viernes, 25 de mayo de 2007

Chile Primero: viaje al centro del individualismo

Rodolfo Fortunatti

«Chile Primero es un fenómeno ABC1», afirma Pepe Auth. ¿Lo es? ¿Es ésta la seña de identidad del movimiento encabezado por Flores, Schaulsohn y Valenzuela? ¿Es esto lo que lo define en esencia; su pertenencia a las clases ricas e ilustradas de Chile? Schaulsohn lo rebate. Argumenta que de los 800 asistentes al lanzamiento del nuevo referente, había más de 500 que no pertenecían a los estratos altos, lo que es igual a decir que 4 de cada 10 chileprimarios eran de origen socioeconómico alto. Mucho, sin duda. Mucho para un país donde 1 de cada 10 chilenos se ubica en el segmento ABC1.

Con todo, Chile Primero es más que un fenómeno de clase. Chile Primero es un brote de contracultura política. Una realidad sociológica actual en cuyo caldo espiritual confluyen todas las tendencias del proceso de individualización ocurrido en Chile en los últimos cincuenta años. Es, en este sentido, el espejo que devuelve de modo descarnado la imagen crítica de nuestra cultura política, de sus proyectos y tradiciones, de sus partidos y coaliciones, de sus liderazgos y mecenazgos.

Chile Primero representa la psicologización del quehacer político, la inmersión en el mundo íntimo del individuo, tributario, a su vez, de la nunca superada ficción del hombre autosuficiente, emprendedor, innovador, hecho a sí mismo. Y no por ello Chile Primero es neoliberal. Un economicismo del tipo neoliberal, que mercantiliza y cosifica a los seres humanos, no daría fiel cuenta de la ideología de los gestores de Chile Primero. Lo suyo es —por oposición a la cosificación capitalista, y a semejanza de su afán de lucro— la maximización del potencial humano que anida en el mundo de las emociones. Por eso, Chile Primero es la búsqueda obsesiva de la identidad. La exacerbación de la diferenciación social, del anhelo de singularidad, de la urbanización, y de la metropolización… ¡Veremos qué produce Talca!

Los chileprimarios destilan el malestar de una identidad herida. Como los judíos vieneses de fines del siglo xix, Schaulsohn construye el discurso del malditismo. La denuncia de la perversión, de las malas costumbres, y de las malas intenciones. De esta manera, Schaulsohn introduce un escalpelo en el alma de la Concertación. Inventa la ideología de la corrupción, convierte en bodrio al Transantiago, y al Estado en catastrófico. Su malestar evoca el talante de La Secesión, aquel movimiento artístico austriaco de 1898: «En sus presupuestos es sumamente aristocrático… —escribía un crítico— pero en sus efectos es democrático pues se dirige a todos los que se sienten desamparados y llevan sobre sus hombros la pesada carga de la vida cotidiana».


Chile Primero es el reflujo de los prodigiosos años sesenta que Sarkozy ha querido exorcizar. Aquellos de los jóvenes idealistas suspendidos en el espacio social. Aquellos años que regresan una y otra vez de un viaje a Oriente, como en Shiddharta, de Hermann Hesse. De la mano de una promesa mesiánica, pero siempre autorreferente, siempre recogida sobre sí misma, y siempre predestinada a una gracia superior. «Estamos interesados en un cambio de estilo de la política —confiesa Flores—. Aunque no somos el mesías, creemos que podemos hacer un aporte para que no siga la manera clásica de hacer política en Chile, donde todo se reduce a presentar candidatos, a buscar reelecciones y después a odiarse. Quienes fundamos ChilePrimero nos caracterizamos por hablar bien de frente. Es un capital que ya tenemos. Estamos interesados en la nueva cultura que va a emerger y que vamos a hacer emerger». Y, más adelante, sin pretenderlos a todos, pero convencido de reunir a los buenos, agrega: «No podemos pretender que toda la gente buena esté con nosotros; por distintas razones también está en otro lado».

Chile Primero no sería noticia si un número cada vez mayor de ciudadanos no rehuyera la actividad política, ni se retirara a cultivar su yo interior. Si un número cada vez mayor de militantes no renunciara a los partidos, ni cayera seducido por el mercado de las emociones, por los «especialistas en ti», por los que te dicen que «eres tú quien construye la realidad». Chile Primero, es la criatura nacida de la fragmentación social y política de nuestra democracia.

Hoy Chile Primero se alza con una superioridad moral que no oculta sus delirios de grandeza. Quizá mañana, cuando haya concluido el viaje al centro del individualismo, sus adeptos se debatan en la depresión y la frustración.