jueves, 16 de julio de 2020

DE LA RACIONALIDAD Y LA EMOCIÓN


Óscar Osorio



El proyecto del retiro del 10% de las AFP por parte del parlamente hace un par de días atrás, se constituyó no sólo en una de las más grandes derrotas del gobierno, sino que también en una “desagradable sorpresa” para la elite gobernante del país. Esta elite ha reaccionado con todo y con todos sus voceros, oficiales y oficiosos, además con todos sus medios.  En efecto, con toda una puesta en escena, con toda una estética, a veces elegante y las más de las veces sin ningún pudor por la ética política.

Que la derecha, la política y fundamentalmente la económica, se haya pronunciado en contra de este proyecto, con todo el terror político a cuestas, es absolutamente entendible: ellos defienden sus intereses, sus negocios y las posibilidades futuras de ellos. Por supuesto que bajo el actual orden institucional. Ese orden que ha sido incapaz de incorporar ningún tipo de regulación al negocio de las AFP y que se ha transformado en el soporte financiero para los negocios de los grupos empresariales del país. Sin embargo, lo que llama la atención, es que el peso de la elite gobernante es tan amplio y diverso, que sus tentáculos han coaptado a un singular grupo de  representantes del llamado “arco político transversal”, que bajo el manto de hipotética “neutralidad axiológica de la técnica”, han salido a manifestarse también en contra de este proyecto y de las futuras calamidades que afectarán al país, de aprobarse finalmente.

El contenido de las opiniones que han salido al ruedo o a la cancha donde se juegan las batallas comunicacionales, van desde la política del terror (“quieren expropiar los fondos previsionales de los trabajadores chilenos”; “se acabó el Chile republicano, no sabemos qué se viene”), pasando por la intimidación y chantaje (“con esto se rompe el acuerdo acerca del paquete económico logrado con el Colegio Médico”; “es posible que el plebiscito de octubre se revise, ya que se ha violado el acuerdo constituyente”), hasta llegar a simplismos pseudo inteligentes proferidos por aviesos intelectuales de la plaza, que aprovechándose de su acceso preferencial en los medios (de la misma elite) nos dicen que estamos a punto de ingresar por el camino, sin retorno, del populismo ya que se ha instalado una estela de simplismo intelectual, que responde solo a  la pulsión de las emociones”.

Desde una suerte de tribuna de “sumo pontífice” se nos advierte que la clase política (particularmente quienes votaron por aprobar este retiro del 10%) ha dejado de lado la racionalidad en sus quehaceres y que ha  reducido sus acciones a una suerte de moralina basada en una simple sensación de injusticia que hace empatía circunstancial, con la emotividad de la calle, abstrayéndose de una capacidad de reflexión de carácter racional.

Se olvida el Sr. Pontífice, de  las cifras que muestran que detrás de la “simple sensación de injusticia” generada por la pandemia y la situación económica, surge un país altamente vulnerable, precario, endeudado,  que apenas sobrevive en un escenario altamente incierto. Un país sin esperanza, que ya no cree en sus gobernantes ni menos en sus políticas. “Ha llegado la hora vestida de pánico ”, al futuro, a la cesantía,  a caer bajo la línea de la pobreza, a no tener para el pan. Este es “Sr. Pontífice”, la emoción y estado de ánimo instalado no sólo en la clase media, sino en todo el país. Por lo tanto, la empatía generada entre los parlamentarios que votaron mayoritariamente a favor de este proyecto, con la opinión y emoción de la gente, da cuenta justamente de un gran diálogo, de un acercamiento virtuoso que denota un gran sentido democrático, no solo una decisión lesiva, para esta mayoría ignorante. 

El liderazgo político que conduce, que genera sentido de pertenencia, adhesión y cohesión social; que es capaz de pensar en la construcción inclusiva de un  “nosotros”, jamás será insumiso ni menos estará ajeno a las emociones de su gente, de su pueblo.