Una de las influencias más cruciales de
Jacques Maritain en la generación de jóvenes que fundó la Falange Nacional y,
más tarde, la Democracia Cristiana, fue aquel principio doctrinario según el
cual la acción política es una actividad moral. Que sea moral significa que debe
proponerse fines buenos y verdaderos, tales como la democracia, como el respeto a los derechos
humanos, o como la paz entre los pueblos. Pero de modo muy importante, que los medios
sean proporcionados y apropiados al fin perseguido.
Se preguntaba el filósofo francés en El Hombre y el Estado: ¿No es acaso un axioma universal e inviolable,
un principio fundamental evidente, que los medios han de ser proporcionados y
apropiados al fin, puesto que son vías hacia el fin y, de alguna manera, el fin
mismo realizándose? Lo es tanto como
emplear medios intrínsecamente malos para avanzar a un fin intrínsecamente
bueno es una equivocación y un sinsentido ―concluía Maritain sin el menor atisbo.
Ningún democratacristiano formado en la
vieja escuela ignora este principio, como nosotros no lo ignoramos cuando
juzgamos la crisis venezolana y pronunciamos un rotundo ¡no! a la intervención
ilegítima en el país caribeño, en contraste con la opinión de quienes han
reconocido a Juan Guaidó como «presidente
encargado». Entonces fijamos una diferencia esencial respecto de estos. Porque tal vez coincidimos en el
mismo fin bueno para Venezuela, que es la democracia, pero discrepamos de los
medios.
Si los medios no son proporcionados, o
sea, equivalentes al fin, no se logra el fin perseguido. Si los medios no son
apropiados, es decir, ajustados al fin y a sus condiciones, tampoco se logra el
fin anhelado.
Reconocer a Juan Guaidó como «presidente interino» de Venezuela, es prestar
legitimidad a una autoridad paralela a la existente dentro del Estado
venezolano, lo que en Chile y en los regímenes constitucionales se considera un acto de sedición, en sí mismo una equivocación y un sinsentido pues se
están empleando medios malos para conseguir un fin bueno.
Al reconocer a Guaidó, se acepta ―así se ignoren― el plan y el itinerario concordado previamente entre Guaidó y Washington,
más la OEA y el Grupo de Lima. Se acepta el liderazgo de Donald Trump y de sus asesores en el manejo de la operación, se aceptan los embargos de
activos venezolanos en el exterior, se acepta la eventual intervención armada
de Estados Unidos, se aceptan los llamados a la insurrección de los institutos militares,
se acepta un golpe de Estado, se acepta como costo una guerra civil, se acepta
la presión sobre las fronteras de convoyes extranjeros con donaciones, y se acepta la violación de la soberanía de una nación
independiente desde 1810. Se acepta la violación del derecho internacional y del Sistema
de Naciones Unidas, que son sus órganos, tratados, convenciones y protocolos.
Aceptado todo esto, resultará luego una
interpretación forzada sostener que en realidad lo que se apoyaba era una solución
política, constitucional, democrática y pacífica. Y, a todas luces, un
sinsentido, como diría Maritain, afirmar que se buscaba restablecer el imperio
de los derechos humanos mediante la violación de los derechos humanos.
Si los medios son el fin mismo realizándose, ¿qué fin democrático se está anticipando con el despliegue de portaaviones nuclear y destructores estadounidenses en operaciones navales de intimidación? ¿Acaso una democracia protegida, tutelada, semi-soberana, como la chilena? ¿Quizá el nuevo vigía de Occidente?
Nuestros críticos no podrán eludir las consecuencias que tendrá todo esto en América Latina y en el porvenir de los más pobres y desposeídos.
Portaaviones Abrahm Lincoln |
Nuestros críticos no podrán eludir las consecuencias que tendrá todo esto en América Latina y en el porvenir de los más pobres y desposeídos.
El día de mañana apelaremos al derecho
internacional para defender nuestra soberanía. Entonces nos dirán, con qué
cara, con qué moral, con qué autoridad viene Chile a exigir esto para sí o para
otro Estado.
Ustedes, los chilenos, que reconocieron a un «presidente encargado» y a su «representante
diplomática», ambos activos promotores del alzamiento militar contra el
gobierno constituido, incluso a través de una invasión de Estados Unidos que
traería guerra civil y más sufrimiento.
Ustedes que han instigado el embargo de
bienes que pertenecen al pueblo venezolano.
Ustedes que han tolerado que
Estados Unidos entregue el manejo de esos recursos al «presidente encargado».
Ustedes que, en su doble estándar, apoyan el
estrangulamiento de la economía venezolana hasta el límite del hambre y la
enfermedad de su población más vulnerable, y luego montan el espectáculo de la
ayuda humanitaria, para cumplir su parte del trato en este drama.
Ustedes no
tienen derecho a pedir respeto por sus demandas, cuando hace mucho tiempo perdieron
el respeto por sí mismos.