El parteaguas que desea consolidar Desbordes, al cabo de una década en que ha visto fracasar dos gobiernos encabezados por Renovación Nacional, es la fricción irreductible entre dos derechas. Y esta distinción tiene un valor ideológico y normativo. Ideológico, en cuanto configura un paradigma, una constelación de valores, creencias, técnicas y prácticas, a la luz del cual nos propone ver e interpretar el pasado y avizorar y organizar el futuro. Y normativo, porque nos exhorta a un deber ser, a un destino y promesa de la derecha para el Chile que adviene. De este modo, Desbordes fija un antes y un después en la línea de continuidad no sólo de la política de derechas, sino de todo el sistema político y de partidos.
Desbordes
Probablemente Mario Desbordes sea una de las figuras políticas más relevantes de la actual coyuntura, decir lo cual alude por sí mismo a su biografía, a su trayectoria, a lo que el presidente de Renovación Nacional representa, en un momento de intolerancia y crispación que enfrenta a seguidores y detractores. Y aunque la alusión al cursus honorum de Desbordes es paso inevitable de cualquier análisis, más importante es, sin duda, su contribución a la segunda transición que está ensayando el país.
Para
entenderlo es preciso mirar los últimos diez años de nuestra evolución
política. En este panorama tres hechos cobran preponderancia. El primero, es la
irrefrenable declinación de la Democracia Cristiana. El segundo, es la
emergencia de Revolución Democrática. Y el tercero, es la ascendente recuperación
de Renovación Nacional.
Cuando
se observan las elecciones de concejales, que son las que mejor reflejan la
gravitación de cada colectividad, puede confirmarse que, desde la década de los
años noventa, las votaciones de la DC y de RN descienden persistentemente.
Pero, a diferencia de la DC, el partido de derechas quiebra esta tendencia a partir
de las municipales de 2012, cuando Desbordes detentaba la secretaría general
del partido, cargo que mantuvo hasta 2018 para asumir su presidencia. Coetáneamente,
dirigía la Democracia Cristiana Ignacio Walker promoviendo un programa de entendimiento
y de colaboración política hacia RN que, sin embargo, nunca concitó el apoyo de
la colectividad ni de sus parlamentarios.
En las
calles, la generación global de Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Camila
Vallejos, por citar a los más mediáticos, se jugaba su debut en la democracia
de las instituciones. Tras las grandes movilizaciones de 2011, en enero de
2012, nacía Revolución Democrática. Y al año siguiente, Jackson, uno de sus
fundadores, era elegido diputado por Santiago con el apoyo de la Democracia
Cristiana. En los comicios de 2016 RD ganó escaños para ocho concejales, y en
las elecciones de 2017, resultaron electos diez consejeros regionales, diez
diputados y un senador. Un flujo importante de los 300 mil votos que consiguió
la nueva formación, provino de la falange y de su electorado. Pero tal como
enseña la teoría del color, se puede armonizar por cercanía o por contraste, y
RD primero optó por practicar la proximidad con la DC y, después, por oponerle
competencia para desplazarla y ocupar los espacios populares de ésta.
Apertura hacia la diáspora DC
Pero es
el trabajo de Mario Desbordes el que consigue atraer hacia RN al electorado pro
democratacristiano de centroderecha. Así ocurre con el PRI, partido liderado
por el senador Adolfo Zaldívar que, luego de haber conquistado su mejor marca
en la elección de diputados de 2009, prácticamente desaparece en las
parlamentarias de 2017 al obtener menos de 40 mil sufragios. Renovación
Nacional también crece y se fortalece gracias a los nutrientes que alimentaban
a Progresismo Con Progreso y a sus liderazgos más representativos, Mariana Aylwin,
Clemente Pérez, Manuel Inostroza y Álvaro Clarke, pero que una vez que estos
abandonan la tienda de Alameda 1460 son absorbidos por las ávidas raíces de RN.
Asimismo, RN capta a los votantes de los legendarios creadores de Comunidad en Movimiento: la exsenadora por Santiago Oriente, Soledad Alvear, y el
expresidente de la DC, Gutenberg Martínez. Y probablemente, a quienes, en lugar
de votar por Andrés Allamand en las primarias de 2013, lo hicieron por el
exministro Andrés Velasco.
¿A qué
se debe el éxito de la estrategia que ha convertido a Renovación Nacional en el
principal partido político?
Su acierto consiste en disputar el electorado que quisieron representar, aunque sin eficacia, los
sectores desgajados de la Democracia Cristiana. Su objetivo es la reconversión
de RN en una derecha democratacristiana de sello centroeuropeo, como la
alemana. Lo que no pudieron conseguir los grupos cismáticos. Y si no pudieron
hacerlo, fue porque la tienda de calle Antonio Varas construyó un dique
infranqueable alrededor de sus bases de apoyo, para lo cual aprovechó las
oportunidades que le brindaron esas mismas rupturas.
El
entonces diputado Gutenberg Martínez era presidente de la Organización
Demócrata Cristiana de América, cuando el año 2000, desde esta entidad regional
promovió la incorporación de la DC
chilena a la
Internacional de Centro Reformista, una agrupación mundial de partidos de
centro-derecha. Ese mismo año, la Internacional Demócrata Cristiana expulsó de
su seno al Partido Nacionalista Vasco, cláusula imperativa impuesta por el
Partido Popular de España para la fusión, el año siguiente, de los partidos
democristianos con la Internacional de Centro Reformista.
En el
encuentro celebrado en México fue elegido presidente, como es obvio, el líder
del PP español José María Aznar, político muy vinculado a la UDI y a Joaquín Lavín que bregaban
por ser aceptados en la nueva asociación. También tenía lazos con la DC a
través de la Fundación Para el Análisis
y los Estudios Sociales, FAES,
y su fallido proyecto Nuevas Generaciones de refundación democratacristiana.
Pero no sería la UDI, sino RN, la colectividad que, finalmente, en febrero de
2018, se integraría a la IDC-CDI.
Distinguir para unir
La
finalidad de la inteligencia práctica, a diferencia de la inteligencia
especulativa, es la realización de una obra, de una acción concreta, o de un
quehacer político. Estas diferenciaciones son condición necesaria para unir.
Distinguir para conciliar, según la regla epistemológica tomista
recogida por Jacques Maritain en Los
grados del saber.
Cuando Hugo Herrera habla de dos derechas, lo que está haciendo es simplificar para
complejizar. No es que indefectiblemente haya dos izquierdas o dos derechas,
pues podría haber solo una o más de dos dependiendo de cómo se organicen las
categorías para explicar qué función política cumplen. Así, se puede hablar de
una derecha histórica y de otra más reciente —la nacida en cuna de oro bajo la dictadura—, pero también se puede
hablar de una tercera y de una cuarta, una liberal y otra conservadora. Y
todavía podría distinguirse una quinta, la derecha fascista, que no es lo mismo
que la derecha militarista. Y no podríamos rehuir la presencia de una derecha
política y de otra económica.
Pero
aquí y ahora, el parteaguas que desea consolidar Desbordes, al cabo de una
década en que ha visto fracasar dos gobiernos encabezados por Renovación
Nacional, es la fricción irreductible entre dos derechas. Y esta distinción
tiene un valor ideológico y normativo. Ideológico, en cuanto configura un
paradigma, una constelación de valores, creencias, técnicas y prácticas, a la
luz del cual nos propone ver e interpretar el pasado y avizorar y organizar el
futuro. Y normativa, porque nos exhorta a un deber ser, a un destino y promesa de
la derecha para el Chile que adviene. De este modo, Desbordes fija un antes y
un después en la línea de continuidad no sólo de la política de derechas, sino
de todo el sistema político y de partidos.
Al
hacerlo está respondiendo a la conciencia política que la ciudadanía exhibió en
el estallido social. Nueva mentalidad que exige a su partido reafirmar los
valores republicanos y democráticos que propugna, si no quiere perecer, como lo
hicieron conservadores y liberales en 1965. Le demanda recuperar la presencia
histórica de los ideales políticos que animaron el progreso de Chile desde la
formación del Estado nacional.
Es
natural que reciba el desaire de la UDI, heredera y defensora de la dictadura
civil-militar a cuyo amparo se instituyó la ilegítima Constitución actual, como
lo describe correctamente el proyecto de reforma presentado al Congreso en
marzo de 2018. Es, asimismo esperable que se alcen como sus principales
detractores el expresidente de la colectividad Carlos Larraín y el senador
Andrés Allamand. Ambos representan el mundo que muere, el de la cultura política
autoritaria y de los privilegios. La del desalojo, que es desdeñosa y
refractaria a la demanda social, y que, en un gesto de dignidad y
nobleza,debería resignarse a sus exequias.
La
derecha de Desbordes no reviste una amenaza para la Democracia Cristiana, que
coexistió con ella desde los albores de la Falange Nacional. Por el contrario,
es una puerta abierta para quienes siguen viviendo en una suerte de
esquizofrenia política que les impide mantener la coherencia ideológica y la
disciplina parlamentaria. Y es un respiro para quienes aman la Revolución en
Libertad, la lucha por los derechos humanos y la defensa de los más pobres y
vulnerables, que es la genuina inspiración humanista de la Democracia
Cristiana,difícilmente replicable por Revolución Democrática. Esta derecha,
defensora del capital, pero igualmente del trabajo y del esfuerzo personal, es
necesaria para restablecer la racionalidad perdida de la política democrática.