—. Más largo que lo que
abarca el actual Gobierno. Ahora es cuando Chile necesita una Nueva Mayoría
sólida y una Democracia Cristiana fuerte y dinámica». Fue el momento
cuando la audiencia rompió en aplausos mientras el diputado Andrade comentaba
a algún escéptico —y aún más perplejo— que, de vez en cuando, sólo de vez en
cuando, había que escuchar la voz de las bases.
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