lunes, 15 de agosto de 2016

PROGRESO CON EQUIDAD

Belisario Velasco






«El problema político de la Democracia Cristiana no es la izquierda, sino los desafíos que Chile debe acometer para alcanzar una convivencia civilizada fundada en los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de las personas.»

¿CON QUIÉN piensa gobernar la Democracia Cristiana? No hay manera de responder a esta pregunta, sin responder a otra anterior y esencial: ¿qué es lo que quiere el país? ¿Cuál es su demanda?

Si como vemos a diario, la queja de los ciudadanos es por la inseguridad  que los apremia. Si como escuchamos en las calles y en los hogares, lo que pide la gente son pensiones dignas, salud asegurada, educación gratuita y de calidad, trabajo decente, instituciones de justicia que funcionen, y una vida cívica limpia, honesta y respetuosa de los derechos de todos. Si estas son las aspiraciones de Chile, un país cuyo ingreso por habitante -actualmente de 24 mil dólares- lo pone en el umbral de las naciones desarrolladas, entonces lo que necesitamos es ofrecerle a la ciudadanía un programa de crecimiento, de progreso, un proyecto de país para vencer las inequidades y vigorizar las instituciones libres.

Ese crucial impulso al desarrollo requiere del apoyo en las urnas y en el Parlamento. Precisa el concurso comprometido y sostenido de una coalición de partidos, porque, a diferencia del enorme apoyo popular que recibió la Democracia Cristiana en 1964 y 1965, hoy no existe ninguna colectividad que por sí sola concite aquella mayoría.

Una coalición se construye en torno a afinidades programáticas; no alrededor de dogmas religiosos. De lo contrario jamás habría sido posible la concurrencia de la Alianza Democrática formada por socialistas, comunistas, radicales, falangistas y un gran  sector de liberales en el gobierno de Juan Antonio Ríos, encabezados por Arturo Alessandri Palma. Y, desde luego, nunca habría habido Concertación ni Nueva Mayoría. Lo que une a los partidos coaligados son objetivos de política pública realizables en el curso de los cuatro años que dura una administración y su necesaria proyección. No ideológicos. Un gobierno debe saber proyectar un país a largo plazo.

Los partidos aliados debemos concordar previamente el programa y luego el candidato. Antes, sin embargo, cada colectividad debe fijar sus propios proyectos y prioridades, y seleccionar a la persona que mejor encarna esos anhelos. En la última Junta Nacional se acordó un itinerario que está obligada a respetar toda la militancia: De primarias y candidaturas presidenciales hablemos después de las municipales.

Hay quienes desahucian la Nueva Mayoría arguyendo que la DC ha perdido votación en alianza con la izquierda, o que la fuerza electoral del gobierno ha descendido por debajo del 20 por ciento por culpa de esta colaboración. El sector que lo plantea dirigió el partido cinco años, su presidente senador Ignacio Walker suscribió la Nueva Mayoría, el programa de gobierno y lo presidió hasta marzo de 2015. No existe  evidencia que dé crédito a dicha creencia. Un análisis semejante está más cercano a un especial voluntarismo que a la realidad. 

Chile no necesita decenas de pequeñas, aunque bien perfiladas, formaciones políticas, sino una gran coalición de centroizquierda, pues, en los agitados tiempos que corren, sólo quienes se mantienen unidos permanecen firmes. El camino propio condena a la extinción.

El problema político de la Democracia Cristiana no es la izquierda, sino los desafíos que Chile debe acometer para alcanzar una convivencia civilizada fundada en los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de las personas.

Lo que ha hecho durante estos cuatro meses la mesa conducida exitosamente por la senadora Carolina  Goic, elegida por unanimidad en la Junta Nacional, es una garantía de estabilidad, unidad y coherencia con los compromisos que el partido ha asumido ante el país. Una obra de regeneración moral y política que demanda la adhesión disciplinada y la voluntad de servicio de todos los democratacristianos.