viernes, 12 de junio de 2020

VIVIR EN CHILE CON CIEN DOLARES AL MES

Rodolfo Fortunatti
















En un acuerdo político con los neoliberales, todo es negociación, y toda negociación es un canje de garantías de derechos por lucro. Son las dos caras de una misma moneda, incluso ―y tal vez con mayor razón― en condiciones de inseguridad humanitaria, de recesión económica y de ingobernabilidad. Porque, si no hay nada de utilidad a cambio, para qué negociar, dicen ellos.

La máxima la aplican en todos los niveles. Basta ver cómo los intendentes ―en especial el intendente de Santiago― están elaborando los presupuestos regionales para confirmar el modo discrecional e inconsulto con que se recortarán las actuales finanzas públicas, y las dotaciones de personal, en proporciones de 10, 15 ó 20 por ciento, según la gravedad del escenario previsto para 2021.

Si se trata de proteger a los trabajadores de los nocivos efectos del despido, la moneda de canje es saber cómo irán en ello los empleadores, por cierto, también las grandes fortunas. Si lo que se busca es socorrer con un ingreso familiar de emergencia a los más pobres y vulnerables, el precio de concederlo es incluir en la transacción la suerte del empresariado en una futura reactivación económica.      

¿Y quién, si no la retórica e ingeniosa vocera de gobierno, es la más indicada para instruir sobre los términos del trato que se discute en el Congreso? Advierte la ministra que «la voluntad del gobierno siempre, desde el minuto que el presidente hizo este llamado, es llegar a un acuerdo, pero no se les olvide que es llegar a un acuerdo en las dos caras de una misma moneda, extremadamente importante hoy para la ciudadanía, que es la protección de las familias y la reactivación de la economía».

¿Cuál es el problema de este canje? El mismo que se vio en la mesa de los economistas, conformada mayoritariamente por liberales: si no se aceptan las condiciones del oferente, estas igualmente se imponen. Así ocurrió hace un mes en la votación del ingreso familiar de emergencia, cuando la oposición se vio obligada a abstenerse para no obstaculizar la asignación del mezquino subsidio de 65 mil pesos por persona destinado a los hogares más pobres y necesitados.

Aunque en el grupo se hizo presente que el monto del ingreso familiar de emergencia debía ser superior al de la línea de la pobreza, la mayoría de los profesionales convocados por el Ejecutivo se inclinó por un ingreso familiar de indigencia.


Actualmente, la línea de pobreza para un hogar de cuatro personas está fijada por la Subsecretaría de Evaluación Social en $451.570 mensuales, mientras que la línea de extrema pobreza está trazada en $301.047 mensuales.

En el documento de 19 carillas, Propuestas Para la Protección y Reactivación, los técnicos sugieren una asignación por persona de 80 a 90 mil pesos mensuales que, tratándose de una familia de cuatro miembros, oscilaría entre 320 y 360 mil pesos. Este monto se sitúa ligeramente por encima del límite que separa a la franja de pobreza de la banda de pobreza extrema, lo que lo convierte en un auxilio de indigencia. Dicho de otra manera, el ingreso de 100 dólares per cápita está imaginado para que las familias en situación de pobreza no desciendan a un estado de subsistencia.

En consecuencia, la política pública propuesta desampara a la mayor parte de las familias con carencias de educación, salud, trabajo, seguridad social, vivienda y calidad de vida, una realidad que afecta a 3.530.889 personas, el 20,7 por ciento de la población chilena según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional. Para formarnos conciencia cierta de la magnitud de la pobreza en Chile, habría que agregar que, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, la mitad de los trabajadores y trabajadoras gana menos de 350 mil pesos al mes, y también la mitad de quienes reciben pensiones contributivas obtiene menos de 170 mil pesos.

Luego, cómo se puede vivir en Chile con 100 dólares al mes. En Brasil consigue hacerlo a duras penas la mitad de su población, 104 millones de seres humanos. Pero, en Chile, cuyo dilema para los liberales era hasta no hace mucho cómo huir de la trampa de los países de ingresos medios, ¿qué se hace? ¿Qué se puede hacer, cuando la cesantía, la quiebra de tu microempresa, la enfermedad, el abandono y la muerte, te empujan a la pobreza? ¿Cómo se puede vivir con cien dólares, cuando el pasaje te cuesta un dólar, el kilo de pan, dos dólares, un balón de gas, 16 dólares, y un litro de parafina 63 centavos de dólar?

Sólo la gente lo sabe.