viernes, 31 de julio de 2020

UN VACÍO DE PODER







A La Moneda retornan los halcones con igual altivez y arrogancia que en 2017, cuando sabiéndose triunfadores de la contienda electoral, intentaron la acusación constitucional contra el ministro del Interior de la época. Ahora están en el gobierno, pero no tienen la llave para salir del foso de la crisis y restablecer la gobernabilidad y la estabilidad perdidas. Por el contrario, polarizarán al país y profundizarán las brechas ideológicas que originaron el 18 de Octubre.

El cambio de gabinete de esta semana no se explica por el fracaso del Gobierno en la votación del proyecto de retiro del diez por ciento de los ahorros de las AFPs. Ésta solo fue la oportunidad para la puesta en marcha de un diseño que se venía elaborando desde principios de año y que responde al interés declarado de las facciones neoliberales de recuperar el control de la agenda pública.

Parecen haberlo conseguido, pero tal vez a un alto precio para el país, pues, según declaran sin ambages los nuevos miembros del equipo político, su principal propósito es el «new deal», el nuevo trato para Chile Vamos, la coalición de gobierno; y solo después para la gente, que en uno de los peores trances históricos está padeciendo hambre, desempleo, pérdida de ingresos y seguridad jurídica. Sí, certeza sobre sus garantías constitucionales, pues cada día se conoce un exceso de agentes del Estado contra civiles inermes.

El ajuste de gabinete procura llenar el vacío de poder que desnudó el Estallido, el que se expande críticamente durante los meses sucesivos, siendo la pandemia y la depresión social y económica que sobrevinieron sus detonantes inmediatos. El vacío de poder, como lo entendía ese gran maestro que fue José Medina Echavarría, es un socavón de gobernabilidad política producido por una oquedad del modelo de desarrollo y, por extensión, de la estructura social que ha engendrado.

De ahí que los llamados a colmar transitoriamente este vacío, son los sectores más radicales de la derecha. Los defensores de la herencia autoritaria y neoliberal y, en consecuencia, los más refractarios al cambio de la Constitución y del modelo de desarrollo instalado desde 1980.

Sus figuras son personalidades autoritarias en permanente transición democrática, lo cual significa que nunca dejarán de evocar su pasado de designados y de agradecidos colaboradores del régimen civil y militar. Lo fueron los civiles Andrés Allamand y Víctor Pérez. La pregunta que huelga es ¿qué podrían ofrecerle al Chile posestallido? Las remembranzas de una noche que, a medida que nos adentramos en el siglo veintiuno, se pierde en el pasado más remoto. Viven un universo paralelo que corre hacia atrás en el tiempo. Hoy se atreven a postular, como si nada, la privatización de Codelco y de Televisión Nacional, pero quisieran que el Estado asumiera la carga previsional de los más pobres, mientras sugieren reducir su tamaño y recortar los impuestos que permitirían financiarlos, como puede leerse en el sugestivo paper de la bancada UDI.

No obstante, hay quienes con sorprendente candidez, piden que primero se les vea actuar en sus cargos y que después se les juzgue. Los que así piensan deberían ver cómo esos nuevos ministros han actuado invariablemente en el pasado, porque, curtidos como están, no vienen recién llegando al tablado. Descubrirían su genuina naturaleza, a la que, como en la fábula del escorpión y la rana, no han renunciado ni lo harán el resto de sus vidas.

¿Quiénes son los más optimistas y exultantes con el cambio de gabinete? El Partido Republicano y José Antonio Kast, cuyas raíces y fuentes financieras se afincan en Los Ángeles, bastión secular de Patria y Libertad y del fascismo eterno. Allí no se ha terminado de escribir la historia oculta de la barbarie. Carlos Larraín, llevado al cine premonitorio del Estallido, que celebra el ascenso de Allamand porque «es la figura central de los que han mantenido el curso inalterado; firme, claro y valiente». Allamand es el autor de El Desalojo y quien imputa a sus pares pretender beneficios personales al impulsar el proyecto de retiro del diez por ciento. Ambas cosas una bajeza del lenguaje y de la voluntad. Desde luego, la UDI y su presidenta, Jacqueline Van Rysselberghe, quien por toda respuesta a Desbordes exalta el actual gabinete como el trofeo de guerra conquistado por la mayoría de la derecha que rechaza el cambio constitucional. Todo esto es un mundo perdido o, como escribe Machado, un pasado efímero, que «no es el fruto maduro, ni podrido, / es una fruta vana».

El vuelo de las palomas

Lo ocurrido esta semana desplaza a los conciliadores que abrieron el diálogo con la oposición y consensuaron el itinerario de salida de una convulsión social que no paraba. Recordemos que Gonzalo Blumel, el exministro del Interior que releva a Andrés Chadwick, asume tres días después de la gran concentración pública en la plaza de La Dignidad. Es el artífice, en representación del Ejecutivo, del acuerdo político del 15 de noviembre que le asignó lugar y fecha al Plebiscito. Concordó una tregua en medio de una agitación social palpitante y que recrudecerá en septiembre, lo que para un hombre de 42 años constituye su mayor mérito en este fin de ciclo.

«No se tienten los que creen que esto les puede permitir quedarse con el Ministerio del Interior», exclamó Desbordes al calor de las desafecciones y duras advertencias de la UDI al presidente Piñera, pero así fue, y los intransigentes pasaron de la tentación a la consumación de los hechos, quedándose con la cartera más importante del gobierno.

Desbordes decidió abandonar la presidencia de Renovación Nacional y dejar su cargo de diputado, para asumir como ministro de Defensa. De este modo se alejó del partido y del Congreso donde podía ejercer su influencia. ¿Qué consigue con ello? Dar un gran salto en la escala de su cursus honorum, certificando el galimatías planeado en el segundo piso de Palacio, según el cual así se consigue una paz duradera entre los beligerantes de la coalición. Pero, en realidad, así se consigue frenar a los aperturistas, experiencia y memoria común de Pérez y Allamand. Sin embargo, objetivamente, ¿qué ha conseguido Desbordes para su proyecto político y para sus seguidores? Francamente, nada. Desbordes cerró la empresa reformadora y desactivó el capital político invertido y acumulado en ella durante años. Llegó al límite de sus posibilidades y capituló. La fuerte presión ejercida contra su sector desde que en enero veintiún diputados se pronunciaron por el rechazo en el Plebiscito, y luego, diez de ellos renunciaron a la bancada notificándole que le ofrecerían competencia en las elecciones internas de noviembre, acabó por minar su resistencia y por ceder la victoria a Carlos Larraín y a Andrés Allamand, los mentores de la estrategia restauradora.

Desbordes sufrió la intervención fría y abierta del empresariado, y de la prensa vocera del establishment, desde El Mercurio y La Tercera, hasta las emergentes tribunas digitales, como El Líbero, donde el periodismo militante sale con fluido desembozo por los poros. Mismas corporaciones de medios que han operado, y siguen haciéndolo, en la Democracia Cristiana para inducir en ella el cisma y la fragmentación hasta alcanzar su finalidad última, que es la de convertirla en una colectividad irrelevante. Han sido las plataformas por excelencia del partido del orden, aquella traza de ministros y funcionarios liberales de la ex Concertación que creen seguir teniendo ascendiente sobre la opinión pública y capacidad de lobby sobre los parlamentarios.

El Ministerio de Defensa es un lugar burocrático, silencioso y estoico, como la fortaleza de El Desierto de los Tártaros, donde la espera es eterna y la batalla final llega cuando ya no quedan fuerzas ni esperanzas para librarla. Ahí Desbordes sólo llegará a entender quiénes quemaron el Metro, una asignatura pendiente del exministro Espina.

Renovación Nacional, para Desbordes y para sus adversarios, queda a la deriva. Y nadie se beneficia con ello. Ni siquiera Diego Paulsen, presidente de la Cámara por la gracia DC —que prefirió imponer a Gabriel Silber en lugar de proponer a Víctor Torres—, y uno de sus más firmes detractores. «Perdimos la batalla de principios —dijo, cuando se aprobó el retiro del diez por ciento—. Yo como diputado de derecha creo que esta es una batalla que perdimos, una batalla en la que muchas veces tendemos a aprobar proyectos o a legislar sin mirar cuáles son los principios que defendemos.» ¿Cuáles son estos principios que justifican la batalla de Renovación Nacional? Paulsen es uno de los parlamentarios que se retiró de la misma bancada que lo puso en la testera, donde todavía permanece, defiende la pena de muerte, criminaliza la protesta mapuche, es partidario de la militarización de La Araucanía y de la nefasta ocupación del comando Jungla. Por supuesto, de cara al futuro inmediato, rechaza cualquier cambio a la institucionalidad y al modelo de desarrollo. Por eso, no puede ser sino un aliado de Víctor Pérez y de su plan de pacificación del Wallmapu.

¿Y cuáles son los principios de Jaime Bellolio, el vocero de gobierno, militante de la UDI? Diez días antes de que lo nombraran ministro declaró en un predecible giro que «Chile no aguanta otro golpe al mentón, por eso en octubre votaré rechazo» y se cambió de caballo para calificar sin objeciones en su ingreso al gabinete político.

El retorno de los halcones

A La Moneda retornan los halcones con igual altivez y arrogancia que en 2017, cuando sabiéndose triunfadores de la contienda electoral, intentaron la acusación constitucional contra el ministro del Interior de la época. Ahora están en el gobierno, pero no tienen la llave para salir del foso de la crisis y restablecer la gobernabilidad y la estabilidad perdidas. Por el contrario, polarizarán al país y profundizarán las brechas ideológicas que originaron el 18 de Octubre.

Según relata El Mercurio, Teodoro Ribera, ex titular de Relaciones Exteriores, habría invocado el artículo 33 de la Constitución, que delega amplias facultades de coordinación superior del gabinete de ministros y de las relaciones políticas e institucionales del Ejecutivo con el Parlamento, como condición para su nombramiento en el cargo de Ministro del Interior.

¿Por qué Ribera fijó estas condiciones que, no bien las planteó, concluyeron en su remoción? Podría justificarse la petición del excanciller en la necesidad de ostentar mayor poder para ordenar la alianza oficialista, partiendo por la administración central, pasando por el Congreso y alcanzando a los partidos políticos. Pero, sin desestimar esta coartada, bastante consistente y funcional a la evacuada por el segundo piso, podría argüirse la razón de fondo, más grave y perentoria sin embargo, cual es la de un presidente que no está en condiciones de gobernar y que torna indispensable la presencia de un primer ministro. En tal caso a lo que se remite el antiguo militante de Renovación Nacional, no es al artículo 33, sino al 28 y al 29 de la Constitución, que disponen las atribuciones del Vicepresidente de la República. Y ello revela el más elocuente vacío de poder de la república: el de la Jefatura del Estado.

31 de julio de 2020.








viernes, 17 de julio de 2020

15 DE JULIO

Rodolfo Fortunatti

Empleados de Comercio cerró un 10% de aumento en la revisión ...


El 15 de julio fue un fenómeno significativo. Una serendipia que sin proponérselo corrió la cortina del escenario futuro. La que adviene será una lucha dura y prolongada, semejante a la que realmente fue la movilización popular y la organización política emprendidas para derribar a la dictadura, y para impedir lo que sobrevino durante los años de la tutela militar y de la persistente intervención de los poderes fácticos que acompañaron a la transición política del siglo pasado. ¿Qué juega a favor de las fuerzas democráticas que ahora bregan por una nueva Constitución y por un nuevo modelo de desarrollo?
El 15 de julio parece ser la réplica del seísmo del 18 de octubre. En el Parlamento se halla su epicentro, pero son las fracturas de una sociedad en profundo malestar e inhabilitada por la pandemia y el confinamiento a manifestarse, las que provocan estas convulsiones. La reiterada mayoría calificada de 95 votos a favor del retiro del 10 por ciento de los ahorros previsionales, es prueba, literalmente democrática, representativa y popular, de ello.

El estado de la opinión que captan las encuestadoras revela que este es un momento candente para el país, como que el canal de televisión de la Cámara de Diputados y los sitios de las AFPs excedieron sus visitas mientras que la Bolsa de Santiago se desplomó mágicamente. Activa Research confirma que ocho de cada diez personas consultadas encuentran bueno hacer uso de su patrimonio y, la mayoría, prefiere esto al bono de 500 mil pesos que ha ofrecido el Ejecutivo en un segundo paquete de medidas.

La grieta se abre y profundiza a lo largo de las posiciones de poder e influencia. Ministros y subsecretarios de la ex Nueva Mayoría toman partido por Piñera y por este capitel del modelo económico que es el sistema forzado de cotización individual. De hecho, se oponen a la creación del Fondo Solidario propuesto para reponer los aproximadamente 15 mil millones de dólares que los apremiados cotizantes retirarían de sus ahorros si se dicta la ley. Aducen que esto es una reforma al sistema previsional, y no una medida para la emergencia. Sabemos que también lo es, porque nadie se ha comprometido a que no lo sea. La pugna constitucional está abierta, y es lo que se zanjará en el Senado, cuando el propio Ejecutivo proponga una enmienda estructural, que hasta ahora había resistido, al régimen de pensiones. De modo que con esta nueva actitud, probablemente el debate se prolongará más de lo imaginado.

La UDI, que ha visto seriamente dañada la autoridad de su directiva y de su comisión política por la indisciplina de cinco de sus diputados, procura dar una señal inequívoca a los senadores gremialistas pidiendo al Tribunal Supremo las máximas sanciones para los díscolos, cuando resulta evidente la emergencia de una nueva configuración de fuerzas y de oposiciones que torna inútiles tales coacciones. A la otra orilla de la brecha, al revés de lo que ocurre en la derecha, la conversión de Pablo de Tarso camino a Damasco ha iluminado los espíritus de varios parlamentarios no oficialistas que se han pasado al bando del progresismo en un sublime acto de versatilidad y destreza. Hoy son los principales adalides de la centroizquierda para bien de la propia unidad interna de sus bancadas.

El deslucimiento de la derecha

La derrota política de la derecha es reflejo de su derrota ideológica, la que, a su vez, deriva de la ausencia de una teoría comprensiva de la crisis neoliberal. Ícono de esta pérdida de orientación intelectual es la opinión de Bernardo Fontaine, economista y empresario, cuyo balance es una fórmula tan disparatada e incontrovertible como la de los planicistas. Dice que «acá primó el populismo. Esto es el mayor intento de cohecho de los 30 años de democracia. Los diputados que aprobaron nos regalarán nuestros propios ahorros para la vejez para que votemos por ellos en las próximas elecciones, en circunstancias que siempre es mejor que el Estado ayude a los muchos chilenos que están sufriendo penurias económicas y no que ellos gasten sus ahorros para la vejez».

¿Cómo se puede abordar una imputación así? Solo ignorándola.

La gran coalición llama el analista Héctor Soto al acuerdo de la Cámara de Diputados. Es de consulta en Wikipedia que una coalición se constituye entre partidos de distintas ideologías para gobernar. En este caso, sería una alianza para suceder a Piñera tras su capitulación, algo que Pablo Ortúzar intuye y que la realidad aún no ratifica. Pero Soto escribe que «una coalición grande, expandida, reforzada, entusiasta y que fue imparable. Incluyó desde gente con profundos principios antiestablishment (enemigos jurados del sistema privado de pensiones, que vieron aquí una ocasión inmejorable para golpearlo) hasta opositores que están dispuestos a cualquier cosa con tal de infligirle una derrota tras otra a La Moneda; desde políticos de corazón sangrante y genuinamente condolidos con las pellejerías de la clase media (como si no hubiera mecanismos más efectivos y sensatos para ayudarla) hasta diputados taimados o resentidos por agravios pasados y que tenían cuentas pendientes con La Moneda; desde parlamentarios sin mucha estructura interior que miraron las encuesta y decidieron unirse a la manada (encuestas pacotilleras, por lo demás, porque no se necesita un sondeo para saber que la gente, entre que le den y no le den, siempre preferirá la plata), hasta apocalípticos que, asqueados por el Nuevo Chile, lo único que buscan es que reviente todo y el país se vaya al carajo cuanto antes. Cada uno de esos grupos es cosa seria. Juntos fueron imbatibles.»

Francamente, el escrito bien da para un capítulo del Psicoanálisis de Chile Contemporáneo en los tiempos de la Covid-19, Confinamiento y Política, cuya autoría adjudicaría a León Cohen, que bastante sabe del asunto.

Finalmente, otra pieza notable para eruditos del desencanto liberal es la columna El climax, del sociólogo Max Colodro. «Esta vez lo políticamente correcto —censura el autor― era poner el costo de la crisis sobre los hombros de la gente y sus futuras pensiones. Ojalá horadar en el camino al mercado de capitales, como se ha estado haciendo en el último tiempo con la Constitución, el Estado de derecho y la confianza en las instituciones; sin importar los efectos que esto tenga en la reactivación económica, se usó la desesperación de la gente para incentivarla a deteriorar sus ahorros previsionales. Todo, como parte de un clímax de descomposición e irresponsabilidad inédito, donde como siempre la cuenta no será pagada por quienes toman las decisiones.»

Para ser justos con los parlamentarios que apoyaron el proyecto, este contemplaba la recuperación de los ahorros a través de un fondo solidario, que fue precisamente suprimido por los partidarios del gobierno. Tampoco procede responsabilizarlos de los efectos inicuos de sus iniciativas sobre la estabilidad económica, cuando han sido ellos los que han propuesto el actual Plan de Emergencia para sortear la catástrofe agudizada por la gestión pública de la propia administración. Pero, la muy importante e injustificada omisión de Colodro a la hora de juzgar al Parlamento, es un principio básico de ciencia política: quien tiene poder es responsable; quien gobierna es el principal responsable.

Serendipia, un presagio de las luchas que vienen

El presidente del Servicio Electoral cree que el plebiscito de octubre se realizará, y que millones de chilenos y chilenas interrumpirán su confinamiento para volver a las urnas. Lo que sucederá después no será, sin embargo, un triunfo con lápiz y papel, como ciertos publicistas suelen reducir la gesta del No del 5 de octubre de 1988.

El 15 de julio fue un fenómeno significativo. Una serendipia que sin proponérselo corrió la cortina del escenario futuro. La que adviene será una lucha dura y prolongada, semejante a la que realmente fue la movilización popular y la organización política emprendidas para derribar a la dictadura, y para impedir lo que sobrevino durante los años de la tutela militar y de la persistente intervención de los poderes fácticos que acompañaron a la transición política del siglo pasado.

¿Qué juega a favor de las fuerzas democráticas que ahora bregan por una nueva Constitución y por un nuevo modelo de desarrollo?

De entrada, un conjunto de recursos institucionales, como el Congreso Nacional, la fragua donde acrisolan los consensos de corto, mediano y largo plazo, y donde están representadas casi todas las sensibilidades de nuestra cultura política, y casi todas participan en los diálogos de la clase dirigente puesto que algunas se excluyen o son excluidas, como es el caso del Partido Comunista, que no concurrió al acuerdo constitucional del 15 de noviembre de 2019.

En los años ochenta, cuando las facultades legislativas estaban radicadas en los comandantes en jefe de las FF.AA. y en el director general de Carabineros, quienes intervenían en las negociaciones en representación del Gobierno eran el ministro del Interior y, por la disidencia, las directivas de algunas colectividades políticas ilegales, pero reconocidas como interlocutores válidos. El poder lo detentaba el general Augusto Pinochet, que podía desautorizar y remover a sus colaboradores de manera omnímoda, como lo hizo con el canciller Hernán Cubillos y con el ministro del Interior Sergio Onofre Jarpa.

A diferencia suya, que fue un dictador, el presidente Piñera es un mandatario quebradizo. Mañalich se elongaba colmando su investidura, y los buenos oficios de Larroulet lo han dejado expuesto ante los suyos más de lo debido, considerando que el militante de la UDI es el jefe de asesores de la Presidencia a quien se le imputa digitar operaciones políticas. Ello explica una popularidad del presidente ―alrededor del 15 por ciento de aprobación— proporcional al escaso ascendiente sobre Chile Vamos, el conglomerado que lo llevó a La Moneda.

La «civilidad posestallido»

Hoy existen partidos y movimientos sociales organizados. Colectividades políticas que empiezan a conectar con las expectativas del país, pero que, al mismo tiempo, experimentan un proceso de fragmentación y de recomposición, como UNIR, que se desprendió del Partido Socialista para integrarse al Frente Amplio, lo que es de esperar que ocurra también en la centroderecha. La UDI será más Partido Republicano y Renovación Nacional, más Democracia Cristiana.

En el campo social, están las históricas organizaciones de trabajadores del sector público, de la salud y la educación. Desde luego, la CUT y la ANEF, que, sin embargo, en la actual crisis social, donde ya suma sobre un millón el número de hombres y mujeres cesantes, y se calcula que el desempleo podría llegar al 27 por ciento de la fuerza de trabajo, no han tenido el protagonismo que tuvo el Comando Nacional de Trabajadores, ni la amplia convocatoria concitada por las protestas nacionales que siguieron a la depresión económica de los ochenta. Por lo pronto, no se les ha escuchado en la tensión que cruza a la opinión pública, a propósito del retiro del diez por ciento de los ahorros previsionales, excepción hecha de la Unión Portuaria Centro de Chile, que paralizó sus actividades laborales como forma de presión sobre los parlamentarios que estaban votando la iniciativa.

Hay, asimismo, una rica y extensa red de organizaciones territoriales, con intereses específicos, que actúan en la ciudad y el campo, cumpliendo funciones económicas y de cuidado, y activistas de derechos humanos y de intereses ambientales, en una palabra, la diversidad civil que se congregó el 25 de octubre de 2020 en la plaza de La Dignidad.

En materia de recursos comunicacionales, contribuyen a la formación de la política los medios digitales alternativos a las grandes corporaciones de diarios y cadenas televisivas, y las poderosas redes sociales de Internet que, a través de millones de teléfonos y computadores, cumplen las funciones de difusión de los antiguos impresos offset, mimeografiados, cartillas y volantes. No hay otra vía mediante la cual hayan podido concertarse los protagonistas de Evade o los cacerolazos de las últimas jornadas, y, por supuesto, también los procuradores de saqueos, barricadas, incendios, narcotráfico y amenazas de novatos universitarios de Patria y Libertad, el lado oscuro y dramático de esta coyuntura. La noche del martes hubo 54 detenidos, 27 vehículos dañados de una automotora y un bus absolutamente siniestrado. 

No existe retorno a una nueva normalidad, y jamás volveremos a ella, primero, por una cuestión semántica, a saber, que no se puede volver a lo nuevo, pues si no, deja de ser nuevo; y, segundo, por una razón sociológica, y es que los modos de vivir y de interrelacionarnos que practicamos hasta mediados de marzo, no se reeditarán nunca, porque nuestros usos cotidianos e institucionales han trocado y han condicionado la generación de la política y la organización de los intereses colectivos. En consecuencia, estamos impelidos a innovar las convocatorias, las reuniones pequeñas o masivas, las campañas electorales y los mecanismos a través de los cuales captamos la atención y adhesión de las audiencias.

Y por eso, el plebiscito de octubre se realizará, porque debe realizarse, lo cual no es un capricho, sino un desafío de talento e inventiva para diseñar medios eficientes. Es una exigencia que debe convertirse en presión sobre los poderes públicos, y en una exigencia imperativa para una ciudadanía activa. Si la pandemia, en la cima de su desenfreno, con estrictos confinamientos, permitió la movilidad de millones de ciudadanos que concurrieron a sus empleos, controlaron el toque de queda y los cordones sanitarios, hicieron compras, trámites, urgencias médicas, instalaron barricadas y golpearon cacerolas, debería ser posible imaginar y poner en ejecución nuevos procedimientos civiles y pacíficos para garantizar la expresión de las mayorías. 


jueves, 16 de julio de 2020

DE LA RACIONALIDAD Y LA EMOCIÓN


Óscar Osorio



El proyecto del retiro del 10% de las AFP por parte del parlamente hace un par de días atrás, se constituyó no sólo en una de las más grandes derrotas del gobierno, sino que también en una “desagradable sorpresa” para la elite gobernante del país. Esta elite ha reaccionado con todo y con todos sus voceros, oficiales y oficiosos, además con todos sus medios.  En efecto, con toda una puesta en escena, con toda una estética, a veces elegante y las más de las veces sin ningún pudor por la ética política.

Que la derecha, la política y fundamentalmente la económica, se haya pronunciado en contra de este proyecto, con todo el terror político a cuestas, es absolutamente entendible: ellos defienden sus intereses, sus negocios y las posibilidades futuras de ellos. Por supuesto que bajo el actual orden institucional. Ese orden que ha sido incapaz de incorporar ningún tipo de regulación al negocio de las AFP y que se ha transformado en el soporte financiero para los negocios de los grupos empresariales del país. Sin embargo, lo que llama la atención, es que el peso de la elite gobernante es tan amplio y diverso, que sus tentáculos han coaptado a un singular grupo de  representantes del llamado “arco político transversal”, que bajo el manto de hipotética “neutralidad axiológica de la técnica”, han salido a manifestarse también en contra de este proyecto y de las futuras calamidades que afectarán al país, de aprobarse finalmente.

El contenido de las opiniones que han salido al ruedo o a la cancha donde se juegan las batallas comunicacionales, van desde la política del terror (“quieren expropiar los fondos previsionales de los trabajadores chilenos”; “se acabó el Chile republicano, no sabemos qué se viene”), pasando por la intimidación y chantaje (“con esto se rompe el acuerdo acerca del paquete económico logrado con el Colegio Médico”; “es posible que el plebiscito de octubre se revise, ya que se ha violado el acuerdo constituyente”), hasta llegar a simplismos pseudo inteligentes proferidos por aviesos intelectuales de la plaza, que aprovechándose de su acceso preferencial en los medios (de la misma elite) nos dicen que estamos a punto de ingresar por el camino, sin retorno, del populismo ya que se ha instalado una estela de simplismo intelectual, que responde solo a  la pulsión de las emociones”.

Desde una suerte de tribuna de “sumo pontífice” se nos advierte que la clase política (particularmente quienes votaron por aprobar este retiro del 10%) ha dejado de lado la racionalidad en sus quehaceres y que ha  reducido sus acciones a una suerte de moralina basada en una simple sensación de injusticia que hace empatía circunstancial, con la emotividad de la calle, abstrayéndose de una capacidad de reflexión de carácter racional.

Se olvida el Sr. Pontífice, de  las cifras que muestran que detrás de la “simple sensación de injusticia” generada por la pandemia y la situación económica, surge un país altamente vulnerable, precario, endeudado,  que apenas sobrevive en un escenario altamente incierto. Un país sin esperanza, que ya no cree en sus gobernantes ni menos en sus políticas. “Ha llegado la hora vestida de pánico ”, al futuro, a la cesantía,  a caer bajo la línea de la pobreza, a no tener para el pan. Este es “Sr. Pontífice”, la emoción y estado de ánimo instalado no sólo en la clase media, sino en todo el país. Por lo tanto, la empatía generada entre los parlamentarios que votaron mayoritariamente a favor de este proyecto, con la opinión y emoción de la gente, da cuenta justamente de un gran diálogo, de un acercamiento virtuoso que denota un gran sentido democrático, no solo una decisión lesiva, para esta mayoría ignorante. 

El liderazgo político que conduce, que genera sentido de pertenencia, adhesión y cohesión social; que es capaz de pensar en la construcción inclusiva de un  “nosotros”, jamás será insumiso ni menos estará ajeno a las emociones de su gente, de su pueblo.


viernes, 10 de julio de 2020

LA LLAMADA DEL VACÍO


Rodolfo Fortunatti







Elocuente por sí mismo fue el mensaje que emitieron los diputados de la UDI Álvaro Carter, Rolando Rentería, Joaquín Lavín, Cristhian Moreira, Pedro Álvarez-Salamanca, Nino Baltolu y el senador David Sandoval.

«No defenderemos porque sí un sistema previsional que tiene más de 40 años y que fue creado en otro tiempo y con otra lógica. Primero está la gente que representamos, y luego la economía», registraron en una declaración que, probablemente, se convertirá en fuente documental de historiadores, pues ello ocurría al mismo tiempo que la comisión política de la colectividad emitía otro pronunciamiento respaldando a su presidenta, Jacqueline Van Rysselberghe, y censurando en duros términos al ministro Gonzalo Blumel, a quien responsabiliza de la generalizada indisciplina provocada por no haber vetado el proyecto de la oposición que ponía límite a la reelección de alcaldes —lo que le costaría perder alrededor de un tercio de sus actuales ediles— y el posnatal de emergencia.

La declaración del órgano gremialista no iba dirigida, sin embargo, al ministro del Interior, sino al presidente Piñera, gracias a quien éste detenta el cargo. Es un pronunciamiento grave, pues envuelve una advertencia abdicatoria, un aviso de retiro si no se consiente el cambio del jefe del gabinete por una figura incondicional de la UDI.

Pero la admonición de la UDI no es un acto desvariado, sino muy sensato. La UDI, albacea del régimen civil-militar y último baluarte de la «revolución silenciosa» que legó a Chile su régimen previsional, ve en el torrente de cambios que arrastra la actual coyuntura la amenaza letal a su supervivencia y a la continuidad de las instituciones que ha blindado durante cuatro décadas. Es lo que ve también el empresariado y los grandes grupos económicos que, en nuestra democracia constitucional y representativa, operan por presencia como poderes fácticos en defensa de sus prerrogativas e intereses.

El proyecto de reforma autoriza a retirar un diez por ciento de los ahorros previsionales, con un máximo de cuatro millones de pesos y un mínimo de un millón. Un monto insignificante comparado con las incalculables acumulaciones de las administradoras previsionales. Pero el titular de la Confederación de la Producción y el Comercio, un leal soporte del presidente de la república y de su administración, salta a la palestra como impulsado por un resorte para reprobar lo votado por la Cámara, y fustigando asimismo a los parlamentarios díscolos. Y el gerente general de la Asociación de AFPs desaprueba con audacia la decisión, mientras la AFP Habitat va todavía más lejos y califica lo obrado como «una votación ideológica y populista». Nada puede haber más ideológico que la dogmática custodia del modelo que también asumen ex personeros de la Concertación.

Un movimiento de creencias y convicciones

El estallido del 18 de octubre liberó poderosas fuerzas, hasta entonces contenidas, y cuyos efectos resultan inadvertidos por el estado de criogenización que viene coaccionando al movimiento de la sociedad y de la política. Todas las estructuras están sufriendo la tensión propia de una fragmentación parecida a la de Pangea, el gran continente que, dada la actividad telúrica del planeta, no pudo mantenerse uno e integral y cedió al proceso de fracturación por la continua separación de sus partes. Fue como nacieron súper-continentes y se sumergieron o desaparecieron otros.

Imaginemos un movimiento de creencias y convicciones que convulsiona todo el sistema político, principalmente el sistema de partidos. Una falla, una abertura que pasa por el centro de las colectividades políticas, de los grupos de interés y de las elites dirigentes, reorganizándolos para una nueva estructura de representación. Lo están viviendo todos los partidos políticos, aunque los efectos más evidentes de esta onda expansiva los están exhibiendo las colectividades más poderosas, como la UDI y RN, que son las que hoy ocupan la cúspide del Estado.

En la Democracia Cristiana, la postura frente a la fisura latente de la colectividad la ha expresado con claridad en el manifiesto del pasado domingo en El Mercurio —que la mayoría de la militancia rehúsa—, el expresidente del partido, Ignacio Walker, pero es más fácil de reconocerla en su declaración de rechazo al proyecto de retiro de los fondos previsionales. Walker, por una fortuita paradoja, se aparta de la conducta política de su hermano Matías, que no sólo votó alineado con la centroizquierda en la Comisión de Constitución de la Cámara, algo infrecuente en él cuando se ha tratado de respaldar proyectos emblemáticos de la oposición, sino que mantuvo su fidelidad a la bancada, que esta vez adoptó una postura en bloque.

También la ex candidata presidencial Carolina Goic, ha levantado una voz maciza y acerada convocando a cerrar filas en torno al gobierno, tanto en el posnatal de emergencia como en el retiro de fondos de las AFPs. Lo ha hecho en oposición a su partido, como se lo expresó a través de Twitter el vicepresidente Humberto Burotto, y a las senadoras Yasna Provoste, que ha impulsado un proyecto de ley, actualmente en curso, y de la senadora Ximena Rincón, que ha promovido iniciativas en este mismo sentido.

Al borde de la cornisa

La llamada del vacío, L’Appel Du Vide, nombran los franceses a la seductora urgencia de saltar que nos invade cuando estamos ante el vacío, al borde de la cornisa o de un abismo. No se trata fatalmente de una propensión al suicidio, sino de una necesidad instintiva, tal vez transmitida en los genes a través de los siglos, de lanzarnos desde lugares altos.

La llamada del vacío fue precisamente la escena que se tomó la actuación de la derecha cuando se aprobó por 95 votos el proyecto de retiro del diez por ciento de los ahorros depositados en administradoras de fondos de pensiones. Lo correcto era que los diputados y diputadas se formaran sin matices con el gobierno, que es lo que corresponde a una coalición ordenada y leal con el programa y el presidente que se comprometió a respaldar, pero que no hicieron.

Pese a los notables esfuerzos desplegados por los ministros Blumel y Briones para captar votos, sólo 25 diputados y diputadas estuvieron disponibles a rechazar la iniciativa, y, al abstenerse 31 parlamentarios, y no concurrir a votar otros 4, todos oficialistas, en la práctica se distanciaron de la posición defendida por el Ejecutivo, prestando así legitimidad a la generación de la mayoría que aprobó el proyecto. Ello, como se pudo apreciar en el tablero electrónico, produjo el desbande de la derecha, una fuga que en nada remedia el presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, cuando reflexiona después de derramada la leche que «debieron haberse alineado». Nadie puede decir esto cuando ha venido proclamando su abstención. Pero así sucedió.

Luego, el presidente de la Cámara, Diego Paulsen, y el diputado Diego Schalper, que votaron en contra del retiro de ahorros, renunciaron a su bancada anunciando la formación de otro comité político, pero sin retirarse del partido. Schalper incluso fijó un punto de no retorno al declarar que «hay diferencias insalvables dentro de la bancada, tanto en asuntos de fondo, como en maneras de proceder». Y el diputado UDI, Jorge Alessandri, concluyó que «Chile Vamos hoy día está en la peor noche desde su existencia».

Si RN no se divide antes de la primavera, será en noviembre, cuando este grupo de parlamentarios le dispute a Desbordes la conducción de la derecha posestallido, pero la escisión está trazada, como la línea de corte de la cuchilla diamante sobre el vidrio. Porque ¿cómo se entiende que Paulsen quiera mantener la militancia en RN y renunciar a la misma bancada que lo puso en la testera de la Cámara? ¿Acaso lo que se está ensayando es una cohabitación transicional de facciones? Ya que esto no parece ser de la misma especie del diputado que formando parte de una bancada se niega a seguir las orientaciones de su partido. Y se ve más próximo al síndrome de desinstitucionalización que sacude a la Democracia Cristiana. Así también sucedió en realidad.

Naturalmente, solo contribuyen a dragar la grieta los vetos que el gobierno ha enviado para frenar otros tres proyectos legislativos: el que suspende el corte de servicios básicos durante la pandemia, el que garantiza el acceso a internet gratuito a niños del 60 por ciento más pobre del sistema escolar, y el de protección de la niñez que, es preciso decirlo con fuerza, ha sido la única vez que se le ha dado visibilidad a este segmento de población de más de cuatro millones de personas.




viernes, 3 de julio de 2020

DESBORDES


Rodolfo Fortunatti

El parteaguas que desea consolidar Desbordes, al cabo de una década en que ha visto fracasar dos gobiernos encabezados por Renovación Nacional, es la fricción irreductible entre dos derechas. Y esta distinción tiene un valor ideológico y normativo. Ideológico, en cuanto configura un paradigma, una constelación de valores, creencias, técnicas y prácticas, a la luz del cual nos propone ver e interpretar el pasado y avizorar y organizar el futuro. Y normativo, porque nos exhorta a un deber ser, a un destino y promesa de la derecha para el Chile que adviene. De este modo, Desbordes fija un antes y un después en la línea de continuidad no sólo de la política de derechas, sino de todo el sistema político y de partidos.











Desbordes 

Probablemente Mario Desbordes sea una de las figuras políticas más relevantes de la actual coyuntura, decir lo cual alude por sí mismo a su biografía, a su trayectoria, a lo que el presidente de Renovación Nacional representa, en un momento de intolerancia y crispación que enfrenta a seguidores y detractores. Y aunque la alusión al cursus honorum de Desbordes es paso inevitable de cualquier análisis, más importante es, sin duda, su contribución a la segunda transición que está ensayando el país.

Para entenderlo es preciso mirar los últimos diez años de nuestra evolución política. En este panorama tres hechos cobran preponderancia. El primero, es la irrefrenable declinación de la Democracia Cristiana. El segundo, es la emergencia de Revolución Democrática. Y el tercero, es la ascendente recuperación de Renovación Nacional.

Cuando se observan las elecciones de concejales, que son las que mejor reflejan la gravitación de cada colectividad, puede confirmarse que, desde la década de los años noventa, las votaciones de la DC y de RN descienden persistentemente. Pero, a diferencia de la DC, el partido de derechas quiebra esta tendencia a partir de las municipales de 2012, cuando Desbordes detentaba la secretaría general del partido, cargo que mantuvo hasta 2018 para asumir su presidencia. Coetáneamente, dirigía la Democracia Cristiana Ignacio Walker promoviendo un programa de entendimiento y de colaboración política hacia RN que, sin embargo, nunca concitó el apoyo de la colectividad ni de sus parlamentarios.

 
En las calles, la generación global de Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Camila Vallejos, por citar a los más mediáticos, se jugaba su debut en la democracia de las instituciones. Tras las grandes movilizaciones de 2011, en enero de 2012, nacía Revolución Democrática. Y al año siguiente, Jackson, uno de sus fundadores, era elegido diputado por Santiago con el apoyo de la Democracia Cristiana. En los comicios de 2016 RD ganó escaños para ocho concejales, y en las elecciones de 2017, resultaron electos diez consejeros regionales, diez diputados y un senador. Un flujo importante de los 300 mil votos que consiguió la nueva formación, provino de la falange y de su electorado. Pero tal como enseña la teoría del color, se puede armonizar por cercanía o por contraste, y RD primero optó por practicar la proximidad con la DC y, después, por oponerle competencia para desplazarla y ocupar los espacios populares de ésta.

Apertura hacia la diáspora DC

Pero es el trabajo de Mario Desbordes el que consigue atraer hacia RN al electorado pro democratacristiano de centroderecha. Así ocurre con el PRI, partido liderado por el senador Adolfo Zaldívar que, luego de haber conquistado su mejor marca en la elección de diputados de 2009, prácticamente desaparece en las parlamentarias de 2017 al obtener menos de 40 mil sufragios. Renovación Nacional también crece y se fortalece gracias a los nutrientes que alimentaban a Progresismo Con Progreso y a sus liderazgos más representativos, Mariana Aylwin, Clemente Pérez, Manuel Inostroza y Álvaro Clarke, pero que una vez que estos abandonan la tienda de Alameda 1460 son absorbidos por las ávidas raíces de RN. Asimismo, RN capta a los votantes de los legendarios creadores de Comunidad en Movimiento: la exsenadora por Santiago Oriente, Soledad Alvear, y el expresidente de la DC, Gutenberg Martínez. Y probablemente, a quienes, en lugar de votar por Andrés Allamand en las primarias de 2013, lo hicieron por el exministro Andrés Velasco. 

¿A qué se debe el éxito de la estrategia que ha convertido a Renovación Nacional en el principal partido político?

Su acierto consiste en disputar el electorado que quisieron representar, aunque sin eficacia, los sectores desgajados de la Democracia Cristiana. Su objetivo es la reconversión de RN en una derecha democratacristiana de sello centroeuropeo, como la alemana. Lo que no pudieron conseguir los grupos cismáticos. Y si no pudieron hacerlo, fue porque la tienda de calle Antonio Varas construyó un dique infranqueable alrededor de sus bases de apoyo, para lo cual aprovechó las oportunidades que le brindaron esas mismas rupturas.

El entonces diputado Gutenberg Martínez era presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América, cuando el año 2000, desde esta entidad regional promovió la incorporación de la DC chilena a la Internacional de Centro Reformista, una agrupación mundial de partidos de centro-derecha. Ese mismo año, la Internacional Demócrata Cristiana expulsó de su seno al Partido Nacionalista Vasco, cláusula imperativa impuesta por el Partido Popular de España para la fusión, el año siguiente, de los partidos democristianos con la Internacional de Centro Reformista.

En el encuentro celebrado en México fue elegido presidente, como es obvio, el líder del PP español José María Aznar, político muy vinculado a la UDI y a Joaquín Lavín que bregaban por ser aceptados en la nueva asociación. También tenía lazos con la DC a través de la Fundación Para el Análisis y los Estudios Sociales, FAES, y su fallido proyecto Nuevas Generaciones de refundación democratacristiana. Pero no sería la UDI, sino RN, la colectividad que, finalmente, en febrero de 2018, se integraría a la IDC-CDI.

Distinguir para unir

La finalidad de la inteligencia práctica, a diferencia de la inteligencia especulativa, es la realización de una obra, de una acción concreta, o de un quehacer político. Estas diferenciaciones son condición necesaria para unir. Distinguir para conciliar, según la regla epistemológica tomista recogida por Jacques Maritain en Los grados del saber.

Cuando Hugo Herrera habla de dos derechas, lo que está haciendo es simplificar para complejizar. No es que indefectiblemente haya dos izquierdas o dos derechas, pues podría haber solo una o más de dos dependiendo de cómo se organicen las categorías para explicar qué función política cumplen. Así, se puede hablar de una derecha histórica y de otra más reciente la nacida en cuna de oro bajo la dictadura, pero también se puede hablar de una tercera y de una cuarta, una liberal y otra conservadora. Y todavía podría distinguirse una quinta, la derecha fascista, que no es lo mismo que la derecha militarista. Y no podríamos rehuir la presencia de una derecha política y de otra económica.

Pero aquí y ahora, el parteaguas que desea consolidar Desbordes, al cabo de una década en que ha visto fracasar dos gobiernos encabezados por Renovación Nacional, es la fricción irreductible entre dos derechas. Y esta distinción tiene un valor ideológico y normativo. Ideológico, en cuanto configura un paradigma, una constelación de valores, creencias, técnicas y prácticas, a la luz del cual nos propone ver e interpretar el pasado y avizorar y organizar el futuro. Y normativa, porque nos exhorta a un deber ser, a un destino y promesa de la derecha para el Chile que adviene. De este modo, Desbordes fija un antes y un después en la línea de continuidad no sólo de la política de derechas, sino de todo el sistema político y de partidos.

Al hacerlo está respondiendo a la conciencia política que la ciudadanía exhibió en el estallido social. Nueva mentalidad que exige a su partido reafirmar los valores republicanos y democráticos que propugna, si no quiere perecer, como lo hicieron conservadores y liberales en 1965. Le demanda recuperar la presencia histórica de los ideales políticos que animaron el progreso de Chile desde la formación del Estado nacional.

Es natural que reciba el desaire de la UDI, heredera y defensora de la dictadura civil-militar a cuyo amparo se instituyó la ilegítima Constitución actual, como lo describe correctamente el proyecto de reforma presentado al Congreso en marzo de 2018. Es, asimismo esperable que se alcen como sus principales detractores el expresidente de la colectividad Carlos Larraín y el senador Andrés Allamand. Ambos representan el mundo que muere, el de la cultura política autoritaria y de los privilegios. La del desalojo, que es desdeñosa y refractaria a la demanda social, y que, en un gesto de dignidad y nobleza,debería resignarse a sus exequias.

La derecha de Desbordes no reviste una amenaza para la Democracia Cristiana, que coexistió con ella desde los albores de la Falange Nacional. Por el contrario, es una puerta abierta para quienes siguen viviendo en una suerte de esquizofrenia política que les impide mantener la coherencia ideológica y la disciplina parlamentaria. Y es un respiro para quienes aman la Revolución en Libertad, la lucha por los derechos humanos y la defensa de los más pobres y vulnerables, que es la genuina inspiración humanista de la Democracia Cristiana,difícilmente replicable por Revolución Democrática. Esta derecha, defensora del capital, pero igualmente del trabajo y del esfuerzo personal, es necesaria para restablecer la racionalidad perdida de la política democrática.