Rodolfo Fortunatti
Elocuente por sí mismo fue el mensaje que emitieron los diputados de la UDI Álvaro Carter, Rolando Rentería, Joaquín Lavín, Cristhian Moreira, Pedro Álvarez-Salamanca, Nino Baltolu y el senador David Sandoval.
«No
defenderemos porque sí un sistema previsional que tiene más de 40 años y que
fue creado en otro tiempo y con otra lógica. Primero está la gente que
representamos, y luego la economía», registraron en una
declaración que, probablemente, se convertirá en fuente documental de
historiadores, pues ello ocurría al mismo tiempo que la comisión política de la
colectividad emitía otro pronunciamiento respaldando a su presidenta,
Jacqueline Van Rysselberghe, y censurando en duros términos al ministro Gonzalo
Blumel, a quien responsabiliza de la generalizada indisciplina provocada por no
haber vetado el proyecto de la oposición que ponía límite a la reelección de
alcaldes —lo que le costaría perder alrededor de un tercio de sus actuales
ediles— y el posnatal de emergencia.
La declaración del órgano
gremialista no iba dirigida, sin embargo, al ministro del Interior, sino al
presidente Piñera, gracias a quien éste detenta el cargo. Es un pronunciamiento
grave, pues envuelve una advertencia abdicatoria, un aviso de retiro si no se
consiente el cambio del jefe del gabinete por una figura incondicional de la
UDI.
Pero la admonición de la UDI
no es un acto desvariado, sino muy sensato. La UDI, albacea del régimen
civil-militar y último baluarte de la «revolución
silenciosa» que legó a Chile su régimen previsional, ve en el torrente de
cambios que arrastra la actual coyuntura la amenaza letal a su supervivencia y a
la continuidad de las instituciones que ha blindado durante cuatro décadas. Es
lo que ve también el empresariado y los grandes grupos económicos que, en
nuestra democracia constitucional y representativa, operan por presencia como
poderes fácticos en defensa de sus prerrogativas e intereses.
El proyecto de reforma
autoriza a retirar un diez por ciento de los ahorros previsionales, con un
máximo de cuatro millones de pesos y un mínimo de un millón. Un monto
insignificante comparado con las incalculables acumulaciones de las
administradoras previsionales. Pero el titular de la Confederación de la
Producción y el Comercio, un leal soporte del presidente de la república y de
su administración, salta a la palestra como impulsado por un resorte para
reprobar lo votado por la Cámara, y fustigando asimismo a los parlamentarios
díscolos. Y el gerente general de la Asociación de AFPs desaprueba con audacia
la decisión, mientras la AFP Habitat va todavía más lejos y califica lo obrado
como «una votación ideológica y
populista». Nada puede haber más ideológico que la dogmática custodia del
modelo que también asumen ex personeros de la Concertación.
Un
movimiento de creencias y convicciones
El estallido del 18 de
octubre liberó poderosas fuerzas, hasta entonces contenidas, y cuyos efectos
resultan inadvertidos por el estado de criogenización que viene coaccionando al
movimiento de la sociedad y de la política. Todas las estructuras están sufriendo
la tensión propia de una fragmentación parecida a la de Pangea, el gran
continente que, dada la actividad telúrica del planeta, no pudo mantenerse uno
e integral y cedió al proceso de fracturación por la continua separación de sus
partes. Fue como nacieron súper-continentes y se sumergieron o desaparecieron
otros.
Imaginemos un movimiento de
creencias y convicciones que convulsiona todo el sistema político, principalmente
el sistema de partidos. Una falla, una abertura que pasa por el centro de las
colectividades políticas, de los grupos de interés y de las elites dirigentes,
reorganizándolos para una nueva estructura de representación. Lo están viviendo
todos los partidos políticos, aunque los efectos más evidentes de esta onda
expansiva los están exhibiendo las colectividades más poderosas, como la UDI y
RN, que son las que hoy ocupan la cúspide del Estado.
En la Democracia Cristiana,
la postura frente a la fisura latente de la colectividad la ha expresado con claridad
en el manifiesto del pasado domingo en El Mercurio —que la mayoría de la
militancia rehúsa—, el expresidente del partido, Ignacio Walker, pero es más
fácil de reconocerla en su declaración de rechazo al proyecto de retiro de los fondos
previsionales. Walker, por una fortuita paradoja, se aparta de la conducta
política de su hermano Matías, que no sólo votó alineado con la centroizquierda
en la Comisión de Constitución de la Cámara, algo infrecuente en él cuando se
ha tratado de respaldar proyectos emblemáticos de la oposición, sino que
mantuvo su fidelidad a la bancada, que esta vez adoptó una postura en bloque.
También la ex candidata
presidencial Carolina Goic, ha levantado una voz maciza y acerada convocando a cerrar
filas en torno al gobierno, tanto en el posnatal de emergencia como en el retiro
de fondos de las AFPs. Lo ha hecho en oposición a su partido, como se lo expresó
a través de Twitter el vicepresidente Humberto Burotto, y a las senadoras Yasna
Provoste, que ha impulsado un proyecto de ley, actualmente en curso, y de la
senadora Ximena Rincón, que ha promovido iniciativas en este mismo sentido.
Al
borde de la cornisa
La
llamada del vacío, L’Appel
Du Vide, nombran los franceses a la seductora urgencia de saltar que nos
invade cuando estamos ante el vacío, al borde de la cornisa o de un abismo. No
se trata fatalmente de una propensión al suicidio, sino de una necesidad
instintiva, tal vez transmitida en los genes a través de los siglos, de lanzarnos
desde lugares altos.
La llamada del vacío fue
precisamente la escena que se tomó la actuación de la derecha cuando se aprobó
por 95 votos el proyecto de retiro del diez por ciento de los ahorros
depositados en administradoras de fondos de pensiones. Lo correcto era que los
diputados y diputadas se formaran sin matices con el gobierno, que es lo que
corresponde a una coalición ordenada y leal con el programa y el presidente que
se comprometió a respaldar, pero que no hicieron.
Pese a los notables
esfuerzos desplegados por los ministros Blumel y Briones para captar votos, sólo
25 diputados y diputadas estuvieron disponibles a rechazar la iniciativa, y, al
abstenerse 31 parlamentarios, y no concurrir a votar otros 4, todos oficialistas,
en la práctica se distanciaron de la posición defendida por el Ejecutivo, prestando
así legitimidad a la generación de la mayoría que aprobó el proyecto. Ello,
como se pudo apreciar en el tablero electrónico, produjo el desbande de la
derecha, una fuga que en nada remedia el presidente de Renovación Nacional,
Mario Desbordes, cuando reflexiona después de derramada la leche que «debieron haberse alineado». Nadie puede
decir esto cuando ha venido proclamando su abstención. Pero así sucedió.
Luego, el presidente de la Cámara,
Diego Paulsen, y el diputado Diego Schalper, que votaron en contra del retiro
de ahorros, renunciaron a su bancada anunciando la formación de otro comité
político, pero sin retirarse del partido. Schalper incluso fijó un punto de no
retorno al declarar que «hay diferencias
insalvables dentro de la bancada, tanto en asuntos de fondo, como en maneras de
proceder». Y el diputado UDI, Jorge Alessandri, concluyó que «Chile Vamos hoy día está en la peor noche
desde su existencia».
Si RN no se divide antes de
la primavera, será en noviembre, cuando este grupo de parlamentarios le dispute
a Desbordes la conducción de la derecha posestallido,
pero la escisión está trazada, como la línea de corte de la cuchilla diamante
sobre el vidrio. Porque ¿cómo se entiende que Paulsen quiera mantener la
militancia en RN y renunciar a la misma bancada que lo puso en la testera de la
Cámara? ¿Acaso lo que se está ensayando es una cohabitación transicional de
facciones? Ya que esto no parece ser de la misma especie del diputado que
formando parte de una bancada se niega a seguir las orientaciones de su
partido. Y se ve más próximo al síndrome de desinstitucionalización que sacude
a la Democracia Cristiana. Así también sucedió en realidad.
Naturalmente, solo
contribuyen a dragar la grieta los vetos que el gobierno ha enviado para frenar
otros tres proyectos legislativos: el que suspende el corte de servicios
básicos durante la pandemia, el que garantiza el acceso a internet gratuito a
niños del 60 por ciento más pobre del sistema escolar, y el de protección de la
niñez que, es preciso decirlo con fuerza, ha sido la única vez que se le ha
dado visibilidad a este segmento de población de más de cuatro millones de
personas.