martes, 22 de marzo de 2016

REFORMA LABORAL: POR UNA DEMOCRACIA CRISTIANA COHERENTE CON SU HISTORIA



Nuevamente algunos militantes de la Democracia Cristiana reunidos en torno al Grupo «Progresismo con Progreso» han formulado severas críticas a otro proyecto del gobierno que busca complementar la tarea por una mayor igualdad en que nos encontramos empeñados para hacer de Chile un país más inclusivo y con mayor densidad democrática.

Esta vez fue el turno de la Reforma Laboral (RL). Sus argumentos por legítimos que sean no contribuyen al debate ponderado y razonable que necesitamos tener para crear las condiciones que nos permitan superar los desafíos de un país que ha agotado un ciclo político y que requiere revertir la tendencia de rendimientos decrecientes en lo económico (bajo crecimiento del PIB) y social (persistencia de una alta desigualdad).

Sorprende la similitud de sus argumentos críticos con los esgrimidos por sectores de derecha durante el actual período de tramitación legislativa.

Así es, argumentar que esta RL pone en riesgo el crecimiento de la economía, la creación de empleos y la capacidad para incrementar los salarios en el largo plazo es lo que hemos escuchado de parte de la derecha y de algunos sectores empresariales. Es por lo demás el mismo argumento que conocimos al inicio de nuestra transición democrática cuando el presidente Aylwin propuso reformas en el ámbito tributario y laboral, entre otras, y que la realidad demostró ser falsos pues el país creció a tasas históricas en la década de los noventa, lo que sólo se detuvo por efectos del contagio de la crisis asiática.

El error de este argumento está en su simplismo, pues omite la experiencia comparada del mundo desarrollado que nos muestra sistemáticamente que para saltar la trampa de los ingresos medios, los países requieren combinar simultáneamente tres logros, como son mantener un horizonte futuro de una década de altas tasas de crecimiento económico, acompañado de una reducción sostenida de la desigualdad y de una consolidación y perfeccionamiento de sus instituciones democráticas (Alejandro Foxley, 2012).

Por el contrario, nuestros camaradas critican la RL arguyendo que con ella Chile se aleja de los países agrupados en la OCDE. Nuevamente omiten la evidencia empírica que muestra que mientras en promedio estos países tienen una tasa de afiliación sindical del 17,1% y una tasa de cobertura de negociación colectiva de 62%, Chile presenta tasas promedio de 15,3% y 6%, respectivamente.

Demonizan el no reemplazo interno en huelga, pero omiten que en los países europeos donde este se ha permitido por vía de decisiones judiciales particulares, los sindicatos pueden votar huelgas sorpresivas sin previo aviso a los empleadores y que el proyecto del gobierno considera, en el peor de los casos, un plazo mínimo de 55 días antes de que ésta se haga efectiva. Omiten también que en la mayoría de estos países existe la negociación colectiva por rama o sector de actividad. Si no ¿cómo se explica sus altas tasas de cobertura en negociación colectiva?

Comparten además el argumento de la derecha al estigmatizar esta reforma como una reforma sindical por no incluir una modernización de los programas de capacitación laboral y que apunte directamente a incrementar la productividad de los trabajadores y sus ingresos, obviando que la actual reforma laboral sólo busca perfeccionar nuestra actual legislación en materia de derechos colectivos para alcanzar un mayor equilibrio de poderes entre la parte trabajadora y empleadora al interior de las empresas. Esto, en miras de facilitar las condiciones para una mejor distribución de los ingresos del trabajo o, dicho en otras palabras, disminuir las asimetrías de poder en las relaciones laborales.

Esta preocupación por muy válida que sea, sabemos que debe ser abordada en una agenda más bien vinculada al desarrollo productivo y de políticas de empleo y empleabilidad, pero jamás desde aquella que apunta exclusivamente al fortalecimiento de los derechos colectivos de los trabajadores. A menos que lo que se quiera decir, es que desmantelar o desregular completamente estos derechos, sí constituye una buena política de empleo.

Pero digámoslo claramente, no son sólo las razones técnicas las que determinan nuestra disposición favorable a esta reforma, también son fundamentales los principios y convicciones que nos alientan como demócratas cristianos. Está en nuestra esencia superar la dialéctica estado-mercado, lo nuestro es también la construcción de comunidad o dicho en lenguaje moderno, la acumulación de mayor capital social.

Esta reforma laboral no merece ser vista como una amenaza, sino que como una oportunidad para avanzar en igualdad y construcción de un mayor asociativismo y empoderamiento de los trabajadores y trabajadoras.

El temor al cambio es propio y consustancial a la derecha chilena y, por lo mismo, muy lejano al pensamiento e historia de la Democracia Cristiana.

Apoyamos esta Reforma Laboral porque creemos que es necesario cambiar las relaciones al interior de las empresas, las que se caracterizan por altos niveles de desconfianza, escasa colaboración y carencia de diálogo entre los actores, lo que no es de extrañar en un Chile en que el nivel de confianza interpersonal alcanza sólo al 13% y que muestra comparativamente con el mundo desarrollo un déficit significativo de capital social.

Apoyamos esta RL porque sabemos que la experiencia empírica y comparada muestra que sus orientaciones serán una fuente generadora de externalidades positivas en dos ámbitos. Primero, la evidencia empírica sugiere consistentemente que en las organizaciones donde se verifican buenos procesos de negociación colectiva acompañados de altas tasas de asociatividad de sus trabajadores -sindicatos fuertes- generan entornos que favorecen relaciones laborales modernas, justas y equilibradas. Segundo, empresas con sindicatos fuertes y profesionales (OIT, 2013) mejoran la redistribución vía remuneraciones, establecen con más facilidad incentivos por rendimiento e invierten más en capacitación de sus trabajadores. Por ello, se afirma que la existencia de sindicatos genera círculos virtuosos.

Para mayor abundamiento, David Kreps, académico de la Universidad de Stanford invitado recientemente a Chile, sostuvo a propósito del debate de la RL que "estudios recientes señalan que en promedio, los sindicatos mejoran la productividad y aumentan el total de ganancias a repartir. Entonces, cuando se ha dado al sindicato una voz fuerte, se ha producido una relación laboral más productiva. En el caso chileno, si los empresarios y los sindicatos tienen buenas relaciones, las reformas mejorarán la productividad hasta beneficiar a ambos. Sin embargo, donde no hay buenas relaciones, sufrirán ambos. En mi opinión, es deber de los empresarios buscar una relación positiva".

Asimismo, siempre es bueno recordar, que el contrabando ideológico y la contaminación técnica a nadie favorecen. Es más probable que se legisle mal si no hay espacio para un diálogo serio y constructivo a que si, por lo contrario, nos damos la oportunidad de escucharnos y abrirnos a la razón del otro. Varias de las indicaciones del Ejecutivo son una prueba de ese espíritu.

Es más necesario para un país que aún no alcanza su desarrollo la construcción de un consenso político y económico-social amplio a otro que ya lo consiguió. Peor aún, si ese país está expuesto a una crisis de legitimidad y representatividad de su sistema político, es responsabilidad de todos, especialmente de su elite, redoblar estos esfuerzos.
 

Lo paradójico del Chile actual es que estas obviedades anteriores no están presentes. La tramitación de la RL es un buen ejemplo de estos males que nos aquejan.

Cuantas barbaridades se han tenido que escuchar en nombre del crecimiento económico. En qué quedó el consenso manifestado en la elección presidencial pasada en el sentido que debíamos reforzar la búsqueda de una mayor igualdad sin descuidar el crecimiento económico, dejando así atrás definitivamente el paradigma neoliberal de la dictadura.

Por último, apoyamos esta Reforma Laboral para ser fieles con la historia del Partido y de sus grandes líderes sindicales como son Manuel Bustos, María Rozas y Pepe Ruiz Di Giorgio.

ALDO CORNEJO
ALEJANDRO GONZÁLEZ
BELISARIO VELASCO
CLAUDIO ARRIAGADA
CRISTIAN MORALES
DIEGO CALDERÓN
EDUARDO ABEDRAPO
ENRIQUE BERTRÁN
EVA JIMÉNEZ
FREDDY CAMPUSANO
GABRIEL RODRIGUEZ
GABRIEL SILBER
HECTOR GARATE
HUGO MUÑOZ
JOAQUIN CABRERA
JORGE BERAZALUCE
JORGE CONSALES
JOSE CASTRO
JOSE CRIADO REYES
JOSE SOTO SANDOVAL
JUAN DÍAZ BERRIOS
JUAN MANUEL SEPÚLVEDA
JUAN MORANO
JUAN PABLO SEVERIN
LUIS EDUARDO THAYER
LUIS PLATONI
MARCO SOTO
MARIANELA CERRI
MARIO VENEGAS
MAURICIO JELVEZ
NESTOR GUTIERREZ
NICOLÁS MENA LETELIER
OMAR JARA
OSCAR SOTO RIVEROS
PATRICIO VALLESPIN
PILAR MALLEA ARAUS
RAMÓN MALLEA
RAMON MALLEA ARAUS
RENE SAFFIRIO
RICARDO HALABI CAFFENA
RICARDO RINCÓN
RODOLFO FORTUNATTI
SERGIO OJEDA
SOLEDAD LUCERO
VICTOR TORRES
YASNA PROVOSTE CAMPILLAY