Aunque suene contradictorio, el más pragmático de los pragmáticos suele ser el visionario. El intuitivo que puede anticipar varios momentos de lo que está por venir.
Durante
este tiempo vamos a aprender a distinguir a las personas visionarias de
aquellas otras que han perdido el sentido de la realidad y la perspectiva de
futuro.
Son
personas visionarias aquellas que nos dicen que ninguna reivindicación social
volverá a quedar por debajo de la expectativa fijada por el estallido social
del 18 de octubre. Que no volveremos a las AFP, ni a la degradación de la
educación pública, ni a la privatización de las aguas.
También
son visionarias aquellas personas que presienten que la peste del coronavirus
cambiará nuestra percepción autorreferida, egotista, de la salud y de vida, así
como de las políticas públicas, para hacernos más solidarios y más
comunitarios; no por puro altruismo, sino por una necesidad de supervivencia.
Son
visionarias aquellas que nos explican que no volveremos al modelo neoliberal,
ni siquiera al modelo corregido por los gobiernos de la Concertación y Nueva
Mayoría.
Dentro
de quince años, Chile será un país irreconocible. Después del año 2020, veremos
nacer una épica posmoderna, la ciudad de la persona humana y de sus derechos,
hasta ahora inédita, y con ella, veremos emerger unos héroes y heroínas todavía
inconcebibles y desconocidos.
Sea
como protagonistas o como observadores, viviremos una lucha de reconocimiento
que se librará en contra del neoliberalismo globalizado, y que reformará las
decadentes instituciones del liberalismo político.
Entonces
volverá a florecer el ideario humanista cristiano de la mano de hombres y
mujeres comprometidos con los más pobres y vulnerables.