Rodolfo Fortunatti
Las
crisis son pruebas que permiten aquilatar el temple de los liderazgos. Sobre
todo de figuras emergentes, exigidas no sólo a demostrar control y equilibrio
frente a las turbulencias, sino de acreditar atributos políticos más
permanentes, que son los que despiertan confianzas, estimulan adhesiones y
capturan el apoyo de los electores.
El
actual es un momento crítico para la política en general. Lo es para el
gobierno y la oposición. Y también lo es para la Democracia Cristiana, el
principal partido de la Nueva Mayoría y, quizá por ello, la colectividad en
cuyo interior se reproducen todas las tensiones que generan las definiciones de
futuro.
Una
de tales definiciones es el lugar que debería ocupar la tienda en el actual
espectro político. Hay quienes la confirman como una colectividad situada en la
centroizquierda, y quienes la desean como una entidad aliada a la
centroderecha, esto es, Fuerza Pública, Amplitud y Renovación Nacional.
De
cómo, finalmente, decantará el conflicto dependerá de cuán bien le vaya al
gobierno y de cuán cohesionada se muestre la oposición. Parece claro que el
éxito de las reformas fortalece una opción de centroizquierda, como abandonar a
la UDI a su aislamiento favorece la aparición de un nuevo conglomerado de
centroderecha.
La
empatía desplegada por Carolina Goic —senadora, jefa de bancada y
vicepresidenta de la DC— hacia la Presidenta, el Gobierno, la coalición y su
propio partido, genera un hecho nuevo. Guste o no, se admita o no, la irrupción
de Goic la pone en la pista de la carrera por la sucesión presidencial. Con sus
42 años, justo en el centro de la pirámide de población con derecho a voto,
queda en posición de capturar la adhesión de los electores más jóvenes, que son
los más renuentes a los modos agresivos, competitivos y segregativos con que se
practica la política en Chile.
En
contraste con esta cultura política, de suyo darwinista, el talante altruista
de Goic tiene la virtud de la oportunidad por ser contemporáneo a lo que Frans
de Waal ha llamado la edad de la empatía. Una época signada por los anhelos de
igualdad, de deliberación democrática, de libertad con los otros, de armonía
con la naturaleza y de respeto por la dignidad esencial de las personas.