"Un manotazo duro,
un golpe helado,
un hachazo invisible y
homicida,
un empujón brutal te ha
derribado”…
Elegía, poema de Miguel
Hernández
No te perdono Lucho esta partida. No puedo, me niego. Te
perdono todos los envoltorios de dulces con los que aparecía tu camioneta,
cuando salíamos a terreno en la búsqueda
de algún proyecto; o todas las bebidas de fantasía en tu refrigerador; o las sopaipillas
con las amenizábamos nuestras
sobremesas, mientras escuchábamos algunos de tus discos favoritos; o incluso algún pastel o facturitas que
aparecían junto a un café cortado. O aquel causeo de patitas con un vaso de
chicha y pipeño en el “Wonder Bar, por allá en la calle Balmaceda”. En fin,
todo lo que “teóricamente” no podías comer. Todo te perdono, pero esta partida
no. Muy temprano la muerte levantó el vuelo y nos ha dejado desolados.
La última vez que nos vimos en persona fue unos días después
de tu llegada de Australia en el mes de marzo. Almorzamos en el mítico Bar La
Unión de Nueva York 11 y me entregaste algunos recuerdos para Pamela, mi señora
y Daniela, mi hija mayor. Ambas le envían a Gisela, Alejandra y Francisca, toda
su ternura y consuelo. Luego, de manera virtual el miércoles 27 de mayo, día en
que Marcos Mora nos invitó a una reunión para hablar del futuro del mundo rural post pandemia del Covid 19. Tú
fuiste el de la idea y Marcos la implementó. Quedamos en escribir algunas cosas
y estábamos muy entusiasmados. Nos veríamos
de nuevo el lunes 1 de junio. Pero no apareciste. Te llamé el martes, miércoles
y jueves por la mañana. Luego Ramiro nos contó la infausta noticia: Estabas en
la clínica con Covid19. De ahí todo fue una caída libre. Qué paradoja más
grande de la vida Lucho. Pero estamos convencidos con Marcos, querido Lucho,
que la única forma de honrar tu memoria es terminar o más bien, empezar a trabajar en esto.
A Lucho lo conocí hace mucho tiempo, por allá en los 80 en
INPROA. Pero nuestra amistad comenzó a consolidarse en el Ministerio de
Agricultura allá por finales de los 90. Y sobre todo durante estos últimos 20 años, en donde
coincidimos en INDAP hasta mediados del primer gobierno de Piñera. Después
volvimos al Ministerio, él a Indap, para ser jefe de la División de Asistencia
Financiera, yo a la Subsecretaria. Tuvo
una gran gestión Lucho. De una gran solidez técnica y profesional, como ex
alumno del Instituto Nacional, de la carrera de agronomía en la Universidad de
Chile y posteriormente de un Magister en Finanzas, en la misma Universidad,
aunque nunca hizo halago de esto, sino que sobresalía fundamentalmente por una gran calidad humana.
El diseñó y redactó la primera política
del segundo gobierno de la Presidenta Bachelet hacia el mundo campesino: Resolver
el gran problema de la deuda histórica de los productores y organizaciones
campesinas. Además, por supuesto, de implementar todo una arquitectura de
soporte y ayuda financiera a la actividad campesina. ¡¡¡Fue un gran directivo
público!!!!
Luego, a partir de marzo de 2018, de nuevo a la incertidumbre
y a guarecernos del chaparrón. Sin embargo, Lucho salió con una ala herida. La
nueva autoridad, inventó una acusación en contra de algunos funcionarios de
Indap, entre los cuales se encontraba él también. Esto lo dejó muy mal, muy
decaído, muy decepcionado. Por eso cuando la Contraloría General de la
República, al revisar el caso después de un año, decreta la nulidad de lo
obrado, es decir, que no había méritos
para la acusación, Lucho estaba más
tranquilo. Pero quienes lo acompañamos
en todo este trance, durante toda este tiempo de felonía y mentiras, no podemos ni debemos olvidar, que
una de las consecuencias de esta ominosa
acusación fue una parálisis facial que lo
tuvo recluido en su hogar por meses y de la cual finalmente se recuperó. Esperamos
que la autoridad política de Indap, retire esta acusación. Es lo menos que
merece una persona de la calidad,
estatura moral y probidad de Lucho, de la que todos los trabajadores y
funcionarios de Indap, junto a las
organizaciones de campesinos del país, dan fe.
Un rasgo que caracteriza a Lucho era ser querendón: de su
familia por supuesto, de sus hijas Alejandra y Francisca, lo mismo de sus
hermanos Jorge, Marcela y Pablo. De Gisela, su esposa por años, de quien
siempre hablaba con orgullo de sus logros
Pero cuando hablaba de sus hijas, se iluminaba. Por eso estaba tan
contento con el viaje a Australia para
visitar a su hija Alejandra, ingeniera civil industrial y que trabaja
allá en una empresa minera y acompañado también por Francisca, quien está
terminando la carrera de Veterinaria. Y cuando lo llamé por el deceso de su
madre, me comentó lo feliz que se sentía
de conversar tanto con sus hijas. Al respecto, me recuerdo que en el mes
de agosto del año pasado, que nos encontramos para armar algún proyecto o
sueño, de los tantos que teníamos, que le dije: Luchito, hoy está de mi
cumpleaños mi “taita”, acompáñeme a servirme una copa de vino en su recuerdo. Por
supuesto fuimos de inmediato y nos conversamos la amistad en una botella de
vino. Me comentaba de la trayectoria de su Padre, de su huella como abogado, de
su trabajo en el sindicato de Tranviaros de Chile y en el Ministerio de Obras
Públicas y recordábamos además que su padre y yo teníamos un amigo común, sin
conocerlo yo a él, por supuesto y sin que Lucho supiera. En efecto se trataba
de Mardoqueo Cáceres, abogado y escritor, de quien fui amigo allá por los 80’.
Mardoqueo, visitaba su casa cuando lucho era niño. El mundo es un pañuelo.
En fin, en cada momento honrábamos la amistad. En cada rincón
de Chile generábamos nuevos amigos y concitábamos entusiastas adhesiones a
nuestras ideas, más bien a las suyas: Que la fábrica de alimentos para ganado
en Convento Viejo; que las ovejas en Temuco, que la lechería en Los Ríos y la
Araucanía, para familias mapuches; que
el cordero Kunco en San Juan de la Costa, para un grupo de mapuches –huilliches;
que las cabras en el Choapa, o en Florida o también en María Pinto. Inventaba posibilidades,
generaba conversaciones con sentido. Tenía una capacidad inmensa para comunicar
el propósito de un negocio. Siempre con respeto y poniéndose en el lugar de los
otros. Sobre todo cuando estos otros eran campesinos o comunidades indígenas.
Con ellos Íbamos a iniciar un par de proyectos en la Araucanía y otro en el
norte, con la comunidad indígena de ChiuChiu, allá por Calama hacia el
interior. Estábamos lanzados a terminar esos proyectos, mientras no se
repusiera el anhelado proyecto de Leasing
ganadero, que desarrollaba con Jaime Leal. Sobre este proyecto me decías:
“profesor, aquí le vamos a pegar el palo al gato”. Nos recordábamos una gira
oficial que hizo Lucho, a algunos países de Europa, el año 2016 con otro gran
amigo de Lucho, Ramiro Sanhueza, justamente para obtener antecedentes de
seguros agrícolas. Por ahí circulan
algunas fotos, donde Lucho aparece muy
elegante.
Estimado amigos y amigas, familiares, hijas de Lucho. Hoy, la amistad está de luto, aquella de la mano
abierta y cálida; hoy, la generosidad
(creo que este es uno de los rasgos más característicos de su personalidad) tan
necesaria en nuestro país pierde a uno de sus más grandes representantes; hoy, el compromiso con los más necesitados, con los
campesinos, con el mundo indígena, pierden a uno de los directivos más
comprometidos con su causa; hoy la democracia cristiana, pierde a uno de su más
nobles y comprometidos militantes, esos que son imprescindibles y que tanta
falta le hacen en estos tiempos; hoy, hemos
perdido al gran Lucho Alfaro Lucero, y
yo he perdido a un amigo entrañable, a un hermano.
Sé, que ningún dolor será comparable como el que en
estos momentos sufren sus hijas y familiares más cercanos. Por eso
quiero recordar una anécdota. Por estos días, pero el año pasado, Lucho vino a
mi cumpleaños y casi al final del evento, hizo un discurso que lo dirigió a mis
hijos, y del cual todavía se recuerdan. Fue muy emotivo.
Es por esto que hoy, en esta esta infausta fecha, con un
dolor que me lacera el alma, le digo lo mismo a Alejandra y Francisca: Vuestro
padre fue un gigante, un insustituible, una persona valiente, por hay que ser muy
cojonudo para decirle a la autoridad, ¡No! de mi división no se va nadie,
cuando durante el primer gobierno de Piñera nos pedían gente (grasa como acostumbran
a decir ellos) para echar. Y Lucho se negó. Eso es honrar al Indap, eso es honrar a los trabajadores; eso es honrar las
convicciones, y por supuesto, honrar como nadie, la dignidad.
Por donde anduvo nuestro querido gordo, dejó huellas: Hugo
Ramos, nuestro común amigo de Inproa y del IICA, te envía sus abrazos
emocionados desde Freirina, junto a un ramo de flores del desierto florido;
Julio Cárcamo, desde Puerto Montt, nuestro “propio” en la zona mientras
preparábamos proyectos para pescadores artesanales de la comuna de Maullin,
allá por el 2013, envía lágrimas de
amistad, historias de temporales, y si pudiera, un cajón de “piures”, esos que
te gustaban tanto y que tú preparabas, como gran Chef que eras, con tanto cariños para los comensales; Edgardo
Lienlaf, desde el Temuco profundo, envía sabias palabras y nos dice que ahora
estarás en el Wenumapu, lugar donde reposan el espíritu de los guerreros;
Agustín Mariano Quinchao, también de Temuco, quien es además el presidente de
Campocoop, envía abrazos emocionados, también agua, harina y miel para tu
viaje; Daniel Rebolledo, vicepresidente de Campocoop, un asado de costillar de
vacuno y vacío, como dicen los cuyanos, y unos chamamés para que los escuches y
te acompañen. Bernardo Candia, alcalde de San Juan de la Costa, además de las
condolencias, envía sopaipillas, pebre y chica de manzana, de ese hermoso
territorio al cual querías llegar a vivir.
Lucho querido, gordo añorado, nos va a costar mucho rearmar
nuestras vidas sin tu presencia cotidiana, sin tu lucidez, sin tu alegría, sin
tus historias. No es así Ramiro; no es así Rodrigo; no es así Tonci; no es así,
Claudio; no es así Dionisio; no es así Jorge M; no es así Jorge V; no es así
Marcos; no es así Monchito; no es así Juan Carlos; no es así Lucho.
Profesor, como decía él, la vida no termina con la muerte,
sino con el olvido y tú permanecerás vivo,
no solo en nuestros corazones, sino en cada brindis, y en cada abrazo
que celebremos la amistad, aparecerá tu rostro y tu nombre: Luis Alfaro Lucero.
Lucho querido, hermano del alma, descansa en paz. Termino
estas palabras con los versos finales del poema Elegía, de Miguel Hernández
“A las aladas almas de
las rosas
del almendro de nata te
requiero,
que tenemos que hablar
de muchas cosas,
compañero del alma,
compañero”…
Oscar Osorio (Oso)
Valenzuela
Junio 13, 2020