lunes, 25 de febrero de 2008

La opción es integrar

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Mariano Ruiz-Esquide cree que la lista de consenso para las elecciones internas de abril debe integrar a “alvearistas”, “chascones”, “freístas” y “colorines”. Además, en el tema de las subvenciones, recuerda que cuando “la Concertación y el Gobierno planteamos la necesidad de hacer un duro control de los sostenedores, la Alianza lo rechazó”.


-¿Qué le parecen las gestiones que lleva Belisario Velasco para arribar a una mesa de consenso en la DC?

-Bien. Soy partidario de que ojalá se logre un acuerdo en ese sentido, porque creo que le hace bien al partido. La DC en el último tiempo ha pasado por variadas dificultades de convivencia y si eso ayuda a unir al partido para que podamos concentrarnos en llevar a cabo las resoluciones del último Congreso Ideológico, yo lo apoyo. De ese congreso surgió una serie de iniciativas que me gustaría que pudieran ser desarrolladas, pero no se ha podido porque, ya desde el mismo día de su término, salieron dirigentes a denostarlo y decir que no había servido para nada.

-Pero el mundo "chascón", al que usted pertenece, se encuentra dividido. Por su lado, Belisario apuesta por una mesa de unidad pero que, idealmente, no sea liderada por Alvear. Gabriel Ascencio señala que si la senadora insiste en la reelección él levantará una lista de competencia. Claudio Huepe, en las antípodas, no apoya esa competencia.

-¿Eso dijo Claudio? Pues yo estoy de acuerdo con él. Creo que hoy la opción es buscar una integración de todos los sectores y no profundizar las heridas que ha dejado la exacerbación de los caudillismos. Yo respeto las distintas posiciones, pero estoy mucho más cerca de Huepe que de Ascencio, que dicho sea de paso, hace mucho rato que no representa a nuestra tendencia.

-¿Y cree que Soledad Alvear esté por una mesa de consenso considerando que en la última interna fue apoyada por dos tercios del partido?

-Tengo la impresión de que a ella no le desagrada la idea de una mesa integrada, pero es a su entorno más próximo a quien no veo muy entusiasmado con la idea. Además, la concepción que ella tiene de una dirección integrada es que ella debe elegir a quienes la componen de entre los dirigentes más cercanos. Yo, por mi parte, creo que como tendencia debemos tener el poder de decidir quién de los nuestros va a sentarse en esa mesa. Sólo así es posible que surja la unidad.

-Bajo ese prisma, ¿cuáles son las tendencias que debiesen participar de esa mesa?

-De partida, los chascones llevamos más de 40 años luchando por una línea de vanguardia en la DC y creo que nos hemos ganado ese espacio. También el freísmo que si bien es pequeño y un tanto disperso, tiene un gran poder al interior de la DC. Soledad dice que no cree en grupos, pero de que los hay, los hay. De partida gran parte de su lote se mueve políticamente en conjunto desde hace más de 20 años.

-¿Y los colorines que se quedaron en el partido? Ellos se reúnen hoy y están observando las negociaciones para decidir que harán.

-También podríamos decir que ellos tienen sus méritos como grupo interno. Adolfo ya tenía grupo cuando, a fines de los ochenta, estábamos en la discusión de si debíamos legalizarnos y hacer alianza con lo que después fue la Concertación. Los colorines hoy están en dos grupos: los que se fueron, que se fueron nomás, y los que se quedaron que creo que lo hicieron porque desean la unidad y no como quintacolumnistas. Nosotros hemos tratado de acogerlos pese a lo doloroso que fue el quiebre. Yo ya he vivido cinco quiebres en el partido y no pudo decir que recuerdo alguno que haya sido indoloro, pero espero que esas heridas finalmente se superen.

-¿Cree que finalmente la opción de Ascencio se concrete?

-Es que yo no sé qué quiere. Porque si es sólo para oponerse a la Alvear, no sirve de mucho. Y depende de quién lo apoye, porque dime con quién andas y te diré quién eres.

SUBVENCIONES

-El tema de la semana fueron las subvenciones. ¿Por qué se produjeron irregularidades en la asignación de fondos?

-Ésta es una situación extremadamente lamentable que ha sido utilizada de manera inadecuada por la Alianza. Acá hay varias cosas de fondo. En primer lugar, el modelo de subvención se basa en el recto equilibrio entre los deberes y derechos del sostenedor, cimentado en una realidad de la educación que cambia a partir de 1985, desde una actividad donde sólo se gana lo necesario para vivir bien a un esquema de negocio con buenos y malos sostenedores, donde el modelo permite ciertas situaciones incorrectas. Por eso, creo que la discusión debe enfocarse en reparar la normativa para que no se produzcan nuevamente estas situaciones y judicialmente se debe llegar hasta la verdad y sancionar a los responsables.

-El tema que está en el tapete es la falta de fiscalización que hubo en la correcta entrega de las asignaciones.

-Ahí hay un punto clave y es que tanto la Concertación como el Gobierno planteamos la necesidad de hacer un duro control de los sostenedores y la Alianza lo rechazó.

-¿Por qué se opusieron?

-Ellos defienden la plena libertad de los sostenedores para hacer las cosas, pero "dentro de las normas", como dicen. Pero cuando pedimos mayor control se nos ridiculizó con asesores que hicieron una presentación absolutamente folclórica. Hay un modelo que corregir, pero la Alianza lo que ha hecho es rebajar el debate y hacer de esto una campaña política. No se puede partir de la base que todo lo público es corrupto y todo lo privado es un tema de emprendedores. Acá la derecha no ha hecho ninguna referencia a los sostenedores que han aprovechado el dinero maliciosamente. O sea, cuando decimos que el ministerio debe controlar se nos trata de estatistas y cuando no, se nos acusa de no controlar. Y eso es porque a ellos no les importa el tema, sino sólo sacar un provecho político, lo que es una pequeñez.

-¿No cree entonces que Yasna Provoste deba renunciar a su cargo?

-No lo creo. Primeramente por una cosa formal: en nuestro país, quien pide las renuncias es la Presidenta. Cuando Belisario Velasco renunció, todo el mundo lo criticó. No le pidamos entonces a la ministra que haga lo que se le criticó a Belisario. Y, en segundo lugar, porque acá debe haber un término y saber quién es el responsable. Hay personas que deben permanecer en el ministerio hasta que esto se aclare, porque si usted las expulsa, sanciona y echa, ya no está en condiciones de saber lo que realmente pasó.

-Se refiere al seremi Alejandro Traverso?

-Por supuesto.

-¿Y no cree que hubo falta de celeridad en la ministra cuando sólo vuelve de sus vacaciones cinco días después del estallido del escándalo?

-Eso es buscar el flanco pequeño y sin ninguna altura de miras para tratar el tema. Antes de que se haga un análisis más profundo, la derecha busca la caída de la ministra y el presidente de la UDI, Hernán Larraín, habla de pedir una interpelación. Yo hablé el viernes con la ministra y me dijo que a ella le parecía que, con los datos que había dado en su momento, era suficiente. Cuando se dio cuenta de que no bastaba, le pareció razonable venirse. Ella también me dijo que se vino de motu proprio, y que algunos personeros del partido que han dicho que la llamaron para que regresara, en realidad jamás lo hicieron.

-El diputado Jorge Burgos dijo por la prensa que debía regresar.

-Es lógico siempre y cuando lo haya hecho antes en privado. En un partido político tiene que haber lealtades, si la llamó y le dice véngase y después lo señala, perfecto. Si no es así, eso deja de tener transparencia.


miércoles, 30 de enero de 2008

A la luz del mensaje del maestro Castillo

Documento en formato pdf

Camaradas, amigas, amigos:

Son bien sabidos los conflictos internos de nuestro partido en los últimos meses. Sobre ellos y las propuestas para superarlos hemos entregado algunas líneas de trabajo que nos parece útil reiterar:

1. Asumir las conclusiones del Congreso como nuestro gran faro de navegación y nuestra mayor fuerza interior;

2. Construir sobre esas ideas la unidad del Partido;

3. Buscar una fórmula de acuerdo que permita generar una mesa integrada e integradora que incluya todas las visiones internas sobre la estrategia a desarrollar por la Democracia Cristiana;

4. Reiterar que la Concertación, en un plano de colaboración y mutuo respeto, constituye nuestro proyecto político; y

5. Poner de manifiesto en todas nuestras actitudes, ante la deserción de algunos militantes, la fraternidad para quienes se han mantenido en el Partido, el respeto para quienes lo han abandonado y la claridad y fuerza para responder cuando se nos ataca de manera soez. En el tiempo del verano es bueno reflexionar sobre estas ideas y muchas otras. En el intertanto, nos permitimos hacerle llegar un documento que Jaime Castillo nuestro gran maestro, escribió hace ya muchos años en una dificultad similar para la Democracia Cristiana. Es antiguo pero siempre vigente. Está vigente porque atañe a nuestra esencia. Se los hacemos llegar con nuestra mayor fraternidad.


Renán Fuentealba Moena / Mariano Ruiz-Esquide Jara /
Ricardo Hormazábal Sánchez / Jorge Donoso Pacheco /
Alejandra Miranda Olivos / María Rozas Velásquez /
Jorge Consalez Carvajal / Héctor Gárate Wamparo /
Rodolfo Fortunatti Molina / Ignacio Balbontín Arteaga /
José Soto Sandoval / Juan Guillermo Espinosa C. /

Santiago, enero 29 de 2008.

lunes, 28 de enero de 2008

Requisitos para una mesa integrada e integradora

Rodolfo Fortunatti

En otra parte hemos esbozado el nuevo escenario que abre el 2008, y los desafíos concretos que debiera proponerse una mesa integrada e integradora de la Democracia Cristiana. Suspendidas han quedado sin embargo las respuestas a otras interrogantes que pudiere haber suscitado este planteamiento: ¿Cómo se conforma esta mesa? ¿Quiénes se sientan a conversar? ¿Qué requisitos son necesarios para asegurar tales conversaciones?

En lo que sigue formularemos siete criterios generales y cinco exigencias operativas para la conformación de una mesa integrada —de todos los democratacristianos— e integradora —para todos los democratacristianos—, que contribuya al fortalecimiento de la Concertación y a la realización de su programa de gobierno.

¿Qué criterios deben ser observados por quienes aspiran a una mesa de integración?

Primero, quienes concurren al diálogo mantienen la expectativa de que todos son depositarios de recursos de poder cuyo volumen puede verse incrementado por la cooperación mutua. Naturalmente, no hablamos de la posesión de puros recursos humanos y materiales, sino de intangibles como la generosidad, el prestigio, la credibilidad, la honorabilidad, el valor futuro de los liderazgos.

Segundo, esto significa que el interés de todos en los recursos que aportará cada cual, debe generar tal situación de equilibrio simbólico de poder, que todos se sintieran reconocidos y respetados, y, por lo tanto, en igualdad de condiciones para asumir compromisos: «Los necesito como ustedes me necesitan a mí». En esto, la negociación debe observar la regla de no presionar al otro más allá del umbral mínimo —o costo de oportunidad— que estaría dispuesto a tolerar y a argumentar razonadamente.

Tercero, el acuerdo debe resultar beneficioso para todos. Dicha expectativa sólo puede ser verificada estimando todos los beneficios que se esperan conseguir en un determinado período de tiempo. De este modo, debería producirse una compensación entre pérdidas y ganancias. Se actúa con la expectiva de que la concesión de corto plazo puede redituar conquistas de mediano o largo plazo y, viceversa, que la ventaja de hoy, entrañe el sacrificio de mañana.

Cuarto, es menester que todos comprendan la real posición y circunstancia de cada uno. No siempre los interlocutores pueden hacer explícitas todas las razones de su comportamiento político. A menudo las causas de una determinada conducta se hallan en trayectorias, caracteres, estilos o ambientes, que operan como funciones latentes que hay que desentrañar. De cualquier modo, empatía y sutileza son aliadas de las negociaciones exitosas. Hay que ponerse en los zapatos del otro, pero hay que saber hacerlo.

Quinto, aunque haya aspectos del comportamiento político que permanezcan velados, lo que no puede quedar oscurecido en la mesa de negociaciones es la credibilidad política, cuya máxima consiste en prometer sólo aquello que nos sabemos capaces de cumplir. Ello nos granjea una incertidumbre aceptable: la certeza de que los riesgos que hemos de correr quedarán cubiertos por el seguro.

Sexto, es necesario tomar conciencia de que las promesas que hacemos son actualizaciones de la expectativa que deseamos dejar fijada en los otros: «Soy de este modo y seguiré siendo igual». Suele ocurrir, sin embargo, que tal expectativa es refutada por algunos comportamientos pasados, despertando un reproche que se expresa del modo siguiente: «Antes prometiste lo mismo, y no cumpliste». En tal caso, quienes se sientan a la mesa deben asumir por principio que la nueva promesa se cumplirá, de lo contrario no tendrá sentido concurrir al diálogo. Lo más importante de este criterio son dos consideraciones adicionales e insoslayables para asegurar el acuerdo. Por una parte, evitar hacer un balance de culpas como si nos halláramos libres de responsabilidad; vivimos entre buenos y malos, y no en uno u otro lado de la frontera imaginaria. Por otra parte, aligerar el peso del pasado en el debate y mirar hacia adelante, habida cuenta que el único tiempo real es el presente.

Séptimo, en la conversación hay que dejar a salvo la dignidad esencial de las personas, su núcleo más íntimo, aquel que mantiene integrada su personalidad. El diálogo debe ser sobre ideas. La deliberación debe versar sobre las nociones y comportamientos políticos de las personas; no sobre las personas mismas. Si no se respeta este precepto, el resultado del acuerdo no será muy distinto de un vertedero de odiosidades, rencores, envidias, traiciones, en suma, bajezas. Así, hasta el más inescrupuloso encontrará dificultades para mantener la promesa o exigir su cumplimiento.

Ahora, ¿cuáles son los principales requisitos prácticos para conformar una mesa de integración?

1. Que los interlocutores acepten como un dato de realidad la existencia de tendencias internas que se autoconvocan, que se expresan, y que se representan a través de legítimos liderazgos.
2. Que los interlocutores no opongan vetos de ninguna especie a ningún militante como condición para emprender conversaciones que concluyan en acuerdos.
3. Que los interlocutores coincidan en un mismo diagnóstico de la realidad.
4. Que los interlocutores se reconozcan como necesarios para resolver los problemas que presenta esta realidad.
5. Que los interlocutores concuerden en la crucial importancia y, por lo tanto, en la urgencia del acuerdo.


martes, 22 de enero de 2008

Partido y Candidato

Rodolfo Fortunatti

Los partidos Socialista y Demócrata Cristiano no sólo tienen una larga historia —como que son septuagenarios—, sino una larga historia de hitos comunes, y algunos muy intensos. Sus más grandes figuras fueron contemporáneas, y lideraron la mayor transformación democrática del siglo xx. Eduardo Frei Montalva fue el gran impulsor de la revolución en libertad, mientras que Salvador Allende luchó hasta el sacrificio por el Chile popular. Allende recibió la banda presidencial de manos de Frei Montalva. Treinta años después, Frei Ruiz-Tagle se la terció a Lagos. Y, si la saga continúa, quizá ambos ex mandatarios se disputen la conducción del quinto gobierno de la Concertación. La necesidad hace al órgano.

Y la necesidad ha empezado a provocar mutaciones. Las elecciones municipales de octubre serán la prueba de fuego de los partidos, de sus tendencias internas y de sus liderazgos. Ellas pondrán de relieve quién es quién en el nuevo mapa político. Veremos el verdadero poder de los alcaldes y concejales. Veremos qué tan firme es el piso de los diputados y senadores. Y, si la reforma política tiene éxito, también sabremos cómo les va en las urnas a los consejeros regionales. Lo que en verdad comprobaremos será el alineamiento de las fuerzas políticas en función de la competencia presidencial. Pero antes, socialistas y democratacristianos habrán concluido sus respectivos congresos, y habrán renovado sus respectivas mesas directivas. Esto ocurrirá no más allá del mes de abril.

Es indudable que los eventos de abril no escaparán a la contienda presidencial. Podría decirse que estarán marcados por las dos posiciones en pugna. La de aquellos que simplemente no se imaginan una mesa sin candidato presidencial, ni una candidatura presidencial sin mesa instrumental. Y la de quienes buscarán separar las decisiones y los tiempos, instalando como prioridad una mesa que garantice gobernabilidad e integración, y sólo después, la nominación del candidato. Lo más probable es que la tensión se lleve al límite de forzar la definición del candidato antes de octubre, pero esto no hará sino confirmar que es posible separar la elección de mesa de la nominación presidencial.

Es la impresión que deja la respuesta de Isabel Allende cuando se le pregunta si la disidencia socialista tiene candidato único. «Grandes Alamedas no tiene candidato único», sostiene la parlamentaria. Y explica: «Somos extremadamente respetuosos de que acá haya gente que opta por (Jorge) Arrate, otros por Insulza, otros por (Ricardo) Lagos y más de alguno por Alejandro Navarro. Como somos respetuosos, no nos genera conflicto. Pero lo que sí queremos es que el día en que el partido resuelva, en la instancia y con la metodología adecuada, ese candidato cuente con una amplísima mayoría de la Concertación».

En la Democracia Cristiana debería ocurrir algo semejante. Gente que opta por Frei, Alvear, Trivelli, González… y que, no obstante, es capaz de situarse por encima de sus legítimas diferencias para concurrir a una fórmula de integración amplia. Un candidato presidencial nominado hacia la segunda mitad del año a través de un procedimiento de primarias, y que, al igual que en la aspiración socialista, prometa concitar la adhesión mayoritaria de la coalición. Pero lo que no cabe esperar en partidos con historia y tradición ideológicas, es que se abandonen a personalismos de nuevo cuño.

viernes, 18 de enero de 2008

Testimonio de Patricia Verdugo

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En Chile hasta el 11 de septiembre de 1973 los miembros de las fuerzas armadas eran vistos como parte del pueblo, de la ciudadanía. Era impensable que las fuerzas armadas fueran usadas por un grupo de chilenos para eliminar y reprimir a otro grupo de chilenos. Era inimaginable que fueran usadas para terrorismo de estado.

Hoy sabemos, después que Estados Unidos decidió desclasificar decenas de miles de documentos secretos de la CIA y el Pentágono, qué acciones se realizaron para lograr el golpe militar en Chile y la represión que le siguió. Pero entonces a comienzos de los años 70 no era posible imaginar la pesadilla. Visto hoy día alguien podría decir y con razón, que fuimos muy ingenuos. Y es esa ingenuidad la que explica gran parte del horror.


Uno se pregunta cómo es que miles y miles de chilenos confiaron en la ley y se presentaron voluntariamente ante los comandantes de regimiento o ante los jefes de policía, cuando sus nombres aparecían en los bandos militares. Ellos jamás se imaginaron posible una cámara de tortura y menos se imaginaron una masacre que los conduciría a una tumba clandestina de detenidos-desaparecidos.

Un ejemplo, el abogado Mario Silva Iriarte, tenía 37 años, socialista, casado, cinco hijos, era el Gerente de la Corporación de Fomento en la zona norte de Chile. El día del golpe militar él estaba en comisión de servicios en la capital, en Santiago. Y Mario Silva escuchó su nombre en un bando militar en la radio y decidió partir de inmediato a la ciudad de Antofagasta. Pidió a los militares un salvoconducto especial para poder manejar toda la noche, ya que estábamos en toque de queda. Y así llegó a Antofagasta para entregarse ante las autoridades militares. A su esposa le dijo: “no tengo nada que ocultar”. Hoy sabemos que fue brutalmente torturado por más de un mes y fue masacrado. Su mujer Graciela Álvarez, me dijo “y pensar que se entregó voluntariamente porque él creía en el profesionalismo de los militares y jamás los imaginó capaces de masacrar”. Como él miles de chilenos.

El alcalde de otra ciudad al norte, que se llama Tocopía, Marcos de la Vega, era ingeniero, casado, tenía tres hijos, comunista. Su hermana me relató así su historia. “Después del golpe la gente le decía que se fuera, que se pusiera a salvo. Pero Marcos respondía ‘pues que me voy a ir sino he robado ni un peso, sino le he quitado el puesto a nadie, si tengo al día los libros de la alcaldía, si no he hecho nada malo’. Así mi hermano trabajó en la alcaldía hasta cinco días después del golpe. Ese día el diario publicó que había órdenes de detención contra las autoridades de Tocopía. Así que Marcos llegó en la tarde, pidió ropa gruesa, comió, tomó mate caliente y se sentó a esperar que llegaran. Carabineros rodearon la casa, entraron armados con metralletas y se lo llevaron”. Casos como el de Mario o Marcos, se repiten por miles.

Mi padre fue uno de ellos, ingeniero, casado, cuatro hijos, 50 años, militaba en un partido de centro, el partido Demócrata Cristiano. Su nombre, Sergio Verdugo, su delito, presidente del sindicato de la empresa estatal en la que trabajaba. Creer que podía intentar la defensa de los derechos adquiridos por esos trabajadores. Han pasado más de 28 años y lo ocurrido vive conmigo cada día. Escribí un libro con esta historia. Ese libro lleva por título la dirección de la casa de mi padre. Se llama “Bucarest 1 8 7. Era una gran casona blanca de estilo francés. Los agentes esperaron el momento propicio, lo vigilaban desde hace más de dos meses. Esperaron a que estuviera sólo en la casa y se lo llevaron.

Yo evito pensar y hasta hablar de esta parte de la historia, porque duele demasiado. Imaginar el terror que sientió. Imaginar como le habrá saltado el corazón en el pecho al salir de la casa, sin poder siquiera escribir una nota pidiendo auxilio. Encontramos su cuerpo varios días más tarde en el río Mapocho, el río que atraviesa mi ciudad. En su cuerpo había huellas de tortura. De la peor de todas no había huella evidente. Solo el examen de sus pulmones podía indicar que el agua en que fue ahogado no era el agua de ese río café y barroso que fue tumba de tantos en mi país.

La tortura como método de terrorismo de estado es muy eficiente. En Chile sólo hace dos meses pudimos hacernos cargo de lo ocurrido. El terror es tan profundo que tuvimos que necesitar casi quince años de transición para indagar oficialmente acerca de la tortura masiva y sistemática practicada por el Estado, para eliminar a los adversarios políticos de la dictadura del General Pinochet.

Los métodos de tortura fueron comunes a casi toda América Latina, fueron enseñados en la Escuela de las Américas (Panamá), por oficiales de Estados Unidos. Y Estados Unidos, a su vez, recibió ese conocimiento desde Francia, que refinó los métodos de tortura en Argelia.

En julio de 1976, cuando mi padre desapareció, cuando lo buscábamos con desesperación por las cárceles, cuando lo encontramos en el río, entonces yo supe lo que era el miedo. Ese miedo que se mete dentro de las vísceras, porque mi voz temblaba, mi vientre temblaba todo el día. Y así por semanas y no había como calmar ese temblor. Seguí trabajando y después de enterrar a mi padre, completé la entrevista que le estaba haciendo al líder sindical Tucaperig Jiménez. Seis años más tarde iba a ser su turno, lo degollaron en 1982.

Vencer el miedo puede ser la columna vertebral, el eje de la vida humana y su sentido, vencer el miedo a la muerte, vencer el dolor, el miedo al abandono, el miedo a la pobreza, el miedo al desempleo, el miedo a la traición, vencer el miedo, tantos miedos. Aquí estamos reunidos frente a dos miedos: el terrorismo de estado y el terrorismo organizado por grupos privados. Dos caras de la guerra sucia.

A veces unos están ligados con otros. Yo estaba en Manhattan, en septiembre de 2001, llegué la víspera. El 10 de septiembre a una Nueva York muy calurosa y que recibió con mucha alegría una lluvia torrencial ese atardecer. Me acosté esa noche sabiendo que al otro día era martes 11 de septiembre, porque fue el día 11 de septiembre el golpe de estado en Chile. Y me desperté con el grito de alerta. Y lo primero que pensé fue en Chile. Imaginé que estaba ocurriendo otro golpe de estado en mi país. Salí a la calle a vivir ese trágico episodio con los neoyorquinos, me mezclé entre los que huían con la ropa llena de polvo, caminando como autómatas, estuve entre el pánico, ese pánico que podía palparse de tan espeso que era. Fue un día largo, larguísimo, marcado a fuego en la memoria.

Por la noche me senté en la acera de la Quinta Avenida a llorar y rezar. Imaginé el dolor que habría en miles y miles de hogares a mí alrededor. La ciudad estaba vacía, paralizada por el terror. Me quedé mucho tiempo rezando hasta que pasaron las máquinas retroexcavadoras amarillas. Y después de ellas pasaban taxis sin el asiento trasero para transportar cadáveres. Sé que en algún momento pensé: alguno de estos habitantes sabrá que en un día como hoy, hace 28 años, el gobierno de su país provocó el terror y provocó la muerte a miles y miles de chilenos. Sabrá alguno que el Presidente Nixon y Henry Kissinger decidieron la tragedia en mi país. Me respondí: No, no saben o no lo recuerdan si es que alguna vez supieron.

¿Qué hacer entonces para que no se repita? La solución parece ser una sola: Justicia. Justicia social al interior de nuestros países, de cada país, porque la injusticia es el criadero de rabias y de violencias. Desde la violencia al interior de un hogar hasta la violencia que provoca el estallido social. Justicia, justicia en las relaciones internacionales. Toda la historia nos enseña que la opresión de un pueblo sobre otro crea las condiciones para devolver el golpe. Justicia para investigar los crímenes respetando el estado de derecho y condenar a los culpables de acuerdo a la ley, para que no se repita. Para un defensor de los derechos humanos es tan bárbaro lo que hoy ocurre en Guantánamo como que hoy siga sin condena el General Pinochet.


Anteayer yo estaba en Madrid y fui varias veces, durante mi estancia en la capital española, a rezar a la estación de Atocha. Y por ser chilena cada vez que salgo de mi país, la pregunta que más se repite es ¿por qué no podemos enjuiciar y condenar al General Pinochet? ¿Por qué él aún tiene tanto poder? La respuesta es simple: el General Pinochet fue la herramienta, el instrumento de terror que Estados Unidos y la ultra derecha chilena utilizaron para derrocar al Presidente Salvador Allende y para luego instaurar una larga dictadura. Más aún, Pinochet finalmente aceptó que Chile se transformara en el laboratorio del neoliberalismo económico diseñado por el Premio Nóbel Milton Friedman, en la Escuela de Chicago.

Por tanto se le debe mucho a Pinochet y esa deuda debe pagársele al menos con su impunidad. Los defensores de los derechos humanos hemos dificultado bastante el cumplimiento de este compromiso espurio. Estuvimos a punto de conseguir que Londres le extraditara a Madrid y siempre agradeceremos a España por su tarea en la defensa internacional de los derechos humanos. Hoy seguimos luchando en los tribunales chilenos.

Nuevamente logramos hace poco el desafuero de Pinochet. Y nuevamente está sometido a proceso. Y ojo que estamos hablando de un General Pinochet que hasta el día de hoy conserva el título de “Padre Benemérito de la Patria”. Ahora estamos buscando la condena de los altos mandos militares y de los civiles de la dictadura. En estos días se ha procedido a la orden de arresto contra quienes fueron los ministros de seguridad interior. Es un nuevo paso. La impunidad de Pinochet también se explica por la necesidad de mantener en forma, afilada esta herramienta del terrorismo de Estado.

Me explico: Póngase en la cabeza de un jefe de la CIA, o de un poderoso empresario ultraderechista de Chile. Si Pinochet es condenado hoy, se pregunta: ¿Contaremos con los jefes militares mañana si nuevamente requerimos sus servicios? Es decir, para asegurar que mañana puedan contar con las Fuerzas Armadas para otro golpe, hay que darle impunidad hoy. Y qué decimos nosotros los defensores de derechos humanos para asegurar que mañana no se tienten con otro golpe, es justamente que tenemos que enjuiciarlos hoy y condenarlos hoy. Hay también otras formas de justicia: una de ellas dice en relación con la memoria. Que no se olvide que las nuevas generaciones recuerden nuestras tragedias. Yo trabajo en ambos espacios, colaboró con las causas judiciales, investigando y escribo mis libros para que no se olvide.


El holocausto judío no se limitó al juicio de Nuremberg y a los juicios a los jerarcas nazis que luego fueron hallados. Cada año tenemos nuevas películas y novelas que relatan esta tragedia desde los millones y millones de historias de los seres humanos. En periodismo sabemos que un millón de muertos es estadístico. Un muerto es tragedia. Y con esa medida es que trabajamos como se ha hecho en este evento. Para que la historia de un hombre, de una mujer o de una niña quede en la conciencia de los habitantes de este planeta en el futuro. Así se trabaja por la paz para proteger la vida de nuestros hijos y de los hijos de sus hijos.

Que no haya impunidad ni olvido. Que sí haya justicia y memoria. Colaborar con esta tarea permite que uno se perciba como una persona decente. Y hay que resistir con mucha fuerza las presiones en orden a perdonar y olvidar como sinónimo de buen cristiano. Cada vez que alguien me exige perdón y olvido se que estoy frente a alguien que es cómplice por acción u omisión de los crímenes. Ni el Papa Juan Pablo II permitió la impunidad de quien intentó matarlo. Como Juan Pablo II, acaban de recordarlo, el Papa fue a la cárcel, lo bendijo en señal de perdón y el criminal se quedó entre rejas hasta completar su condena. Eso es justicia. Gracias.




miércoles, 9 de enero de 2008

En lo esencial, unidad

Declaración

La Democracia Cristiana realizó en el mes de octubre un Congreso Ideológico y Programático cuyas conclusiones son un ejemplo de adecuación de nuestra doctrina a la realidad chilena del 2008. Sin embargo, también es verdad que durante este tiempo nuestro Partido ha tenido conflictos internos que han culminado en el día de ayer con la renuncia de cinco diputados.

Quienes firmamos este documento lo hacemos en el ánimo de serenar nuestros espíritus, mantener la unidad del Partido y enfocar en nuestro futuro el rol que nos corresponde cumplir teniendo como norte los acuerdos del Congreso ya mencionados.

El aporte del Quinto Congreso es mucho más profundo que las dificultades que estamos sorteando. Por ello no compartimos las apreciaciones sostenidas en forma pública, por algunos militantes o ex militantes en la que señalan que la crisis de la Democracia Cristiana sería terminal y que sólo nos quedaría prepararnos para un rol menguado y secundario. Por el contrario lo sucedido debe renovar nuestro compromiso con la forma en que el Partido se ha expresado a Chile: Partido de vanguardia, Partido por la libertad, Partido para los mas necesitados, Partido para una democracia integral, Partido para cambiar la economía materialista y contraria a la equidad entre los chilenos.

Reiteramos que en esta perspectiva podemos lograr, y lo lograremos, la recomposición de nuestras relaciones internas para concluir en un todo superior a la suma de sus partes, y que sea el lugar común de cada militante.

Por eso:

1.- Valoramos como norma esencial la unidad interna en torno al proyecto global diseñado en el Congreso Ideológico, para ser capaces de ejercer una pedagogía política hacia nuestros militantes y hacia la opinión pública. Asumimos la sentancia de San Agustín:

En lo esencial, unidad.
En lo accidental, libertad.
Siempre fraternidad.

2.-Rescatamos como esencial el valor del Congreso y propusimos un documento suscrito por todas las sensibilidades y expresiones internas, planteando una mesa integrada e integradora que permitiera que nuestros líderes y eventuales candidatos a la Presidencia de la República tuvieran plena libertad y capacidad para dedicarse a expresar su opinión a Chile liberándolos del ejercicio de la Presidencia del Partido. De esta manera, a pesar de no haberse logrado plenamente el objetivo buscado, insistimos en una propuesta unitaria y dialogante entre nosotros, de respeto a quienes han abandonado nuestras filas, pero de claridad para señalarle a nuestros militantes y a la opinión pública que el espíritu y la vitalidad esencial de la Democracia Cristiana están en su historia, en sus testimonios, en su gente, en sus instituciones, en el compromiso con la Concertación y con los más pobres y vulnerables de Chile; y que nada de ello está fuera de la Democracia Cristiana.

3.-Proponemos también:

a) Una pronta entrega de los documentos del Congreso a las bases del Partido;
b) El inicio inmediato de una campaña de difusión interna y externa de dichas conclusiones;
c) Una programación también inmediata de las visitas de nuestros dirigentes a todas las comunas de Chile; y
d) La expresa petición a nuestros militantes de no generar conflictos innecesarios a quienes abandonaron el partido, pero asimismo, la expresa exigencia de resguardar el respeto a la Democrácia Cristiana con la fuerza de nuestros argumentos.

4.-Llamamos a nuestros camaradas, a los independientes y a nuestros partidos de la Concertación, a enfrentar con responsabilidad y entereza lo que viene sucediendo entre nosotros, al interior de nuestro Partido y en Chile entero. Por razones éticas nos unimos para derrotar a la Dictadura y por las mismas razones debemos seguir unidos hasta completar el cambio en la sociedad chilena. Por el respaldo que el país nos ha dado debemos asumir que no caben entre nosotros ni la corrupción ni la falta de compromiso ético. Pero también por estas mismas razones les pedimos templanza y serenidad para defender una democracia que tiene como base partidos de pensamiento claro y esperanzador.

Este es el mensaje que busca hacer de la Democracia Cristiana el instrumento con que podamos avanzar hacia una patria más justa, más libre y más solidaria; que no se construye sino con una Concertación querida y valorada por los chilenos. Instamos a elevar la calidad de nuestras controversias políticas frente a las discusiones insulsas que nos opone la derecha. Hacemos un llamado al respeto por nosotros mismos y por la investidura de los cargos y responsabilidades que el país nos ha confiado.

VC/ Santiago / 9 de enero de 2008.


miércoles, 2 de enero de 2008

La desaparición de los «colorines»

Rodolfo Fortunatti

¿Tiene sentido seguir hablando de los colorines cuando aquel que les dio su nombre ya no es militante de la Democracia Cristiana? ¿Tiene sentido seguir hablando del ala colorina cuando su líder natural busca fundar otra tienda política? ¿Qué queda de la tendencia colorina una vez que ha desaparecido aquello que la definía? ¿Qué nociones políticas, ideológicas o programáticas ha dejado en herencia el otrora carismático líder? ¿Acaso su crítica al stablishment? ¿Quizá la satírica alegoría sobre el Mapu-Martínez? ¿La crónica del fin de la Concertación? ¿El secular concepto de crimen social? ¿Tal vez la crítica al modelo?

Sólo vacío e incertidumbre han seguido a la expulsión. Un enorme vacío de proyecto. ¿Cuál es ahora el objetivo? ¿Hacia dónde avanzar? La vía judicial —anunciada y renunciada por Zaldívar— al menos ofrecía un horizonte. Pero esto de irse solo. Esto de irse no más del partido. Esto de no intentar nada desde dentro, se parece más a una capitulación que a un llamado a luchar.

Luego está el vacío de liderazgo. Nadie mejor que el senador encarnó la crítica a la clase política, al gobierno, al partido y a la coalición. Nadie con la inteligencia de Zaldívar ha podido ser más demoledor e intransigente en sus ataques. Pero, desaparecido el rostro de la disidencia, ¿no desaparece también el contenido de la disidencia? ¿Y no es precisamente ésta la consecuencia lógica del liderazgo personalista que simbolizó Zaldívar? ¿No es acaso su personalidad, y el culto que se desarrolló en torno suyo, el genuino soporte del discurso disidente? ¿Cómo podrían otros representar lo que sólo a él le pertenece?

Y está el vacío de poder, la vertiginosa pérdida de presencia e influencia. Está el problema de la reconstitución de las lealtades y adhesiones. ¿Cómo unir los fragmentos a los que quedó reducido el viejo mundo colorín? ¿Cuáles son las señas de identidad de este archipiélago formado por islotes de talante popular y reformador, y otros de raigambre conservadora y populista? ¿A dónde irán sin el liderazgo unipersonal que los interconectaba?

Como un día afirmó el propio Mulet, en Chile se está rebarajando el naipe, y el fenómeno está ocurriendo en el seno de la Democracia Cristiana. La desaparición de los colorines entraña la aparición de nuevas sensibilidades, culturas y formas de representación que alterarán crucialmente la actual correlación de fuerzas de la colectividad. Y ello quedará de relieve en el convulso acontecer político del 2008.