El 15 de julio fue un fenómeno significativo. Una serendipia que sin proponérselo corrió la cortina del escenario futuro. La que adviene será una lucha dura y prolongada, semejante a la que realmente fue la movilización popular y la organización política emprendidas para derribar a la dictadura, y para impedir lo que sobrevino durante los años de la tutela militar y de la persistente intervención de los poderes fácticos que acompañaron a la transición política del siglo pasado. ¿Qué juega a favor de las fuerzas democráticas que ahora bregan por una nueva Constitución y por un nuevo modelo de desarrollo?
El 15 de julio parece ser la
réplica del seísmo del 18 de octubre. En el Parlamento se halla su epicentro,
pero son las fracturas de una sociedad en profundo malestar e inhabilitada por
la pandemia y el confinamiento a manifestarse, las que provocan estas convulsiones.
La reiterada mayoría calificada de 95 votos a favor del retiro del 10 por
ciento de los ahorros previsionales, es prueba, literalmente democrática,
representativa y popular, de ello.
El estado de la opinión que
captan las encuestadoras revela que este es un momento candente para el país,
como que el canal de televisión de la Cámara de Diputados y los sitios de las
AFPs excedieron sus visitas mientras que la Bolsa de Santiago se desplomó
mágicamente. Activa Research confirma que ocho de cada diez personas consultadas
encuentran bueno hacer uso de su patrimonio y, la mayoría, prefiere esto al
bono de 500 mil pesos que ha ofrecido el Ejecutivo en un segundo paquete de
medidas.
La grieta se abre y profundiza
a lo largo de las posiciones de poder e influencia. Ministros y subsecretarios
de la ex Nueva Mayoría toman partido por Piñera y por este capitel del modelo
económico que es el sistema forzado de cotización individual. De hecho, se
oponen a la creación del Fondo Solidario propuesto para reponer los aproximadamente
15 mil millones de dólares que los apremiados cotizantes retirarían de sus ahorros
si se dicta la ley. Aducen que esto es una reforma al sistema previsional, y no
una medida para la emergencia. Sabemos que también lo es, porque nadie se ha
comprometido a que no lo sea. La pugna constitucional está abierta, y es lo que
se zanjará en el Senado, cuando el propio Ejecutivo proponga una enmienda estructural,
que hasta ahora había resistido, al régimen de pensiones. De modo que con esta
nueva actitud, probablemente el debate se prolongará más de lo imaginado.
La UDI, que ha visto
seriamente dañada la autoridad de su directiva y de su comisión política por la
indisciplina de cinco de sus diputados, procura dar una señal inequívoca a los
senadores gremialistas pidiendo al Tribunal Supremo las máximas sanciones para
los díscolos, cuando resulta evidente la emergencia de una nueva configuración
de fuerzas y de oposiciones que torna inútiles tales coacciones. A la otra
orilla de la brecha, al revés de lo que ocurre en la derecha, la conversión de
Pablo de Tarso camino a Damasco ha iluminado los espíritus de varios
parlamentarios no oficialistas que se han pasado al bando del progresismo en un
sublime acto de versatilidad y destreza. Hoy son los principales adalides de la
centroizquierda para bien de la propia unidad interna de sus bancadas.
El
deslucimiento de la derecha
La derrota política de la
derecha es reflejo de su derrota ideológica, la que, a su vez, deriva de la
ausencia de una teoría comprensiva de la crisis neoliberal. Ícono de esta pérdida
de orientación intelectual es la opinión de Bernardo
Fontaine, economista y empresario, cuyo balance es una fórmula
tan disparatada e incontrovertible como la de los planicistas. Dice que «acá primó el populismo. Esto es el mayor
intento de cohecho de los 30 años de democracia. Los diputados que aprobaron
nos regalarán nuestros propios ahorros para la vejez para que votemos por ellos
en las próximas elecciones, en circunstancias que siempre es mejor que el
Estado ayude a los muchos chilenos que están sufriendo penurias económicas y no
que ellos gasten sus ahorros para la vejez».
¿Cómo se puede abordar una
imputación así? Solo ignorándola.
La gran coalición
llama el analista Héctor Soto al acuerdo de la Cámara de Diputados. Es de
consulta en Wikipedia que una coalición se constituye entre partidos de
distintas ideologías para gobernar. En este caso, sería una alianza para
suceder a Piñera tras su capitulación, algo que Pablo Ortúzar intuye y que la
realidad aún no ratifica. Pero Soto escribe que «una coalición grande, expandida, reforzada, entusiasta y que fue imparable.
Incluyó desde gente con profundos principios antiestablishment (enemigos
jurados del sistema privado de pensiones, que vieron aquí una ocasión
inmejorable para golpearlo) hasta opositores que están dispuestos a cualquier
cosa con tal de infligirle una derrota
tras otra a La Moneda; desde políticos de corazón sangrante y genuinamente
condolidos con las pellejerías de la clase media (como si no hubiera mecanismos
más efectivos y sensatos para ayudarla) hasta diputados taimados o resentidos
por agravios pasados y que tenían cuentas pendientes con La Moneda; desde
parlamentarios sin mucha estructura interior que miraron las encuesta y
decidieron unirse a la manada (encuestas pacotilleras, por lo demás, porque no
se necesita un sondeo para saber que la gente, entre que le den y no le den,
siempre preferirá la plata), hasta apocalípticos que, asqueados por el Nuevo
Chile, lo único que buscan es que reviente todo y el país se vaya al carajo
cuanto antes. Cada uno de esos grupos es cosa seria. Juntos fueron imbatibles.»
Francamente, el escrito bien
da para un capítulo del Psicoanálisis de
Chile Contemporáneo en los tiempos de la Covid-19, Confinamiento y Política,
cuya autoría adjudicaría a León Cohen, que bastante sabe del asunto.
Finalmente, otra pieza
notable para eruditos del desencanto liberal es la columna El climax, del
sociólogo Max Colodro. «Esta vez lo
políticamente correcto —censura el autor―
era poner el costo de la crisis sobre los hombros de la gente y sus futuras
pensiones. Ojalá horadar en el camino al mercado de capitales, como se ha
estado haciendo en el último tiempo con la Constitución, el Estado de derecho y
la confianza en las instituciones; sin importar los efectos que esto tenga en
la reactivación económica, se usó la desesperación de la gente para
incentivarla a deteriorar sus ahorros previsionales. Todo, como parte de un
clímax de descomposición e irresponsabilidad inédito, donde como siempre la
cuenta no será pagada por quienes toman las decisiones.»
Para ser justos con los parlamentarios que apoyaron el
proyecto, este contemplaba la recuperación de los ahorros a través de un fondo
solidario, que fue precisamente suprimido por los partidarios del gobierno. Tampoco
procede responsabilizarlos de los efectos inicuos de sus iniciativas sobre la
estabilidad económica, cuando han sido ellos los que han propuesto el actual
Plan de Emergencia para sortear la catástrofe agudizada por la gestión pública
de la propia administración. Pero, la muy importante e injustificada omisión de
Colodro a la hora de juzgar al Parlamento, es un principio básico de ciencia
política: quien tiene poder es responsable; quien gobierna es el principal
responsable.
Serendipia, un presagio de las
luchas que vienen
El presidente del Servicio
Electoral cree que el plebiscito de octubre se realizará, y que millones de
chilenos y chilenas interrumpirán su confinamiento para volver a las urnas. Lo
que sucederá después no será, sin embargo, un triunfo con lápiz y papel, como ciertos
publicistas suelen reducir la gesta del No del 5 de octubre de 1988.
El 15 de julio fue un
fenómeno significativo. Una serendipia que sin proponérselo corrió la cortina
del escenario futuro. La que adviene será una lucha dura y prolongada, semejante
a la que realmente fue la movilización popular y la organización política emprendidas
para derribar a la dictadura, y para impedir lo que sobrevino durante los años
de la tutela militar y de la persistente intervención de los poderes fácticos que
acompañaron a la transición política del siglo pasado.
¿Qué juega a favor de las
fuerzas democráticas que ahora bregan por una nueva Constitución y por un nuevo
modelo de desarrollo?
De entrada, un conjunto de
recursos institucionales, como el Congreso Nacional, la fragua donde acrisolan
los consensos de corto, mediano y largo plazo, y donde están representadas casi
todas las sensibilidades de nuestra cultura política, y casi todas participan
en los diálogos de la clase dirigente puesto que algunas se excluyen o son
excluidas, como es el caso del Partido Comunista, que no concurrió al acuerdo
constitucional del 15 de noviembre de 2019.
En los años ochenta, cuando
las facultades legislativas estaban radicadas en los comandantes en jefe de las
FF.AA. y en el director general de Carabineros, quienes intervenían en las
negociaciones en representación del Gobierno eran el ministro del Interior y,
por la disidencia, las directivas de algunas colectividades políticas ilegales,
pero reconocidas como interlocutores válidos. El poder lo detentaba el general
Augusto Pinochet, que podía desautorizar y remover a sus colaboradores de
manera omnímoda, como lo hizo con el canciller Hernán Cubillos y con el
ministro del Interior Sergio Onofre Jarpa.
A diferencia suya, que fue un
dictador, el presidente Piñera es un mandatario quebradizo. Mañalich se elongaba
colmando su investidura, y los buenos oficios de Larroulet lo han dejado expuesto
ante los suyos más de lo debido, considerando que el militante de la UDI es el jefe
de asesores de la Presidencia a quien se le imputa digitar operaciones
políticas. Ello explica una popularidad del presidente ―alrededor del 15 por
ciento de aprobación— proporcional al escaso ascendiente sobre Chile Vamos, el
conglomerado que lo llevó a La Moneda.
La
«civilidad posestallido»
Hoy existen partidos y
movimientos sociales organizados. Colectividades políticas que empiezan a
conectar con las expectativas del país, pero que, al mismo tiempo, experimentan
un proceso de fragmentación y de recomposición, como UNIR, que se desprendió
del Partido Socialista para integrarse al Frente Amplio, lo que es de esperar que
ocurra también en la centroderecha. La UDI será más Partido Republicano y
Renovación Nacional, más Democracia Cristiana.
En el campo social, están
las históricas organizaciones de trabajadores del sector público, de la salud y
la educación. Desde luego, la CUT y la ANEF, que, sin embargo, en la actual
crisis social, donde ya suma sobre un millón el número de hombres y mujeres
cesantes, y se calcula que el desempleo podría llegar al 27 por ciento de la
fuerza de trabajo, no han tenido el protagonismo que tuvo el Comando Nacional
de Trabajadores, ni la amplia convocatoria concitada por las protestas
nacionales que siguieron a la depresión económica de los ochenta. Por lo pronto,
no se les ha escuchado en la tensión que cruza a la opinión pública, a
propósito del retiro del diez por ciento de los ahorros previsionales,
excepción hecha de la Unión Portuaria Centro de Chile, que paralizó sus
actividades laborales como forma de presión sobre los parlamentarios que estaban
votando la iniciativa.
Hay, asimismo, una rica y
extensa red de organizaciones territoriales, con intereses específicos, que
actúan en la ciudad y el campo, cumpliendo funciones económicas y de cuidado, y
activistas de derechos humanos y de intereses ambientales, en una palabra, la
diversidad civil que se congregó el 25 de octubre de 2020 en la plaza de La
Dignidad.
En materia de recursos
comunicacionales, contribuyen a la formación de la política los medios
digitales alternativos a las grandes corporaciones de diarios y cadenas
televisivas, y las poderosas redes sociales de Internet que, a través de
millones de teléfonos y computadores, cumplen las funciones de difusión de los antiguos
impresos offset, mimeografiados, cartillas y volantes. No hay otra vía mediante
la cual hayan podido concertarse los protagonistas de Evade o los cacerolazos
de las últimas jornadas, y, por supuesto, también los procuradores de saqueos,
barricadas, incendios, narcotráfico y amenazas de novatos universitarios de
Patria y Libertad, el lado oscuro y dramático de esta coyuntura. La noche del
martes hubo 54 detenidos, 27 vehículos dañados de una automotora y un bus
absolutamente siniestrado.
No existe retorno a una
nueva normalidad, y jamás volveremos a ella, primero, por una cuestión
semántica, a saber, que no se puede volver a lo nuevo, pues si no, deja de ser
nuevo; y, segundo, por una razón sociológica, y es que los modos de vivir y de
interrelacionarnos que practicamos hasta mediados de marzo, no se reeditarán
nunca, porque nuestros usos cotidianos e institucionales han trocado y han
condicionado la generación de la política y la organización de los intereses
colectivos. En consecuencia, estamos impelidos a innovar las convocatorias, las
reuniones pequeñas o masivas, las campañas electorales y los mecanismos a
través de los cuales captamos la atención y adhesión de las audiencias.