viernes, 3 de julio de 2020

DESBORDES


Rodolfo Fortunatti

El parteaguas que desea consolidar Desbordes, al cabo de una década en que ha visto fracasar dos gobiernos encabezados por Renovación Nacional, es la fricción irreductible entre dos derechas. Y esta distinción tiene un valor ideológico y normativo. Ideológico, en cuanto configura un paradigma, una constelación de valores, creencias, técnicas y prácticas, a la luz del cual nos propone ver e interpretar el pasado y avizorar y organizar el futuro. Y normativo, porque nos exhorta a un deber ser, a un destino y promesa de la derecha para el Chile que adviene. De este modo, Desbordes fija un antes y un después en la línea de continuidad no sólo de la política de derechas, sino de todo el sistema político y de partidos.











Desbordes 

Probablemente Mario Desbordes sea una de las figuras políticas más relevantes de la actual coyuntura, decir lo cual alude por sí mismo a su biografía, a su trayectoria, a lo que el presidente de Renovación Nacional representa, en un momento de intolerancia y crispación que enfrenta a seguidores y detractores. Y aunque la alusión al cursus honorum de Desbordes es paso inevitable de cualquier análisis, más importante es, sin duda, su contribución a la segunda transición que está ensayando el país.

Para entenderlo es preciso mirar los últimos diez años de nuestra evolución política. En este panorama tres hechos cobran preponderancia. El primero, es la irrefrenable declinación de la Democracia Cristiana. El segundo, es la emergencia de Revolución Democrática. Y el tercero, es la ascendente recuperación de Renovación Nacional.

Cuando se observan las elecciones de concejales, que son las que mejor reflejan la gravitación de cada colectividad, puede confirmarse que, desde la década de los años noventa, las votaciones de la DC y de RN descienden persistentemente. Pero, a diferencia de la DC, el partido de derechas quiebra esta tendencia a partir de las municipales de 2012, cuando Desbordes detentaba la secretaría general del partido, cargo que mantuvo hasta 2018 para asumir su presidencia. Coetáneamente, dirigía la Democracia Cristiana Ignacio Walker promoviendo un programa de entendimiento y de colaboración política hacia RN que, sin embargo, nunca concitó el apoyo de la colectividad ni de sus parlamentarios.

 
En las calles, la generación global de Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Camila Vallejos, por citar a los más mediáticos, se jugaba su debut en la democracia de las instituciones. Tras las grandes movilizaciones de 2011, en enero de 2012, nacía Revolución Democrática. Y al año siguiente, Jackson, uno de sus fundadores, era elegido diputado por Santiago con el apoyo de la Democracia Cristiana. En los comicios de 2016 RD ganó escaños para ocho concejales, y en las elecciones de 2017, resultaron electos diez consejeros regionales, diez diputados y un senador. Un flujo importante de los 300 mil votos que consiguió la nueva formación, provino de la falange y de su electorado. Pero tal como enseña la teoría del color, se puede armonizar por cercanía o por contraste, y RD primero optó por practicar la proximidad con la DC y, después, por oponerle competencia para desplazarla y ocupar los espacios populares de ésta.

Apertura hacia la diáspora DC

Pero es el trabajo de Mario Desbordes el que consigue atraer hacia RN al electorado pro democratacristiano de centroderecha. Así ocurre con el PRI, partido liderado por el senador Adolfo Zaldívar que, luego de haber conquistado su mejor marca en la elección de diputados de 2009, prácticamente desaparece en las parlamentarias de 2017 al obtener menos de 40 mil sufragios. Renovación Nacional también crece y se fortalece gracias a los nutrientes que alimentaban a Progresismo Con Progreso y a sus liderazgos más representativos, Mariana Aylwin, Clemente Pérez, Manuel Inostroza y Álvaro Clarke, pero que una vez que estos abandonan la tienda de Alameda 1460 son absorbidos por las ávidas raíces de RN. Asimismo, RN capta a los votantes de los legendarios creadores de Comunidad en Movimiento: la exsenadora por Santiago Oriente, Soledad Alvear, y el expresidente de la DC, Gutenberg Martínez. Y probablemente, a quienes, en lugar de votar por Andrés Allamand en las primarias de 2013, lo hicieron por el exministro Andrés Velasco. 

¿A qué se debe el éxito de la estrategia que ha convertido a Renovación Nacional en el principal partido político?

Su acierto consiste en disputar el electorado que quisieron representar, aunque sin eficacia, los sectores desgajados de la Democracia Cristiana. Su objetivo es la reconversión de RN en una derecha democratacristiana de sello centroeuropeo, como la alemana. Lo que no pudieron conseguir los grupos cismáticos. Y si no pudieron hacerlo, fue porque la tienda de calle Antonio Varas construyó un dique infranqueable alrededor de sus bases de apoyo, para lo cual aprovechó las oportunidades que le brindaron esas mismas rupturas.

El entonces diputado Gutenberg Martínez era presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América, cuando el año 2000, desde esta entidad regional promovió la incorporación de la DC chilena a la Internacional de Centro Reformista, una agrupación mundial de partidos de centro-derecha. Ese mismo año, la Internacional Demócrata Cristiana expulsó de su seno al Partido Nacionalista Vasco, cláusula imperativa impuesta por el Partido Popular de España para la fusión, el año siguiente, de los partidos democristianos con la Internacional de Centro Reformista.

En el encuentro celebrado en México fue elegido presidente, como es obvio, el líder del PP español José María Aznar, político muy vinculado a la UDI y a Joaquín Lavín que bregaban por ser aceptados en la nueva asociación. También tenía lazos con la DC a través de la Fundación Para el Análisis y los Estudios Sociales, FAES, y su fallido proyecto Nuevas Generaciones de refundación democratacristiana. Pero no sería la UDI, sino RN, la colectividad que, finalmente, en febrero de 2018, se integraría a la IDC-CDI.

Distinguir para unir

La finalidad de la inteligencia práctica, a diferencia de la inteligencia especulativa, es la realización de una obra, de una acción concreta, o de un quehacer político. Estas diferenciaciones son condición necesaria para unir. Distinguir para conciliar, según la regla epistemológica tomista recogida por Jacques Maritain en Los grados del saber.

Cuando Hugo Herrera habla de dos derechas, lo que está haciendo es simplificar para complejizar. No es que indefectiblemente haya dos izquierdas o dos derechas, pues podría haber solo una o más de dos dependiendo de cómo se organicen las categorías para explicar qué función política cumplen. Así, se puede hablar de una derecha histórica y de otra más reciente la nacida en cuna de oro bajo la dictadura, pero también se puede hablar de una tercera y de una cuarta, una liberal y otra conservadora. Y todavía podría distinguirse una quinta, la derecha fascista, que no es lo mismo que la derecha militarista. Y no podríamos rehuir la presencia de una derecha política y de otra económica.

Pero aquí y ahora, el parteaguas que desea consolidar Desbordes, al cabo de una década en que ha visto fracasar dos gobiernos encabezados por Renovación Nacional, es la fricción irreductible entre dos derechas. Y esta distinción tiene un valor ideológico y normativo. Ideológico, en cuanto configura un paradigma, una constelación de valores, creencias, técnicas y prácticas, a la luz del cual nos propone ver e interpretar el pasado y avizorar y organizar el futuro. Y normativa, porque nos exhorta a un deber ser, a un destino y promesa de la derecha para el Chile que adviene. De este modo, Desbordes fija un antes y un después en la línea de continuidad no sólo de la política de derechas, sino de todo el sistema político y de partidos.

Al hacerlo está respondiendo a la conciencia política que la ciudadanía exhibió en el estallido social. Nueva mentalidad que exige a su partido reafirmar los valores republicanos y democráticos que propugna, si no quiere perecer, como lo hicieron conservadores y liberales en 1965. Le demanda recuperar la presencia histórica de los ideales políticos que animaron el progreso de Chile desde la formación del Estado nacional.

Es natural que reciba el desaire de la UDI, heredera y defensora de la dictadura civil-militar a cuyo amparo se instituyó la ilegítima Constitución actual, como lo describe correctamente el proyecto de reforma presentado al Congreso en marzo de 2018. Es, asimismo esperable que se alcen como sus principales detractores el expresidente de la colectividad Carlos Larraín y el senador Andrés Allamand. Ambos representan el mundo que muere, el de la cultura política autoritaria y de los privilegios. La del desalojo, que es desdeñosa y refractaria a la demanda social, y que, en un gesto de dignidad y nobleza,debería resignarse a sus exequias.

La derecha de Desbordes no reviste una amenaza para la Democracia Cristiana, que coexistió con ella desde los albores de la Falange Nacional. Por el contrario, es una puerta abierta para quienes siguen viviendo en una suerte de esquizofrenia política que les impide mantener la coherencia ideológica y la disciplina parlamentaria. Y es un respiro para quienes aman la Revolución en Libertad, la lucha por los derechos humanos y la defensa de los más pobres y vulnerables, que es la genuina inspiración humanista de la Democracia Cristiana,difícilmente replicable por Revolución Democrática. Esta derecha, defensora del capital, pero igualmente del trabajo y del esfuerzo personal, es necesaria para restablecer la racionalidad perdida de la política democrática.