jueves, 10 de mayo de 2007

El sustrato espiritual de la Concertación

Rodolfo Fortunatti

Es evidente que la Concertación necesita una política de entendimiento, acercamiento y reconciliación; si se quiere, una nueva forma de pensar. Urge en ella una aproximación a la política que valore la diversidad, fortalezca la solidaridad y estimule la colaboración. Un compromiso con determina­dos valores, derechos y deberes fundamentales o, lo que Hans Küng, aludiendo al consenso social, describe como «un fondo común que incluye valores y normas, derechos y deberes elementales, una actitud ética común».

Este consenso no debiera ser confundido con la pax romana, y sus invocaciones a la disciplina de los sometidos. Tampoco debiera parecer el llamado de atención hecho a esos otros anónimos donde acaban diluyéndose las culpas —las cúpulas, los partidos, la coalición, el modelo, o el sistema—. Debe ser tomado como lo que es: una exhortación directa y explícita a la responsabilidad individual de cada uno y, sobre todo, a la responsabilidad individual de los dirigentes. En todo caso, un pacto sujeto a reglas e instituciones.

La Concertación nació para restablecer la democracia y construir un modelo económico y social que combine crecimiento, equidad y apertura internacional (SIM, §5). Como se señala en
Los Sueños que Inspiran mi Mandato, (cf SIM, §32), el horizonte de la coalición no es una sociedad de mercado, sino una «economía al servicio de personas iguales en dignidad y en derechos». Su proyecto es una sociedad pluralista e inclusiva, y un país más protector y más competitivo (cf SIM, §7 y 14).

Su principio inspirador es la persona humana, y sus valores fundamentales son la solidaridad, la protección y el apoyo a las familias, y la reconstrucción del espíritu de comunidad (cf SIM, §15). Esto significa que «democracia y justicia social pueden convivir con crecimiento económico; que el progresismo significa libertad y derechos sociales y también individuales; que el humanismo laico y el cristiano tienen un camino convergente y no divergente, como unos pocos piensan equivocadamente» (cf SIM, §29 y 35).


Los modos aceptados para alcanzar estas metas, consisten en dialogar con la ciudadanía y en actuar con flexibilidad y pragmatismo (cf SIM, §9). Lo contrario nos expone al riesgo de ser arrastrados por la tecnocracia y sus modelos de laboratorio, o por el populismo sin solvencia técnica (cf SIM, §11).

A la luz de esta coherencia entre medios y fines de la acción política, la Concertación ha fijado como principales prioridades del
Programa de Gobierno, (PG), establecer una nueva red de protección social, dar un salto al desarrollo, mejorar la calidad de vida, combatir la discriminación y la exclusión, garantizar el buen trato a los ciudadanos, y consolidar la posición de Chile en el exterior (PG, §15).

Asimismo, la Presidenta Michelle Bachelet, en
Mensaje Presidencial, (MP), del 21 de mayo de 2006, ha precisado los cuatro pilares básicos de la agenda gubernamental. Estos son: la reforma de la educación (SIM, §18; MP, §39; PG, c1), la reforma previsional (SIM, §19; MP, §31; PG, c1), la calidad de la vivienda y del habitat urbano (SIM, §20; MP, §79; PG, c3), y la promoción y consolidación de la pequeña y mediana empresa (SIM, §21 y 22; MP, §56; PG, c2).

Por último, también la Concertación y la Presidenta Bachelet han propuesto cambios en las formas de gobernar. Estos son: la promoción de la
paridad de géneros (SIM, §25; PG, c5), la incorporación de las nuevas generaciones (SIM, §26; c1), y el desarrollo de la participación ciudadana (SIM, §27 y 28; PG, c4).

Este es el espíritu que da coherencia y proyección a la coalición, al programa y al liderazgo. Esto lo que quedará en la memoria del país aún después de ser gobierno.