viernes, 26 de abril de 2013

EL DILEMA DE ORREGO



Rodolfo Fortunatti

«El dilema de Orrego es seguir insistiendo en fortalecer la identidad del sector que lo sustenta o, resolverse, a dos meses de las primarias, a conquistar al partido y a consolidar una masa crítica que le permita a la colectividad incidir en el curso de unos acontecimientos que la militancia observa no sin poca perplejidad».






Nada sorprendente resulta que Michelle Bachelet marque el primer lugar de las preferencias de cara a las primarias de la Concertación del próximo 30 de junio. Lo raro es que Claudio Orrego se sitúe en el tercer puesto, detrás de Andrés Velasco, según la última encuesta de la Universidad Diego Portales. En el sondeo que se aplicó entre marzo y abril, y cuya confiabilidad y validez metodológicas están libres de sospecha, Bachelet obtiene un 76 por ciento de las adhesiones, Velasco un 7,5, y Orrego, no más que un 2,7.

Es en apariencia un contrasentido que, después de varios meses de laboriosa campaña, Orrego no logre despegar. Y es a primera vista inverosímil porque, a diferencia del independiente Velasco, Orrego pertenece a la principal fuerza política de oposición, la Democracia Cristiana, a la sazón el partido con el mayor número de senadores, diputados, alcaldes, concejales y consejeros regionales del país. Recordemos, asimismo, que Orrego —junto con Carolina Tohá, Oscar Landerretche y Ricardo Lagos Weber— encarnaba, para los ex Presidentes, la promesa de renovación del conglomerado, confianza otorgada sin otra seguridad que la del crédito de quien la recibía, lo que el candidato se ha esforzado en preservar. Orrego fue capaz de sortear la difícil prueba de asegurar su sucesión en el municipio de Peñalolén, después de haber sido derrotado en un plebiscito comunal, acierto político que sumado a su inagotable empuje, perseverancia, elocuencia discursiva y empatía con la gente, lo proyectaba como un potente liderazgo nacional. Así lo hizo sentir en todos los procesos de movilización electoral de la falange; desde las primarias para nominar candidatos a concejales, pasando por las primarias para seleccionar a los candidatos a alcaldes, la misma elección municipal de octubre, luego, la primaria presidencial de enero, hasta los recientes comicios para renovar la mesa directiva de la colectividad.

La pérdida de masa crítica

¿Dónde está la dificultad? El problema es técnico y político. Es técnico porque Orrego no ha conseguido crear masa crítica en el partido. La acción colectiva precisa agregar intereses, talentos y recursos para producir los efectos simbólicos deseados en una población más amplia y diversa. Hablamos de una masa crítica, de un numeroso activo militante, por lo general vinculado e involucrado con grandes conglomerados sociales, y dispuesto a movilizar recursos políticos que trastoquen las expectativas de la opinión pública. Se podría controvertir dicho argumento sosteniendo que el núcleo principal de la candidatura de Orrego existe y que está constituido, a lo menos, por los 33 mil ciudadanos que votaron por él en las primarias de enero. Esto es discutible, pero aún admitiendo que exista aquella fuerza principal, no es suficiente.

Una masa crítica, para asegurar una acción colectiva eficaz, debe estar suficiente y apropiadamente conectada. Si Crossley e Ibrahim tienen razón —y parecen tenerla—, es preciso que esta masa crítica disponga de los medios de coordinación y comunicación que le granjean sus redes sociales. Sus conexiones deben tener una alta densidad o, en su defecto, gozar de un elevado grado de centralización. Esto significa que cuando cada uno de los miembros de la fuerza principal se encuentra conectado con los demás miembros, estamos en presencia de una alta densidad de la red social, lo que se traduce en que una mayor cantidad de personas se conocen y contribuyen con ello a la coordinación y a la comunicación del conjunto. Aunque también es posible conseguir la comunicación, la coordinación y la organización que exige una acción colectiva eficaz cuando, en ausencia de este óptimo de conectividad, sólo una o dos personas con autoridad reconocida se relacionan, directa y centralizadamente, con la mayoría de los miembros de la red. Por cierto, un puñado de personas, por muy voluntarioso que se muestre, no puede generar este efecto.

El distanciamiento de la gente

El caso es que la candidatura de Orrego no ha logrado configurar la masa crítica adecuada, ni esta masa crítica ha estado suficiente y apropiadamente conectada. El motivo es político, y va más allá de la incontrarrestable gravitación de Bachelet y de los apoyos que ella concita en algunos representantes populares, y Velasco es la mejor demostración de ello. La candidatura de Orrego, hasta ahora, se ha sostenido en un pequeño grupo de colaboradores donde predominan las tendencias más liberales de la Democracia Cristiana. Varios de quienes públicamente lo respaldan, públicamente también han llevado la voz cantante en favor del lucro, del rechazo a una genuina reforma tributaria y previsional, de la crítica sin debate a una asamblea constituyente, o de una incoherente censura al Partido Comunista. Opiniones que el candidato no ha desautorizado, y cuyos gestos tampoco han dado señales en contrario. Sus apariciones públicas con el ministro Larroulet no han hecho más que irritar a la militancia. En vez de conquistar el consenso de todos los democratacristianos, Orrego prefirió alinearse —y para asegurar su éxito apostó sus cartas—, con una de las tres listas que concurrieron a la elección de mesa. Entonces los suyos vieron como una amenaza el eventual triunfo del diputado Cornejo. Dijeron que la Democracia Cristiana perdería su alma, que no otra cosa significaba para ellos terminar con el candidato de centro en una órbita y con la directiva de la colectividad en la izquierda. En el extremo, ha habido quienes desembozadamente se han declarado avergonzados de los acuerdos del Quinto Congreso, se han confesado incómodos dentro de la colectividad, y consideran a la mayoría de sus militantes unos izquierdistas.

Como consecuencia, el mensaje de la candidatura Orrego se ha desplazado hacia la derecha del espectro político, acaso con el vivo propósito de disputarle el espacio a Andrés Velasco que, como se ha visto, ha bien aprovechado las ventajas de su independencia partidista, para instalar la idea de un centro social y político liberal. Esta brega por el llamado centro político, ha distanciado al ex alcalde de la base social y cultural del partido, tributaria de la Concertación y de su vocación de centro-izquierda. Y lo que es del todo fatal para las proyecciones de la tienda, lo ha alejado de las nuevas sensibilidades que dominan el actual escenario político, y que bien han comprendido los diputados y senadores instados a pronunciarse en la acusación constitucional contra Beyer.

El dilema de Orrego es seguir insistiendo en fortalecer la identidad del sector que lo sustenta o, resolverse, a dos meses de las primarias, a conquistar al partido y a consolidar una masa crítica que le permita a la colectividad incidir en el curso de unos acontecimientos que la militancia observa no sin poca perplejidad.