viernes, 10 de julio de 2020

LA LLAMADA DEL VACÍO


Rodolfo Fortunatti







Elocuente por sí mismo fue el mensaje que emitieron los diputados de la UDI Álvaro Carter, Rolando Rentería, Joaquín Lavín, Cristhian Moreira, Pedro Álvarez-Salamanca, Nino Baltolu y el senador David Sandoval.

«No defenderemos porque sí un sistema previsional que tiene más de 40 años y que fue creado en otro tiempo y con otra lógica. Primero está la gente que representamos, y luego la economía», registraron en una declaración que, probablemente, se convertirá en fuente documental de historiadores, pues ello ocurría al mismo tiempo que la comisión política de la colectividad emitía otro pronunciamiento respaldando a su presidenta, Jacqueline Van Rysselberghe, y censurando en duros términos al ministro Gonzalo Blumel, a quien responsabiliza de la generalizada indisciplina provocada por no haber vetado el proyecto de la oposición que ponía límite a la reelección de alcaldes —lo que le costaría perder alrededor de un tercio de sus actuales ediles— y el posnatal de emergencia.

La declaración del órgano gremialista no iba dirigida, sin embargo, al ministro del Interior, sino al presidente Piñera, gracias a quien éste detenta el cargo. Es un pronunciamiento grave, pues envuelve una advertencia abdicatoria, un aviso de retiro si no se consiente el cambio del jefe del gabinete por una figura incondicional de la UDI.

Pero la admonición de la UDI no es un acto desvariado, sino muy sensato. La UDI, albacea del régimen civil-militar y último baluarte de la «revolución silenciosa» que legó a Chile su régimen previsional, ve en el torrente de cambios que arrastra la actual coyuntura la amenaza letal a su supervivencia y a la continuidad de las instituciones que ha blindado durante cuatro décadas. Es lo que ve también el empresariado y los grandes grupos económicos que, en nuestra democracia constitucional y representativa, operan por presencia como poderes fácticos en defensa de sus prerrogativas e intereses.

El proyecto de reforma autoriza a retirar un diez por ciento de los ahorros previsionales, con un máximo de cuatro millones de pesos y un mínimo de un millón. Un monto insignificante comparado con las incalculables acumulaciones de las administradoras previsionales. Pero el titular de la Confederación de la Producción y el Comercio, un leal soporte del presidente de la república y de su administración, salta a la palestra como impulsado por un resorte para reprobar lo votado por la Cámara, y fustigando asimismo a los parlamentarios díscolos. Y el gerente general de la Asociación de AFPs desaprueba con audacia la decisión, mientras la AFP Habitat va todavía más lejos y califica lo obrado como «una votación ideológica y populista». Nada puede haber más ideológico que la dogmática custodia del modelo que también asumen ex personeros de la Concertación.

Un movimiento de creencias y convicciones

El estallido del 18 de octubre liberó poderosas fuerzas, hasta entonces contenidas, y cuyos efectos resultan inadvertidos por el estado de criogenización que viene coaccionando al movimiento de la sociedad y de la política. Todas las estructuras están sufriendo la tensión propia de una fragmentación parecida a la de Pangea, el gran continente que, dada la actividad telúrica del planeta, no pudo mantenerse uno e integral y cedió al proceso de fracturación por la continua separación de sus partes. Fue como nacieron súper-continentes y se sumergieron o desaparecieron otros.

Imaginemos un movimiento de creencias y convicciones que convulsiona todo el sistema político, principalmente el sistema de partidos. Una falla, una abertura que pasa por el centro de las colectividades políticas, de los grupos de interés y de las elites dirigentes, reorganizándolos para una nueva estructura de representación. Lo están viviendo todos los partidos políticos, aunque los efectos más evidentes de esta onda expansiva los están exhibiendo las colectividades más poderosas, como la UDI y RN, que son las que hoy ocupan la cúspide del Estado.

En la Democracia Cristiana, la postura frente a la fisura latente de la colectividad la ha expresado con claridad en el manifiesto del pasado domingo en El Mercurio —que la mayoría de la militancia rehúsa—, el expresidente del partido, Ignacio Walker, pero es más fácil de reconocerla en su declaración de rechazo al proyecto de retiro de los fondos previsionales. Walker, por una fortuita paradoja, se aparta de la conducta política de su hermano Matías, que no sólo votó alineado con la centroizquierda en la Comisión de Constitución de la Cámara, algo infrecuente en él cuando se ha tratado de respaldar proyectos emblemáticos de la oposición, sino que mantuvo su fidelidad a la bancada, que esta vez adoptó una postura en bloque.

También la ex candidata presidencial Carolina Goic, ha levantado una voz maciza y acerada convocando a cerrar filas en torno al gobierno, tanto en el posnatal de emergencia como en el retiro de fondos de las AFPs. Lo ha hecho en oposición a su partido, como se lo expresó a través de Twitter el vicepresidente Humberto Burotto, y a las senadoras Yasna Provoste, que ha impulsado un proyecto de ley, actualmente en curso, y de la senadora Ximena Rincón, que ha promovido iniciativas en este mismo sentido.

Al borde de la cornisa

La llamada del vacío, L’Appel Du Vide, nombran los franceses a la seductora urgencia de saltar que nos invade cuando estamos ante el vacío, al borde de la cornisa o de un abismo. No se trata fatalmente de una propensión al suicidio, sino de una necesidad instintiva, tal vez transmitida en los genes a través de los siglos, de lanzarnos desde lugares altos.

La llamada del vacío fue precisamente la escena que se tomó la actuación de la derecha cuando se aprobó por 95 votos el proyecto de retiro del diez por ciento de los ahorros depositados en administradoras de fondos de pensiones. Lo correcto era que los diputados y diputadas se formaran sin matices con el gobierno, que es lo que corresponde a una coalición ordenada y leal con el programa y el presidente que se comprometió a respaldar, pero que no hicieron.

Pese a los notables esfuerzos desplegados por los ministros Blumel y Briones para captar votos, sólo 25 diputados y diputadas estuvieron disponibles a rechazar la iniciativa, y, al abstenerse 31 parlamentarios, y no concurrir a votar otros 4, todos oficialistas, en la práctica se distanciaron de la posición defendida por el Ejecutivo, prestando así legitimidad a la generación de la mayoría que aprobó el proyecto. Ello, como se pudo apreciar en el tablero electrónico, produjo el desbande de la derecha, una fuga que en nada remedia el presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, cuando reflexiona después de derramada la leche que «debieron haberse alineado». Nadie puede decir esto cuando ha venido proclamando su abstención. Pero así sucedió.

Luego, el presidente de la Cámara, Diego Paulsen, y el diputado Diego Schalper, que votaron en contra del retiro de ahorros, renunciaron a su bancada anunciando la formación de otro comité político, pero sin retirarse del partido. Schalper incluso fijó un punto de no retorno al declarar que «hay diferencias insalvables dentro de la bancada, tanto en asuntos de fondo, como en maneras de proceder». Y el diputado UDI, Jorge Alessandri, concluyó que «Chile Vamos hoy día está en la peor noche desde su existencia».

Si RN no se divide antes de la primavera, será en noviembre, cuando este grupo de parlamentarios le dispute a Desbordes la conducción de la derecha posestallido, pero la escisión está trazada, como la línea de corte de la cuchilla diamante sobre el vidrio. Porque ¿cómo se entiende que Paulsen quiera mantener la militancia en RN y renunciar a la misma bancada que lo puso en la testera de la Cámara? ¿Acaso lo que se está ensayando es una cohabitación transicional de facciones? Ya que esto no parece ser de la misma especie del diputado que formando parte de una bancada se niega a seguir las orientaciones de su partido. Y se ve más próximo al síndrome de desinstitucionalización que sacude a la Democracia Cristiana. Así también sucedió en realidad.

Naturalmente, solo contribuyen a dragar la grieta los vetos que el gobierno ha enviado para frenar otros tres proyectos legislativos: el que suspende el corte de servicios básicos durante la pandemia, el que garantiza el acceso a internet gratuito a niños del 60 por ciento más pobre del sistema escolar, y el de protección de la niñez que, es preciso decirlo con fuerza, ha sido la única vez que se le ha dado visibilidad a este segmento de población de más de cuatro millones de personas.