miércoles, 2 de enero de 2008

La desaparición de los «colorines»

Rodolfo Fortunatti

¿Tiene sentido seguir hablando de los colorines cuando aquel que les dio su nombre ya no es militante de la Democracia Cristiana? ¿Tiene sentido seguir hablando del ala colorina cuando su líder natural busca fundar otra tienda política? ¿Qué queda de la tendencia colorina una vez que ha desaparecido aquello que la definía? ¿Qué nociones políticas, ideológicas o programáticas ha dejado en herencia el otrora carismático líder? ¿Acaso su crítica al stablishment? ¿Quizá la satírica alegoría sobre el Mapu-Martínez? ¿La crónica del fin de la Concertación? ¿El secular concepto de crimen social? ¿Tal vez la crítica al modelo?

Sólo vacío e incertidumbre han seguido a la expulsión. Un enorme vacío de proyecto. ¿Cuál es ahora el objetivo? ¿Hacia dónde avanzar? La vía judicial —anunciada y renunciada por Zaldívar— al menos ofrecía un horizonte. Pero esto de irse solo. Esto de irse no más del partido. Esto de no intentar nada desde dentro, se parece más a una capitulación que a un llamado a luchar.

Luego está el vacío de liderazgo. Nadie mejor que el senador encarnó la crítica a la clase política, al gobierno, al partido y a la coalición. Nadie con la inteligencia de Zaldívar ha podido ser más demoledor e intransigente en sus ataques. Pero, desaparecido el rostro de la disidencia, ¿no desaparece también el contenido de la disidencia? ¿Y no es precisamente ésta la consecuencia lógica del liderazgo personalista que simbolizó Zaldívar? ¿No es acaso su personalidad, y el culto que se desarrolló en torno suyo, el genuino soporte del discurso disidente? ¿Cómo podrían otros representar lo que sólo a él le pertenece?

Y está el vacío de poder, la vertiginosa pérdida de presencia e influencia. Está el problema de la reconstitución de las lealtades y adhesiones. ¿Cómo unir los fragmentos a los que quedó reducido el viejo mundo colorín? ¿Cuáles son las señas de identidad de este archipiélago formado por islotes de talante popular y reformador, y otros de raigambre conservadora y populista? ¿A dónde irán sin el liderazgo unipersonal que los interconectaba?

Como un día afirmó el propio Mulet, en Chile se está rebarajando el naipe, y el fenómeno está ocurriendo en el seno de la Democracia Cristiana. La desaparición de los colorines entraña la aparición de nuevas sensibilidades, culturas y formas de representación que alterarán crucialmente la actual correlación de fuerzas de la colectividad. Y ello quedará de relieve en el convulso acontecer político del 2008.