viernes, 26 de junio de 2020

VECINOS INCONTROLABLES



Rodolfo Fortunatti


Hacia el final del siglo pasado todavía el común de los chilenos opinaba que aquí no existía el racismo. Se afirmaba que la esclavitud había sido abolida en los tiempos de la Independencia por O´Higgins y que nuestra homogeneidad racial, fruto de la mezcla de godos y araucanos, habría dado origen a un linaje superior que no admitía discriminaciones de esta naturaleza. Así lo entendió Nicolás Palacios, en Raza Chilena, y así también el historiador Francisco Encina y discípulos suyos, como Ariel Peralta. Solo que esta superioridad era exaltada por contraste con las malas aptitudes del indio y del roto chileno, donde, según la leyenda ultramontana, hundía sus raíces nuestra inferioridad social y económica.

Estas creencias no murieron con sus autores, sino que supervivieron en el fascismo autóctono, el nacismo político de Jorge González von Marées y Carlos Keller Rauff que, durante la dictadura cívico-militar, trascendió a la cultura política de Avanzada Nacional, la Unión Demócrata Independiente y el Partido Republicano. Y, aunque fue González von Marées quien reivindicó la superioridad del chileno sobre los demás pueblos de América Latina, el mérito de ser el máximo exponente del supremacismo blanco perteneció a Miguel Serrano Fernández.

El supremacismo, como exacerbación de las características étnicas, biológicas, culturales, religiosas y de origen de un grupo social sobre las cualidades de otros, lo reactualizó en la escena internacional Donald Trump. Suyas son las expresiones xenófobas hacia mexicanos y afrodescendientes del tenor de «México envía drogas, crimen y violadores»; Haití y El Salvador son «países de mierda»; y Maryland es «un distrito de mayoría afroamericana infestado de roedores». Por supuesto, ha sido el republicano quien ha incitado a las multitudes a vocear contra las congresistas demócratas nacionalizadas estadounidenses «que se vayan».

En Chile, el caldo supremacista permea el imaginario colectivo de los grupos de ultraderecha. Ha sido Canal 13 de Televisión quien ha alimentado la xenofobia racista de estos grupos a través de campañas noticiosas emprendidas contra determinados grupos de migrantes. El caso de dos ciudadanos palestinos de la comuna de Recoleta resulta sin duda emblemático.

Mediante la serie que tomó por título el estigma social de Vecinos Incontrolables, la corporación de televisión del grupo Luksic, llamó la atención de sus audiencias sobre las incivilidades cometidas por Jack y Naim Abuawad, inmigrantes avecindados en Chile desde agosto de 2018, el primero, y septiembre de 2019, el segundo.

La administración del edificio que habitaban les imputó amenazas, lesiones, hurto e infracción de las normas sanitarias, lo que motivó su arresto y posterior puesta en libertad. TV 13 exhibió imágenes de ambos comportándose con agresividad frente a las censuras de los vecinos, y convirtiendo el conflicto en un tema político, y en un festín para el medio millar de opinantes xenófobos que concitó el Facebook del canal. Luego, el dueño del departamento que ocupaban puso fin al contrato de arrendamiento, y el subsecretario del Interior dispuso su expulsión del país.

A los extranjeros no se les deportó a causa de las imputaciones que nadie logró demostrar ni ellos replicar en su defensa. Hasta ahora ni siquiera se sabe cuál es la opinión de los Abuawad sobre el asunto. Se les obligó a dejar el territorio porque el Departamento de Extranjería y Migración habría comprobado que no renovaron sus visas de permanencia. Curiosa justificación en circunstancias que se pospuso para 2021 la renovación de las cédulas de identidad de chilenos, y cuando no muchos inmigrantes han podido regularizar su permanencia. Fue el Intendente Metropolitano ―salvado por parlamentarios de oposición de una segura acusación constitucional por graves violaciones a los derechos humanos―  quien inició el proceso de expulsión de los palestinos.

Palestina es un pueblo perseguido, oprimido y devastado que no ha podido encontrar paz y seguridad en su largo peregrinar. Sus nacionales son personas siempre expuestas al exilio, la expatriación y la relegación. Sus sufrimientos los conocen mejor que los matinales de televisión, cientos de miles de chilenos que sufrieron el destierro, el desarraigo y la separación de sus tradiciones. Saben que cuando se expulsa a un palestino, siempre se le castiga con un segundo extrañamiento. El dolor es más intenso y la defensa de la dignidad vulnerada es asimismo más belicosa, más incontrolable, al decir del departamento de prensa de canal 13, precisamente porque su vocación es emanciparse de la dominación.

A Jack y Naim Abuawad se les aparta, simplemente, porque no gustan al público racista. A ese público supremacista por convicción ―que nunca por virtud heredada ni cultivada―, no le gusta su música. La encuentra horrible y a ellos ruidosos. Esa audiencia hostil cree que aprender a respetar nuestra patria consiste en vivir silenciosos. Algunos recomiendan darles unos buenos palos y listo…, por todos los malos ratos. Otros proponen que los agarre Extranjería y «fuera esta basura» que solo viene a dar problemas al país. Y no faltan los que se lamentan de que en Chile no exista justicia, porque no se les mete presos ni se les saca la #%#=#!*×. Tampoco les gusta su apariencia. Les encuentran pinta de terroristas de Estado Islámico y Hezbolá. Y no se explican que personas así estén entre nosotros. En último término, aconsejan lo que el ultranacionalista José Antonio Kast a los ciudadanos: tomar justicia por su propia mano.

Así piensan las audiencias de TV 13 y así son las opiniones que atiende la autoridad, omnímoda en tiempos de pandemia, antes de tomar la decisión crucial de expulsar a un peruano, a un venezolano o a un palestino.

viernes, 19 de junio de 2020

LA MALA LEY

Rodolfo Fortunatti








Pocas horas después de salir del Congreso, el Gobierno promulgó la ley que endurece las penas de quienes infringen las cuarentenas sanitarias impuestas para contener los contagios de la covid-19. Cuarenta y tres diputados de oposición presentaron un requerimiento de impugnación ante el Tribunal Constitucional, que éste, sin embargo, declaró inadmisible.

La nueva ley establece que quienes incumplan la cuarentena en los términos que ha determinado la autoridad sanitaria, podrían sufrir penas privativas de libertad de hasta cinco años, además del pago de una multa que superaría los doce millones y medio de pesos. Se entiende por transgresiones tanto las que se cometen contra las disposiciones sanitarias, como las ejecutadas contra las órdenes particulares impartidas por la autoridad.

La ley tiene su origen en dos mociones de parlamentarios de Renovación Nacional. Una que agrava las penas de quienes provoquen la enfermedad y la muerte de la persona que contagien, y la otra que impide conmutar la pena de cárcel por una multa, y le impone ambas sanciones al infractor.  

La enmienda al Código Penal es un retroceso moral, institucional y político de nuestra semi-soberana y tutelada democracia representativa. Pone de relieve la pérdida de conexión del Congreso con la dura realidad que está viviendo el país, y, en este letal y gris invierno que cae sobre Santiago, es otro balde de agua fría sobre las espaldas de los sectores populares y vulnerables.

En un manejo de la pandemia donde no existe la trazabilidad, es decir, la huella que va dejando la enfermedad a medida que se propaga, todos somos sospechosos de infectarnos y de infectar a otros. Todos, en consecuencia, somos imputables de enfermar a otros y, en una racha de mala suerte, de provocar su muerte. ¿Pero cómo determinar quién infectó a quién? ¿Cómo demostrar que hubo dolo, intención de hacer daño, como afirma el presidente Piñera, en quienes no respetaron la cuarentena? ¿Cómo llegará la justicia a una sentencia condenatoria?

Serán los fiscales y jueces los encargados de inventar el delito y de incriminar al infractor. Para ello habrán de tener a la vista los extemporáneos parámetros de la reglamentación sanitaria ―porque recordemos que en esta pandemia todo es nuevo y todo queda obsoleto―, e interpretar las órdenes particulares impartidas por la autoridad, desde aquella que recomendaba no usar mascarillas hasta aquella otra que obligó a portarlas, desde autorizar reuniones de hasta cincuenta personas hasta prohibir multitudes de cinco y, desde promover la «nueva normalidad» y el «retorno seguro» hasta imponer la pre-hibernación en cierne. Todo lo cual fue normado en el mismo tiempo, en el mismo espacio y por la misma autoridad competente.

Porque la ley no tipifica las conductas que castiga, y entonces el criterio de calificación del delito es facultativo del ministerio público y de la magistratura, lo que profundiza la brecha de discrecionalidad de la administración de justicia chilena. Prudencia benevolente, tal vez, como la del fiscal nacional, que en un gesto de conmiseración nos tranquiliza asegurando que «vamos a evitar a toda costa que esto signifique un mayor costo para las personas más carenciadas… vamos a tener en absoluta consideración la situación personal».

Pero ¿acaso de esto se trata un estado de derecho? ¿Qué seguridad jurídica asiste a aquellas personas carenciadas, que son precisamente la población objetivo de la persecución y la opresión de esta ley? La garantía que ofrece el ministro del Interior de que las infracciones pasadas no serán castigadas con la cárcel ni con las multas millonarias que dispone la ley promulgada. O sea, ninguna certeza, porque la ley no describe los delitos a que se aplican las penas y, por lo tanto, el discernimiento acerca de la conducta delictiva queda suspendido en el aire, a voluntad de quién le toque calificarla.

Más allá del desorden epistémico que subyace a la enmienda, ¿qué sociología justifica el endurecimiento de los controles normativos? Desde luego, no aquella que, enmascarando sus verdaderos impulsos antipopulares, quiere hacer creer que la norma fue pensada para corregir a empresarios inescrupulosos que obligan a trabajar a sus empleados. Pues, si la pandemia se extendió fue porque no se dictó la cuarentena con oportunidad, y no se hizo porque no se quiso paralizar el funcionamiento de las empresas. Digamos que la gestión sanitaria ha sido desde un principio, hasta en sus zonas oscuras, pro-empresa y pro-empresarios.   

El sustrato ideológico-normativo que alimenta la raíz de la ley es uno autoritario, segregador y represivo. Uno que no puede ver en el comportamiento social de los sectores populares, sino motivaciones rupturistas, provocadoras e insurrectas. Bajo su lente no existe el apremio por conseguir el sustento diario, el alivio del dolor, un trámite urgente, una cuenta impaga o, simplemente, la incomprensión de las incomprensibles reglas del estado de catástrofe. Es la lógica del poder, que desde los tiempos de Portales ha sostenido el orden social en Chile. La mecánica del garrote y la zanahoria, cuadrada, binaria y ur-fascista.

Esta ley, inconstitucional e ilegítima, se perderá en el tiempo como polvareda y simiente estéril.

20 de junio de 2020.

sábado, 13 de junio de 2020

PALABRAS A LUCHO, NUESTRO QUERIDO GORDO

ÓSCAR OSORIO



"Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado”…
Elegía, poema de Miguel Hernández



No te perdono Lucho esta partida. No puedo, me niego. Te perdono todos los envoltorios de dulces con los que aparecía tu camioneta, cuando salíamos  a terreno en la búsqueda de algún proyecto; o todas las bebidas de fantasía en tu refrigerador; o las sopaipillas con las  amenizábamos nuestras sobremesas, mientras escuchábamos algunos de tus discos favoritos;  o incluso algún pastel o facturitas que aparecían junto a un café cortado. O aquel causeo de patitas con un vaso de chicha y pipeño en el “Wonder Bar, por allá en la calle Balmaceda”. En fin, todo lo que “teóricamente” no podías comer. Todo te perdono, pero esta partida no. Muy temprano la muerte levantó el vuelo y nos ha dejado desolados.

La última vez que nos vimos en persona fue unos días después de tu llegada de Australia en el mes de marzo. Almorzamos en el mítico Bar La Unión de Nueva York 11 y me entregaste algunos recuerdos para Pamela, mi señora y Daniela, mi hija mayor. Ambas le envían a Gisela, Alejandra y Francisca, toda su ternura y consuelo. Luego, de manera virtual el miércoles 27 de mayo, día en que Marcos Mora nos invitó a una reunión para hablar del futuro del  mundo rural post pandemia del Covid 19. Tú fuiste el de la idea y Marcos la implementó. Quedamos en escribir algunas cosas y estábamos muy entusiasmados.  Nos veríamos de nuevo el lunes 1 de junio. Pero no apareciste. Te llamé el martes, miércoles y jueves por la mañana. Luego Ramiro nos contó la infausta noticia: Estabas en la clínica con Covid19. De ahí todo fue una caída libre. Qué paradoja más grande de la vida Lucho. Pero estamos convencidos con Marcos, querido Lucho, que la única forma de honrar tu memoria es terminar  o más bien, empezar a trabajar en esto.

A Lucho lo conocí hace mucho tiempo, por allá en los 80 en INPROA. Pero nuestra amistad comenzó a consolidarse en el Ministerio de Agricultura allá por finales de los 90. Y sobre todo  durante estos últimos 20 años, en donde coincidimos en INDAP hasta mediados del primer gobierno de Piñera. Después volvimos al Ministerio, él a Indap, para ser jefe de la División de Asistencia Financiera,  yo a la Subsecretaria. Tuvo una gran gestión Lucho. De una gran solidez técnica y profesional, como ex alumno del Instituto Nacional, de la carrera de agronomía en la Universidad de Chile y posteriormente de un Magister en Finanzas, en la misma Universidad, aunque nunca hizo halago de esto, sino que sobresalía  fundamentalmente por una gran calidad humana. El  diseñó y redactó la primera política del segundo gobierno de la Presidenta Bachelet hacia el mundo campesino: Resolver el gran problema de la deuda histórica de los productores y organizaciones campesinas. Además, por supuesto, de implementar todo una arquitectura de soporte y ayuda financiera a la actividad campesina. ¡¡¡Fue un gran directivo público!!!!

Luego, a partir de marzo de 2018, de nuevo a la incertidumbre y a guarecernos del chaparrón. Sin embargo, Lucho salió con una ala herida. La nueva autoridad, inventó una acusación en contra de algunos funcionarios de Indap, entre los cuales se encontraba él también. Esto lo dejó muy mal, muy decaído, muy decepcionado. Por eso cuando la Contraloría General de la República, al revisar el caso después de un año, decreta la nulidad de lo obrado, es decir, que no había  méritos para la acusación,  Lucho estaba más tranquilo. Pero quienes lo  acompañamos en todo este trance, durante toda este tiempo de felonía y  mentiras, no podemos ni debemos olvidar, que una de las consecuencias de  esta ominosa acusación fue  una parálisis facial que lo tuvo recluido en su hogar por meses y de la cual finalmente se recuperó. Esperamos que la autoridad política de Indap, retire esta acusación. Es lo menos que merece una persona de la calidad,  estatura moral y probidad de Lucho, de la que todos los trabajadores y funcionarios  de Indap, junto a las organizaciones de campesinos del país, dan fe.

Un rasgo que caracteriza a Lucho era ser querendón: de su familia por supuesto, de sus hijas Alejandra y Francisca, lo mismo de sus hermanos Jorge, Marcela y Pablo. De Gisela, su esposa por años, de quien siempre hablaba con orgullo de sus logros  Pero cuando hablaba de sus hijas, se iluminaba. Por eso estaba tan contento con el viaje a Australia para  visitar a su hija Alejandra, ingeniera civil industrial y que trabaja allá en una empresa minera y acompañado también por Francisca, quien está terminando la carrera de Veterinaria. Y cuando lo llamé por el deceso de su madre, me comentó lo feliz que se sentía  de conversar tanto con sus hijas. Al respecto, me recuerdo que en el mes de agosto del año pasado, que nos encontramos para armar algún proyecto o sueño, de los tantos que teníamos, que le dije: Luchito, hoy está de mi cumpleaños mi “taita”, acompáñeme a servirme una copa de vino en su recuerdo. Por supuesto fuimos de inmediato y nos conversamos la amistad en una botella de vino. Me comentaba de la trayectoria de su Padre, de su huella como abogado, de su trabajo en el sindicato de Tranviaros de Chile y en el Ministerio de Obras Públicas y recordábamos además que su padre y yo teníamos un amigo común, sin conocerlo yo a él, por supuesto y sin que Lucho supiera. En efecto se trataba de Mardoqueo Cáceres, abogado y escritor, de quien fui amigo allá por los 80’. Mardoqueo, visitaba su casa cuando lucho era niño. El mundo es un pañuelo.

En fin, en cada momento honrábamos la amistad. En cada rincón de Chile generábamos nuevos amigos y concitábamos entusiastas adhesiones a nuestras ideas, más bien a las suyas: Que la fábrica de alimentos para ganado en Convento Viejo; que las ovejas en Temuco, que la lechería en Los Ríos y la Araucanía, para familias mapuches;  que el cordero Kunco en San Juan de la Costa, para un grupo de mapuches –huilliches; que las cabras en el Choapa, o en Florida o también en María Pinto. Inventaba posibilidades, generaba conversaciones con sentido. Tenía una capacidad inmensa para comunicar el propósito de un negocio. Siempre con respeto y poniéndose en el lugar de los otros. Sobre todo cuando estos otros eran campesinos o comunidades indígenas. Con ellos Íbamos a iniciar un par de proyectos en la Araucanía y otro en el norte, con la comunidad indígena de ChiuChiu, allá por Calama hacia el interior. Estábamos lanzados a terminar esos proyectos, mientras no se repusiera el  anhelado proyecto de Leasing ganadero, que desarrollaba con Jaime Leal. Sobre este proyecto me decías: “profesor, aquí le vamos a pegar el palo al gato”. Nos recordábamos una gira oficial que hizo Lucho, a algunos países de Europa, el año 2016 con otro gran amigo de Lucho, Ramiro Sanhueza, justamente para obtener antecedentes de seguros agrícolas.  Por ahí circulan algunas fotos, donde Lucho aparece  muy elegante.

Estimado amigos y amigas, familiares, hijas de Lucho. Hoy,  la amistad está de luto, aquella de la mano abierta y cálida;  hoy, la generosidad (creo que este es uno de los rasgos más característicos de su personalidad) tan necesaria en nuestro país pierde a uno de sus más grandes representantes; hoy,  el compromiso con los más necesitados, con los campesinos, con el mundo indígena, pierden a uno de los directivos más comprometidos con su causa; hoy la democracia cristiana, pierde a uno de su más nobles y comprometidos militantes, esos que son imprescindibles y que tanta falta le hacen en estos tiempos;  hoy, hemos perdido al gran Lucho Alfaro Lucero,  y yo he perdido a un amigo entrañable, a un hermano.

Sé, que ningún dolor será comparable como el que en estos  momentos sufren  sus hijas y familiares más cercanos. Por eso quiero recordar una anécdota. Por estos días, pero el año pasado, Lucho vino a mi cumpleaños y casi al final del evento, hizo un discurso que lo dirigió a mis hijos, y del cual todavía se recuerdan. Fue muy emotivo.

Es por esto que hoy, en esta esta infausta fecha, con un dolor que me lacera el alma, le digo lo mismo a Alejandra y Francisca: Vuestro padre fue un gigante, un insustituible, una persona valiente, por hay que ser muy cojonudo para decirle a la autoridad, ¡No! de mi división no se va nadie, cuando durante el primer gobierno de Piñera nos pedían gente (grasa como acostumbran a decir ellos) para echar. Y Lucho se negó. Eso es honrar al Indap, eso es  honrar a los trabajadores; eso es honrar las convicciones,  y por supuesto,  honrar como nadie, la dignidad.

Por donde anduvo nuestro querido gordo, dejó huellas: Hugo Ramos, nuestro común amigo de Inproa y del IICA, te envía sus abrazos emocionados desde Freirina, junto a un ramo de flores del desierto florido; Julio Cárcamo, desde Puerto Montt, nuestro “propio” en la zona mientras preparábamos proyectos para pescadores artesanales de la comuna de Maullin, allá por el 2013,  envía lágrimas de amistad, historias de temporales, y si pudiera, un cajón de “piures”, esos que te gustaban tanto y que tú preparabas, como gran Chef que eras,  con tanto cariños para los comensales; Edgardo Lienlaf, desde el Temuco profundo, envía sabias palabras y nos dice que ahora estarás en el Wenumapu, lugar donde reposan el espíritu de los guerreros; Agustín Mariano Quinchao, también de Temuco, quien es además el presidente de Campocoop, envía abrazos emocionados, también agua, harina y miel para tu viaje; Daniel Rebolledo, vicepresidente de Campocoop, un asado de costillar de vacuno y vacío, como dicen los cuyanos, y unos chamamés para que los escuches y te acompañen. Bernardo Candia, alcalde de San Juan de la Costa, además de las condolencias, envía sopaipillas, pebre y chica de manzana, de ese hermoso territorio al cual querías llegar a vivir.

Lucho querido, gordo añorado, nos va a costar mucho rearmar nuestras vidas sin tu presencia cotidiana, sin tu lucidez, sin tu alegría, sin tus historias. No es así Ramiro; no es así Rodrigo; no es así Tonci; no es así, Claudio; no es así Dionisio; no es así Jorge M; no es así Jorge V; no es así Marcos; no es así Monchito; no es así Juan Carlos; no es así Lucho. 

Profesor, como decía él, la vida no termina con la muerte, sino con el olvido y tú permanecerás vivo,  no solo en nuestros corazones, sino en cada brindis, y en cada abrazo que celebremos la amistad, aparecerá tu rostro y tu nombre: Luis Alfaro Lucero.

Lucho querido, hermano del alma, descansa en paz. Termino estas palabras con los versos finales del poema Elegía, de Miguel Hernández 

“A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero”…
Oscar Osorio (Oso) Valenzuela

Junio 13,  2020

viernes, 12 de junio de 2020

VIVIR EN CHILE CON CIEN DOLARES AL MES

Rodolfo Fortunatti
















En un acuerdo político con los neoliberales, todo es negociación, y toda negociación es un canje de garantías de derechos por lucro. Son las dos caras de una misma moneda, incluso ―y tal vez con mayor razón― en condiciones de inseguridad humanitaria, de recesión económica y de ingobernabilidad. Porque, si no hay nada de utilidad a cambio, para qué negociar, dicen ellos.

La máxima la aplican en todos los niveles. Basta ver cómo los intendentes ―en especial el intendente de Santiago― están elaborando los presupuestos regionales para confirmar el modo discrecional e inconsulto con que se recortarán las actuales finanzas públicas, y las dotaciones de personal, en proporciones de 10, 15 ó 20 por ciento, según la gravedad del escenario previsto para 2021.

Si se trata de proteger a los trabajadores de los nocivos efectos del despido, la moneda de canje es saber cómo irán en ello los empleadores, por cierto, también las grandes fortunas. Si lo que se busca es socorrer con un ingreso familiar de emergencia a los más pobres y vulnerables, el precio de concederlo es incluir en la transacción la suerte del empresariado en una futura reactivación económica.      

¿Y quién, si no la retórica e ingeniosa vocera de gobierno, es la más indicada para instruir sobre los términos del trato que se discute en el Congreso? Advierte la ministra que «la voluntad del gobierno siempre, desde el minuto que el presidente hizo este llamado, es llegar a un acuerdo, pero no se les olvide que es llegar a un acuerdo en las dos caras de una misma moneda, extremadamente importante hoy para la ciudadanía, que es la protección de las familias y la reactivación de la economía».

¿Cuál es el problema de este canje? El mismo que se vio en la mesa de los economistas, conformada mayoritariamente por liberales: si no se aceptan las condiciones del oferente, estas igualmente se imponen. Así ocurrió hace un mes en la votación del ingreso familiar de emergencia, cuando la oposición se vio obligada a abstenerse para no obstaculizar la asignación del mezquino subsidio de 65 mil pesos por persona destinado a los hogares más pobres y necesitados.

Aunque en el grupo se hizo presente que el monto del ingreso familiar de emergencia debía ser superior al de la línea de la pobreza, la mayoría de los profesionales convocados por el Ejecutivo se inclinó por un ingreso familiar de indigencia.


Actualmente, la línea de pobreza para un hogar de cuatro personas está fijada por la Subsecretaría de Evaluación Social en $451.570 mensuales, mientras que la línea de extrema pobreza está trazada en $301.047 mensuales.

En el documento de 19 carillas, Propuestas Para la Protección y Reactivación, los técnicos sugieren una asignación por persona de 80 a 90 mil pesos mensuales que, tratándose de una familia de cuatro miembros, oscilaría entre 320 y 360 mil pesos. Este monto se sitúa ligeramente por encima del límite que separa a la franja de pobreza de la banda de pobreza extrema, lo que lo convierte en un auxilio de indigencia. Dicho de otra manera, el ingreso de 100 dólares per cápita está imaginado para que las familias en situación de pobreza no desciendan a un estado de subsistencia.

En consecuencia, la política pública propuesta desampara a la mayor parte de las familias con carencias de educación, salud, trabajo, seguridad social, vivienda y calidad de vida, una realidad que afecta a 3.530.889 personas, el 20,7 por ciento de la población chilena según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional. Para formarnos conciencia cierta de la magnitud de la pobreza en Chile, habría que agregar que, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, la mitad de los trabajadores y trabajadoras gana menos de 350 mil pesos al mes, y también la mitad de quienes reciben pensiones contributivas obtiene menos de 170 mil pesos.

Luego, cómo se puede vivir en Chile con 100 dólares al mes. En Brasil consigue hacerlo a duras penas la mitad de su población, 104 millones de seres humanos. Pero, en Chile, cuyo dilema para los liberales era hasta no hace mucho cómo huir de la trampa de los países de ingresos medios, ¿qué se hace? ¿Qué se puede hacer, cuando la cesantía, la quiebra de tu microempresa, la enfermedad, el abandono y la muerte, te empujan a la pobreza? ¿Cómo se puede vivir con cien dólares, cuando el pasaje te cuesta un dólar, el kilo de pan, dos dólares, un balón de gas, 16 dólares, y un litro de parafina 63 centavos de dólar?

Sólo la gente lo sabe.




miércoles, 10 de junio de 2020

INGRESO FAMILIAR BÁSICO

Rodolfo Fortunatti

El derecho humano a un ingreso familiar básico tiene como correlato de su realización práctica en el Presupuesto de la nación, el deber humano de quienes poseen las más grandes fortunas, de contribuir responsablemente con sus impuestos a la justicia social, la paz civil y la supervivencia del régimen de libertades.







CONSECUENCIAS (ESPERADAS) DE LA IMPLEMENTACIÓN EN CHILE DEL MODELO ULTRANEOLIBERAL Y EL CONTEXTO DE PANDEMIA POR LA COVID-19


Oscar Osorio




Introducción

El modelo de sociedad de los últimos 40 años, basado en el ultraneoliberalismo, ha generado consecuencias inesperadas y perversas para la mayoría de la población. Incluso, más allá de las transformaciones que los gobiernos democráticos realizaron, en sus aspectos más bien secundarios, tanto porque no era posible por el peso excesivo de la derecha en virtud de la constitución del 80, como por cierta desidia y falta de voluntad política de su elite, no se modificó el núcleo central del modelo. La emergencia de la pandemia del Covid19 y lo errado de las propuestas diseñadas, no han hecho más que agravar estas consecuencias. Nos referimos básicamente a consecuencias perversas en los siguientes ámbitos: económicos-sociales, políticos y culturales.

1.      Económicas-sociales

La ineptitud de este gobierno para hacerse cargo de los problemas que ha generado la pandemia del Covid19, es de tal magnitud que ha sido incapaz de ponerse en los zapatos de los trabajadores del país. No le interesa, además, establecer empatía con los problemas de la gente. Esto aún cuando prácticamente el 50% de la población al año 2019 se encontraba en una situación de alta vulnerabilidad, toda vez que, conforme a datos oficiales del INE, la mitad de los trabajadores de Chile, gana menos de $350.000 líquidos mensuales y el 50% de las personas que reciben pensiones contributivas obtienen menos de $170.000 (datos CASEN 2017) . Es decir, se sitúan, apenas por $5.000 sobre la línea de la pobreza ($165.000) Y esta vulnerabilidad ha aumentado  notablemente, con este evento sanitario externo que no sólo se manifiesta en las altas cifras de  cesantía, sino que fundamentalmente en la caída de la actividad económica, que ubicará inmediatamente a una gruesa parte de los trabajadores, bajo la terrorífica línea de la pobreza ($365.000 para un hogar compuesto por tres personas y $472.000 para un hogar compuesto por 4 personas).

Por qué, después de tres décadas de recuperación de la democracia, cuando se nos insistió que el crecimiento era condición fundamental para llegar a ser un país desarrollado y estable, cómo es que nos encontramos en esta situación de tan alta vulnerabilidad. ¿Qué sucedió con nuestro país con un PIB per cápita cercano a los 25.000 dólares? Bastó que ocurriera esta pandemia y todo el tinglado de cifras, promedios y equilibrios macroeconómicos, certezas económicas  y apologías al mercado, temblara y se viniera al suelo de manera estrepitosa. Aparentemente no habían cimientos, solo humo.

La respuesta está en la profunda desigualdad social y económica que existe en el país, a propósito de la concentración de ingreso y riqueza en el 1% más rico. Se trata de una dimensión que no mide la encuesta Casen, puesto que las encuestas de hogares subestiman o no logran registrar los ingresos de la población más acomodada. Para su medición se usan los registros tributarios, y para Chile estos datos muestran que el 33% del ingreso que genera la economía chilena lo capta el 1% más rico de la población. A su vez, el 19,5% del ingreso lo capta el 0,1% más rico.

Y este drama estructural, no leído ni menos asumido por las autoridades gobernantes,  para nada ha sido incorporado en las propuestas de solución, tanto en el tema de salud como en el económico. Al contrario, todo es mediatizado por el mercado, sea éste de vanidades y caridades (cajas de mercadería, profusamente amplificado por los canales de la televisión abierta), del trabajo, vía seguros de cesantía, o financieros vía préstamos ominosos de la banca, o bonos miserables del Covid. Pero en nada aparece la mano amiga del estado, que ante la incertidumbre y la caída abrupta, ayuda y protege. 

Entonces ahora, en medio de la mayor de la crisis sanitaria, social y económica de los últimos 100 años, nos percatamos que en Chile los frutos y las oportunidades del progreso no han alcanzado a todos por igual. Y que esta pandemia,  por supuesto no democrática, toda vez que tanto el número de contagiados y fallecidos, en un alto porcentaje, corresponden a personas que viven en comunas de más bajos ingresos. Aunque no exclusivamente, por supuesto. Porque lo que contemplamos, de manera dramática, es como ancianos mueren botados en conventillos y cites que creíamos eran parte del pasado y que, sin embargo, hoy proliferan no solo en las comunas del poniente o norte de la capital, sino que en todas aquellas catalogadas como de “clase media” (Santiago, Macul, Ñuñoa).

Entonces, los niveles de pobreza ya no están cercanos al 9%. En otras palabras, si las personas en Chile dependieran sólo de los ingresos del trabajo (que en su etapa de jubilación se refleja en el monto de las pensiones), 3 de cada 10 personas no superaría la línea de la pobreza; lo anterior permite ponderar de manera más precisa los resultados de la aplicación del “modelo” chileno, ya que el volumen de personas en situación de pobreza pasaría de 1,5 millones a 5,2 millones[1]. Esto es particularmente relevante toda vez que la población más afectada por los estragos de la pandemia es la perteneciente a la tercera edad. Por lo tanto, no podemos sino referimos a la situación de las pensiones, donde las palabras y conceptos recurrentes son pauperización, pérdida de status y de niveles de consumo; es decir, movilidad social descendente.

Tal situación, ha puesto al país de nuevo, como en las primeras décadas del siglo pasado, a hablar de la cuestión social. Es decir, pobreza, vulnerabilidad social y precarización. Ha quedado de manifiesto, cuando el manto de la “parca” se posa en los hombros de los abuelos, de los pobres, de los que arriendan piezas por años,  la incapacidad del sistema de AFP para dar respuesta a los dilemas de la seguridad social. Para eso no sirve, sí para transformarse en la base de sustentación del sistema financiero que sostiene, con recursos de los trabajadores, el modelo ultraneoliberal
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2.      Políticas

La pérdida de confianza en las instituciones políticas, tal como lo muestran las encuestas, particularmente en el Presidente de la Republica, es de una magnitud nunca antes conocida en el país, ya que apenas cuenta con un 6% de aprobación (CEP enero 2020) o un 20 o 25% de aprobación (CADEM junio 2020). En la misma paupérrima situación de adhesión se encuentran el Congreso y los partidos políticos. Lo anterior da cuenta de una absoluta desafección de las elites políticas del sentir de la mayoría del país. Cuando las instituciones políticas no son capaces de dar respuestas a las demandas de la ciudadanía; cuando no se les asigna o reconoce la legitimidad para abordar y solucionar la crisis, como ha quedado de manifiesto con esta crisis sanitaria, es la democracia la que se resiente y quedan abiertas la puertas para cualquier intento populista, sea éste guiado por algún líder carismático o un grupo o partido u organización que se arme para tales fines.

El discurso populista apela a lo inmediato, a lo próximo, a lo concreto y a las certezas de una mayoría, de la multitud. Más aún cuando se trata de una multitud desesperada y desesperanzada, en donde cualquier solución, no sólo no puede esperar ni menos ser negociada, sino que debe implementarse de manera inmediata. En este sentido, el principal argumento usado por los populistas, es la demagogia. Por esta razón, cualquier acuerdo entre gobierno y oposición, debe tener un horizonte de tiempo limitado. Se trata de una acción coyuntural, cuyo único destino es enfrentar la pandemia, que la gente se quede en casa y luego un plan de ayuda para recuperar empleos. Pero esto, bajo ningún punto de vista, significa más de lo mismo: más mercado, más AFP, más Isapres, más soluciones “ominosas” de la banca.

Por esta razón es que nos interesa desenmascarar cualquier intento populista  de salida de la crisis, aprovechándose de la desesperación de la gente, que signifique no cambiar las bases del modelo ultraneoliberal. Sabemos que esta práctica consiste en identificar las preocupaciones de la gente y, para aliviarla, proponer soluciones fáciles de entender, pero difíciles de aplicar. A pesar de ser tan antigua como la democracia, la demagogia ha recibido un impulso impresionante a través de las comunicaciones de masas, fundamentalmente la televisión y particularmente las llamadas “redes sociales “e internet, ya que la difusión de la información escapa a todo control centralizado y al consenso democrático. Es decir, nadie se hace responsables por las consecuencias, ni menos por los contenidos de los discursos.

La demagogia y el populismo se ven fortalecidos ante la caída y desplome que ha experimentado la institución “Presidente de la República”. En efecto, hoy se encuentra absolutamente desfondada, sin respuesta ni empatía con el sentir de la ciudadanía, que exige cambios profundos. No sólo se llega tarde con medidas que previamente instituciones médicas habían insistido en que se implementasen, sino que todas las medidas se diseñan desde la perspectiva del pro mercado, dejando ausente todo vestigio de humanidad. Se está en presencia entonces de una suerte de tormenta perfecta: desconfianza en las elites, en el presidente y en todas las instituciones, la clase política gobernante principalmente oficialista, insistiendo en su plan de políticas públicas sin modificar mayormente el modelo, no respondiendo a la demanda mayoritaria. Sin embargo, esta desconfianza también alcanza a los partidos de la oposición. Es decir, nadie se salva. De esta manera, el país sin densidad democrática, sin tejido social, ni capital social, queda sin posibilidad de defenderse de un intento de refundación populista, que solo traerá autoritarismo, disfrazado de “orden”; más pobreza y concentración de la riqueza, disfrazada de “oportunidades para todos” y más precariedad, disfrazada de  “mérito y emprendimiento” y todo su fetiche adosado.

3.      Culturales

Asociado al tema de la desigualdad social, el país se ha venido estructurando en barrios y territorios altamente segregados y segmentados socialmente. Es decir, se trata de un país y barrios para nosotros (la elite) y otros varios países y barrios para los otros, los que no son como nosotros, los demás. El mercado se convierte en el único asignador de los privilegios y recursos, y la emergencia de la pandemia no ha hecho más que desnudar esta realidad. No es lo mismo vivir el confinamiento obligatorio y la cuarentena en los barrios de las comunas con más ingresos, que en aquellos donde el hacinamiento y la pobreza son la normalidad. Al respecto, basta un recorrido por los matinales de la TV abierta para percatarse de la realidad y de las conversaciones que allí ocurren, donde no existe mayor cuestionamiento al “modelo”,  que naturaliza realidades tan complejas como las situaciones de pobreza y hacinamiento que son explicadas con conceptos tan ideológicos como:” no ha habido esfuerzo, disciplina, merito, etc.” Donde, lamentablemente, salvo honrosas excepciones, los personajes de oposición no hacen más que legitimar, a través de sus “bufonescas apariciones”, el ideario político y comunicacional del gobierno. Sin hacer mención alguna que nuestra cotidianidad ha estado mediada por  un modelo de mercado desregulado e individualizado, obsesionado con el crecimiento, con el consumo, la competencia y la desigualdad.

Y cuando la autoridad sanitaria, de manera irresponsable y sin realizar ningún ejercicio de autocrítica nos traspasa a todos los chilenos la responsabilidad de no infectarnos con el virus, tratando de hacer una “verónica” a las erradas políticas previas, se olvida de que para quedarse en casa, se requieren ingresos dignos y no migajas. Pero también se olvida la autoridad,  al hacer mención a cierta irresponsabilidad de los chilenos por no respetar como se debe la cuarentena, que el modelo deseado de “no sociedad”, preconizado por ellos mismos, está basado en el individualismo llevado a su máxima expresión, que, junto con la codicia, la avaricia, el arribismo y la competitividad, constituyen los pilares ideológicos del modelo. Para ellos la sociedad no existe, solo el individuo, narcisista, que persigue el consumo de sus deseos sin importar nada. “Responsabilidad con los demás, solidaridad con los otros, ¿qué es eso?; para eso está el mercado genera instituciones donde cuidar a los mayores y abuelos. Es tarea de otros, no mía”, son las frases que se escuchan de manera recurrente. Por lo tanto ausencia absoluta de cohesión social, de un nosotros para enfrentar este flagelo.  Es decir, el ideal perseguido por los ultraneoliberales: Me rasco yo mismo con mis uñas. No necesito de nadie más.

Estos nuevos valores culturales han reemplazado a la austeridad, a las prácticas de ahorro, a la cultura del trabajo, al respeto por el otro y al optar por el camino correcto y no por el más fácil o por el atajo y que libera de responsabilidades e incluso de impuestos.

4.      Síntesis

Por eso ahora,  que en medio de la crisis  se llama a la unidad y solidaridad de los chilenos para enfrentar juntos esta difícil situación, el mejor homenaje a todos los muertos, a los dos mil y tantos y a los que seguirán aumentando por las anteriores decisiones erradas, donde claramente debe existir una responsabilidad, sino penal a lo menos política por estas decisiones, es iniciar el camino para la transformación del modelo. La pobreza y la reemergencia de la nueva cuestión social, la probabilidad cierta de experiencias populistas y el fenómeno de la segregación y segmentación territorial, como elementos de diferenciación social y cultural, que estuvieron en el centro del reclamo y de la rabia  que caracterizaron el estallido social, siguen estando presentes y se han agudizado aún más ante la incapacidad de este gobierno por enfrentar la pandemia. Lo único que han generado es una enorme fractura y divorcio entre la elite política, social y cultural y la gente.

Sin embargo, tenemos una gran oportunidad para comenzar a cambiar este estado de cosas. Hemos visto como se han instalado, a propósito de la incompetencia de las propuestas sanitarias, prácticas de solidaridad y apoyo en todos los barrios; prácticas donde el individualismo y competencias están ausentes; donde el egoísmo ha quedado relegado, lo mismo que las lógicas mecanicistas de conductas orientadas a obtener beneficios individuales sin considerar el destino de la comunidad. Hoy es tiempo de colaborar para enfrentar juntos esta crisis. Pero no debemos perder la posibilidad de generar un cambio, una transformación de este estilo de sociedad, a un nuevo sentido basado en lo social y no en el mercado, una solidaridad y una resignificación del estar y hacer en política. Donde no sea pecado hablar de comunidad ni de estado social, donde quede desterrado el concepto de subsidiaridad. Esta será la tarea de la post pandemia. Será el momento constituyente con sus metodologías y tiempos. Mientras tanto, para resistir, necesitaremos  de una nueva ética, “para sostener la indignación frente a los abusadores; para defender la libertad frente a los autoritarios. Una ética para la defensa de la autonomía personal y, al mismo tiempo, de todas las solidaridades colectivas. Una ética defensiva de guerrilla, frente a la ética ofensiva de guerra que nos quieren imponer los mismos de siempre. En fin, una necesaria ética de insumisión para vivir con dignidad[2]




[1] La pobreza del "modelo" chileno, la insuficiencia de los ingresos del trabajo y pensiones. Fundación Sol, Noviembre de 2018
[2] Etica y Pandemia. Adolfo Estrella (sociólogo y poeta), junio 2020. Com.pers. 




lunes, 8 de junio de 2020

13 PELÍCULAS QUE ANUNCIARON EL ESTALLIDO


Rodolfo Fortunatti



Durante la última década el cine chileno ha producido más de trescientas cintas que, probablemente, nadie haya visto en su totalidad y menos todavía recuerde sus títulos. Dentro de esta larga lista hay una pequeña fracción de películas cuya selección, sin ser exhaustiva, tiene el valor de mostrar la diversidad y versatilidad de las luchas de reconocimiento en el campo de fuerzas de la posmodernidad capitalista. Es el cine premonitorio del estallido social de octubre, del letal fracaso del sistema de seguridad sanitaria, y de la ingobernabilidad política e institucional que amenaza la paz civil del país.

Los neoliberales han querido reducir tales conflictos a una puja de clases medias aspiracionales contra élites incapaces de satisfacer demandas avivadas por el propio bienestar que ofrece el capitalismo. Siguiendo este relato, no sólo habría una mayor presión de las nuevas clases medias por el acceso a bienes de consumo, sino que también una apetencia de los segmentos más jóvenes por conseguir mayores recompensas en la distribución del poder político.

Sin embargo, aunque estos intereses compiten en la lucha desencadenada, no la explican. La experiencia enseña que las motivaciones que dan origen al actual estado de ruptura y perplejidad colectivas brotan de varias fuentes de malestar social. El estallido ha diseminado fragmentos ideológicos de etnia, de clase, de género, de edad, de territorio, de inseguridad, de segregación, de abuso e injusticia. En su revés, la respuesta del sistema ha sido una y uniforme: concentración económica, violencia represiva y bloqueo institucional.

«Esta es una dictadura disfrazada», expresa con asertividad y convicción Juan Mora Cid, director deL largometraje Dominio vigente, (2020). Es precisamente a través de este lente que el joven realizador desnuda el lacerante conflicto entre el Estado neoliberal chileno y la voluntad de supervivencia del pueblo mapuche. La coproducción chileno-alemana viene a coronar una larga sucesión de aproximaciones cinematográficas a la crisis de destino que sacude a la sociedad chilena.

El verano de los peces voladores (2014), dirección y guión de Marcela Said, es la querella hecha desde la clase y la cultura dominantes a la ideología del conquistador que subyace hasta en lo más rudimentario de la vida cotidiana. Vista en perspectiva, la que en su momento pareció moderar las aristas del conflicto es la denuncia contra el huinca que hace lo que quiere, no solo con lo humano, sino también con la naturaleza, en oposición a la cosmovisión del mapuche, gente de la tierra en permanente búsqueda de armonía con la biodiversidad.  

(Pewen) Araucaria (2016), dirección de Carlos Vásquez Méndez, guión suyo y de Juana Castell Palou, descubre esta comunicación del pewenche despojado, luego marginado y, finalmente, abandonado por el Estado. «La Araucanía ―señala el autor― pertenece a los Mapuche, evidentemente, pero también es mi tierra cuando me doy cuenta de que aquí se nombraron las cosas por primera vez, que este paisaje fue bautizado por quienes le daban sentido, al contemplarlo, al atravesarlo, al experimentarlo. Este es el origen del mundo, de mi mundo, del mundo chileno».

Aquí no ha pasado nada (2016), dirección de Alejandro Fernández Almendras, guión del mismo Fernández Almendras y Jerónimo Rodríguez. Es un largometraje basado en hechos reales, el accidente de ruta que involucró al hijo del ex senador y ex presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, y que costó la vida de Hernán Canales. El filme es una crítica a una justicia de clase que, subordinada a los intereses económicos y políticos del neteo en la designación de los jueces, termina por no ser justa ni oportuna para los pobres y desempoderados.

La isla de los pingüinos (2017), dirección de Guille Söhrens y guión de Söhrens, Javier Muñoz Percherón y Javiera Moraga, es un largometraje de 105 minutos en formato digital, que revisa diez años después de ocurrida, la llamada Revolución Pingüina, aquella que puso en el debate público la crisis de la educación chilena, condenó los negocios y el lucro, reivindicó la educación como derecho humano, y generó la masa crítica necesaria para el ascenso de las jóvenes elites políticas protagonistas de las movilizaciones de 2011 en Chile. Su sinopsis es una intuición certera: «Chile 2006, un país que mantiene las mismas políticas públicas de la dictadura de Augusto Pinochet: después de dieciséis años en un estado de democracia, ¿serán capaces los estudiantes de cambiar el futuro de Chile?».

El vals de los inútiles (2013), dirección y guión de Edison Cájas, el documental de 80 minutos es el antecedente cinematográfico de La isla de los Pingüinos y, no obstante, aborda el periodo que le sigue, el de las movilizaciones estudiantiles de 2011. Como en octubre de 2019, el estallido aquí prende en el Instituto Nacional. «Un amigo me invitó a participar de la protesta para grabar con él, y al poco tiempo me di cuenta que podía ser una película y que se podía transformar efectivamente en un documental sobre la movilización», confiesa Cájas.

Mala junta (2016), dirección de Claudia Huaiquimilla, guión de la misma directora y de Pablo Greene, es un galardonado drama de ficción de una hora y 29 minutos de duración, hablada en español y mapudungun, que pone de relieve las distintas dimensiones del prejuicio y la negación del otro, padecidas por los adolescentes en Chile. La pobreza, el origen étnico, la juventud, el delito, la droga, el provincianismo y la marginalidad, constituyen la suma de «cautiverios sociales» ―en la perspicaz descripción de Álvaro García Mateluna―, que echan luces sobre el arrojo, la persistencia y el desenfado de la primera línea de la protesta.

Cuentos sobre el futuro (2012), dirección y guión de Pachi Bustos, es un documental de 68 minutos que muestra las infranqueables barreras de acceso al mañana con que se estrellan los jóvenes de sectores populares. Retrata una realidad ignorada, omitida y desdeñada por autoridades y representantes populares a cargo de las políticas públicas, que han vivido convencidos de la utopía, nunca llevada a la práctica, de la igualdad de oportunidades para todos.

74mt2 (2012),  dirección y guión de Tiziana Panizza y Paola Castillo, la cinta es un documental de 67 minutos, rodado durante siete años en Valparaíso, y que exhibe las enormes dificultades de las familias para acceder a una vivienda de setenta y cuatro metros cuadrados de superficie habitable, pero, especialmente, las brechas de integración geográfica, originadas en brechas culturales insalvables como las que ha puesto de manifiesto la pandemia covid-19.

Princesita (2017), dirección de Marialy Rivas, guión de la directora junto a Camila Gutiérrez, es un largometraje de ficción de una hora y 18 minutos, en formato digital, que procura desentrañar las claves del patriarcado en el escenario de una secta, y tomando como víctima de un relato con referentes en hechos reales ocurridos en la zona sur del país, a una niña de once años.

El mal trato (2015), dirección y guión de Daniel Vivanco, es una película dramática de 68 minutos de duración, que, basada en un hecho real, se enfoca en la violencia de género. Su director ya por entonces observaba que, pese a ser un tema público, apenas sí lo era para la política. «Desde hace más de cuatro años que el feminicidio se transformó en un concepto tangible ―dice Vivanco―, es cosa de prender la tele y verás de donde viene la inspiración». Las grandes manifestaciones públicas de las mujeres fueron indicios del estallido social y las últimas que se protagonizaron antes del confinamiento de la ciudadanía por covid-19.

Cabros de mierda (2017), dirección y guión de Gonzalo Justiniano, es un largometraje de ficción de 118 minutos, que relata las formas que adoptó la economía solidaria del cuidado durante la dictadura, para resistir la represión y asegurar la subsistencia de los hogares populares. Como ahora, el peso descansa sobre los hombros de mujeres. Como ahora, se organizan las ollas comunes, los comprando juntos y la protección de niños y ancianos. «Filmé fundamentalmente en La Victoria, una población emblemática, muy combativa, una de las primeras poblaciones que se organizó y que fue vital contra la dictadura. Allí había sobre todo mujeres, porque los hombres se habían ido, los habían expulsado o asesinado. Ellas se hacían cargo de los abuelos, los niños y de llevar adelante la lucha por la democracia. Sabemos las barbaridades y las atrocidades que hizo la dictadura».

Propaganda (2014),  dirección de Christopher Murray, guión de Murray, Maite Alberdi y Antonio Luco, es un documental de 61 minutos realizado el año 2013 con ocasión de la campaña presidencial de los candidatos Michelle Bachelet, Evelyn Matthei, Franco Parisi, Marco Enríquez Ominami y Roxana Miranda. El filme pone al descubierto una paulatina pérdida de legitimidad del sistema democrático, que hoy torna imposible la gestión gubernamental, el control de los actos de la administración, y el diálogo racional para hallar fórmulas que permitan atender las necesidades más apremiantes de la población. El valor de la cinta, dicho por su director, radica en que «se instala en espacios donde los medios tradicionales no profundizan acerca de las elecciones; propone nuevas imágenes que buscan generar reflexión social sobre la crisis de representatividad política en nuestro país».

8 de junio de 2020.