viernes, 17 de agosto de 2007

La desambiguación de la derecha

Rodolfo Fortunatti

El riesgo de propalar una predicción es que se convierta en profecía autocumplida, es decir, que las personas concernidas en determinados acontecimientos acaben actuando como se dice que lo harán. Es lo que podría ocurrir con el diseño estratégico de la derecha de cara a las elecciones del 2009: un giro en 180 grados. El paso desde la obstrucción y el ataque, hacia la colaboración y el acuerdo.

La decisión respecto de poner en marcha la acusación constitucional contra el gabinete de la Presidenta Bachelet, es el punto de inflexión. Un punto de no retorno llamado a zanjar la pugna entre halcones y palomas, entre el talante Allamand y el estilo Macri, entre la puerilidad de El Desalojo y la veta reformadora de Sarkozy. Entre el
«Pensamiento Alicia» y el realismo cínico del empresario Piñera. Es muy improbable que la pugna se perpetúe en la irresolución, cuando precisamente lo que necesita esta derecha es una definición clara, unitaria, convocante, y que anuncie su voluntad de ser gobierno. Es muy difícil que la derecha pueda mantenerse en la indefinición, mientras crece y se afirma el liderazgo de Piñera. En algún momento tendrá que empezar a operar la ley de los rendimientos decrecientes, esto es, que la ambigüedad del sector comience a corroer la popularidad del multimillonario.

Audaz vuelo el de los halcones. Osado, porque las acusaciones constitucionales recuerdan los tiempos de inestabilidad política e institucional que derivaron en la caída de Allende. Un recurso extremo que, en las grandes y fuertes uñas de los halcones, sólo puede ofrecer un espectáculo desolador, por depredador, claro. Uno que contrasta con la imagen de moderación que tendrá que imprimirle Piñera a su candidatura presidencial. Esto, si aspira cotejar con éxito las opciones de Ricardo Lagos y/o Soledad Alvear. Un recurso puramente mediático, si se tiene en cuenta que para aprobar el libelo acusatorio la derecha necesita el respaldo de la mayoría de la Cámara de Diputados, así como de la mayoría del Senado. Para conseguirlo, la derecha tendría que demostrar que los ministros comprometieron gravemente el honor o la seguridad de la Nación, infringieron la Constitución y las leyes, o traicionaron, malversaron, sobornaron o hicieron cobros ilícitos. La derecha sabe que esto es meterse en una camisa de once varas: demasiada tela para tan menuda criatura. Y que en tales circunstancias, no le queda más opción que avanzar por los atajos que le abren las reformas a la educación y al sistema previsional, no obstante los escollos que le opone la reforma electoral.

Por eso, la desambiguación de la derecha debería ocurrir al precio de la caída de los halcones, con lo cual el desalojador se transforma en desalojado.