martes, 24 de abril de 2007

Sin Prisa Pero Sin Pausa

Rodolfo Fortunatti

Dicen que se trata de todo un suceso político. Algo que se espera con expectación. Un evento cuyas figuras son publicitadas como eventuales candidatos a la Presidencia de la República. Los mejor ubicados en las encuestas, a juicio de los entusiastas convocantes.

¿No estarán pecando por exceso? ¿No estaremos ante una desprolijidad que los organizadores tendrán que excusar al momento de las presentaciones? Esto porque todas las personalidades que arribarán al Centro Cultural Palacio de La Moneda han declarado no ser candidatos.


De hecho,
Sebastián Piñera, que por estos días ha podido nivelar su alta popularidad con una adhesión que la derecha no mostraba desde los acuerdos de modernización Lagos-Longueira, ha sido explícito al afirmar que «ese tema debería empezar a discutirse recién el 2008.» Soledad Alvear, por su parte, ha sostenido que «hablar de presidenciales hoy me parece una falta de respeto.» Incluso molesto, José Miguel Insulza, ha expresado: «La dirimiré cuando corresponda. La Presidenta Bachelet lleva sólo 10 meses de gobierno, entonces hablar de sucesiones presidenciales es un despropósito total.»

Longueira no concurrirá. Y, sin embargo, es el único que ha confesado estar en campaña. «Yo ya inicio el trabajo presidencial —dijo hace tres semanas en Los Angeles—.Voy a conformar los equipos de trabajo, y espero este semestre ya tener un itinerario, los equipos y el proyecto para ofrecerle al país completamente terminado». Enhorabuena no asistirá. Bendita influenza que lo libera así de un ficticio escenario a cuatro bandas y segunda vuelta. Y, a la Concertación, de agregar más tensiones a las que ya cuenta.


Tampoco estarán los ex Presidentes Frei y Lagos. Ni Adolfo Zaldívar, ni Hernán Larraín. Ni Lavín, ni Van Rysselberghe. No hay drama. Queda tiempo aún. Hay que esperar las municipales. Hay que encaminar primero las reformas políticas y sociales, o sea, el programa. Y, claro, hay que hacerse cargo de la tragedia de Aysén.







jueves, 19 de abril de 2007

Lucro y Doctrina Social

Rodolfo Fortunatti

No debiera sorprender que sólo el 2,5 por ciento de los ciudadanos entrevistados por la Fundación Futuro piense que la educación prestada por los colegios privados es mala. Tampoco debiera asombrar que el 25 por ciento de los encuestados —diez veces más— piense lo mismo de la educación municipalizada. La razón, por obvia, permite asumir fríamente la realidad: en los colegios privados los clientes pagan su precio por un servicio de calidad. Pagan con recursos propios a proveedores privados. Hacen una transacción entre privados, sin intervención del Estado. Ahí, el lucro, que opera como potente estímulo, fija la distancia con la escuela pública.

¿Estamos frente a un problema? Empieza a ser un problema cuando la inmensa mayoría de esta sociedad no puede satisfacer las necesidades de lucro de sus proveedores —y recibir a cambio una buena educación—, porque no dispone de los recursos que sí poseen los grupos de altos ingresos. En estricto sentido, el problema no sería el lucro, si no fuera porque sólo unos pocos pueden satisfacer las exigencias del lucro. Y, adicionalmente, sólo unos pocos pueden demandar (con dinero, poder y autoridad) un servicio de calidad.

Luego, ¿cómo se puede asegurar una buena educación a aquellos que no califican en el mercado? Una vez más, los principios son iluminadores y nos envían al Estado democrático y social de derecho, noción donde se encuentran los humanismos laico y cristiano. Estado de derecho y Estado social, tal y como se describen, respectivamente, en Rerum Novarum y Quadragesimo Anno.

Como nos recuerda Rerum Novarum, 25, ya en 1891, León XIII postulaba la separación y redistribución del poder, y el imperio de la ley sobre la voluntad arbitraria de los hombres, en el concepto del Estado de derecho. Hoy, eso vendría a ser la realización gradual de las instituciones democráticas de Ginebra. Por su parte, en Quadragesimo Anno, 49, Pío XI sienta los fundamentos del Estado social a través de los principios de subsidiariedad y de una economía dirigida hacia el fin ético de la justicia social. Es lo que actualmente entenderíamos como una economía solidaria.

Mas, dicho Estado democrático y social de derecho no se construye en el vacío, sino en un mundo globalizado con enormes desequibrios de poder y de riqueza. Es lo que nos plantea Gaudium et Spes. La encíclica de Pablo VI es asertiva al respecto. En primer lugar, porque pone de relieve el dramático contraste entre la opulencia, el lujo y el derroche, por un lado, y la miseria sin esperanza, por el otro, 63. En segundo lugar, porque subraya lo que los liberales católicos quieren ignorar, distorsionar u oscurecer en el actual debate sobre la LOCE, a saber, que la finalidad de la organización económica no es la pura producción, el lucro o el poder, sino el ser humano integral, 64. A mayor abundamiento, para una visión madura sobre el desarrollo integral, véase el artículo de Sergio Fernández Aguayo, Iglesia, Desarrollo y Bicentenario.

¿Qué les queda a los más desamparados que no pueden comprar en el mercado? ¿Qué les queda a aquellas familias que no pueden acceder a los más altos y lucrativos estándares del negocio de la educación? La doctrina es muy precisa y no deja lugar a ambigüedades.

Dice Juan Pablo II en Centesimus Annus, 34, que «existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas. Además, es preciso que se ayude a estos hombres necesitados a conseguir los conocimientos, a entrar en el círculo de las interrelaciones, a desarrollar sus aptitudes para poder valorar mejor sus capacidades y recursos. Por encima de la lógica de los intercambios a base de los parámetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad».

Y en Centesimus Annus, 10, señala a los cristianos su irrenunciable responsabilidad política con la justicia: «Los individuos, cuanto más indefensos están en una sociedad, tanto más necesitan el apoyo y el cuidado de los demás, en particular, la intervención de la autoridad pública».


martes, 17 de abril de 2007

Lucro y Voluntad Democrática

Rodolfo Fortunatti

La Fundación Futuro realizó el fin de semana pasado un sondeo de opinión en 46 ciudades del país. Las personas consultadas por la firma corresponden a una muestra de 400 hombres y mujeres de distintas edades y estratos socio-económicos. Las preguntas —por lo demás, muy válidas y confiables—, se concentran en la percepción de la gente acerca del proyecto de reforma del sistema educativo enviado por el Ejecutivo al Parlamento.

Los resultados revelan con sorprendente elocuencia cuán acertada ha sido la decisión gubernamental, y cuán errada la posición adoptada por la derecha al atrincherarse en la defensa del lucro. Demuestran la correspondencia entre un gobierno «de» mayoría y la acción política de gobernar «para» la mayoría que emprende la Presidenta Bachelet, y que constituye la esencia de los programas democráticos y ciudadanos.

¿Qué responden las mayorías a quienes defienden el lucro en la educación? De entrada, les dicen que el tema de la educación no es un asunto trivial, sino uno de gran relevancia, como lo confirmaron las jornadas de mayo de 2006, y como se vuelve a expresar en las mediciones de opinión. Les dicen que, lejos de ser un problema técnico, la educación es una cuestión política que requiere un tratamiento técnico eficaz. Y sólo 1 de cada 10 entrevistados está dispuesto a concederle a la tecnocracia competencia exclusiva en la materia.

Quienes así responden ¿son chilenos que no valoran la libertad de enseñanza? Hay que hacerse esta pregunta porque todo el discurso de la derecha ha buscado colgarle el cartel totalitario a la Concertación. Dice que gobierna con el libro rojo de Mao, o, como en el antiguo Berlín Este. Bueno, pues 9 de cada 10 encuestados cree en la libertad de enseñanza. Entre estos, 6 de cada 10 quiere que se derogue la LOCE. Pero, lo que es más perturbardor es que… ¡6 de cada 10! desea que se elimine el lucro en los colegios subvencionados por el Estado.

Y estos chilenos que creen en la libertad de enseñanza y en una educación pública sin fines de lucro, son los mismos que aspiran a suprimir aquella discriminación social que entraña la expulsión de un alumno por razones de rendimiento. De ahí, pues, que a la hora de contestar si se muestran de acuerdo o no con la eliminación de los mecanismos de selección, las opiniones se dividan simétricamente. Aquí la pregunta de Futuro no pudo medir lo que buscaba. Le faltó precisar qué tipo de selección, y bajo qué garantías de competencia entre iguales debe ocurrir esa selección.

No hay relación entre lucro y calidad de la educación, afirma la derecha. Mas, si se acepta que los colegios particulares pagados son las empresas más lucrativas del mercado y, en su revés, los colegios municipalizados, las instituciones sin fines de lucro por excelencia, se comprobaría cuán refutada resulta esta noción. En efecto, la encuesta de la Fundación Futuro enseña que sólo el 2,5% por ciento de los consultados cree que la educación impartida por los colegios particulares es mala. En cambio, el 25% piensa esto de la enseñanza municipal. Sólo 1 de cada 10 entrevistados ve buena calidad en las escuelas municipales, contra 7 de cada 10 que lo observa en los colegios privados.